22.

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Las llaves de su auto iban de un lado a otro en sus manos. Heungmin jugaba con eso para olvidarse lo mal que se sentía, lo doloroso que era pensar que vería a Cristian otra vez. Aunque le había dicho a Alexis que busque la forma de evadirlo, logró convencerlo de venir.

Y no era que saber de Cristian, escucharlo por teléfono ni saber que estaba camino a verlo no lo haga querer brincar de emoción, pero es que no podía terminar de ponerse contento. Su emoción se reprimía para pintarlo completamente de una tristeza profunda que le hacía doler el pecho. Aunque la curiosidad lo tuvo un poco preso en los escalones del predio.

Había ido sin comer y es que tampoco podía. Tenía un nudo en el estómago que dolía como para darle algo sólido de comer. La adrenalina, quizás, que hacía que sus manos inquietas jugasen con las llaves.

Otro auto se movía por la acera, esta vez uno conocido: era el auto de Alexis. Lentamente se estacionaba en el cordón de la vereda. Con atención veía el movimiento dentro de este auto que, segundos nada más, la puerta de atrás se abrió.

Dio un respiro, inhalando todo el aire que pudo. Su cuerpo entero tembló al ver a Cristian bajando del auto, saludando al par de hermanos. Segundos después, compartieron una mirada en la lejanía que le hizo temblar el corazón entero.

Romero estaba ahí, presente en el predio. Casi sintió que podría desmayarse del aceleramiento en los latidos de su corazón.

Un saludo casual, levantando la mano fue suficiente. El ambiente estaba suficientemente incómodo como para agregar algo más. Al menos así lo veía Heungmin desde los escalones de entrada donde se había sentado. Notó enseguida la bolsa que traía el argentino.

—¿Comiste? —Le preguntó Cristian, haciendo que Heungmin se sorprendiese. Le había hablado en inglés.

Y no sólo eso, sino que estaba preocupado por su alimentación. Parecía sacado de esos doramas que daban en Corea. No pudo reprimir la sonrisa que ya no sabía si era porque se reía o porque estaba feliz de verlo y que esté preocupado por él.

Negó con la cabeza para responder a la pregunta.

¡Mirá que te traje! —Cristian parecía ansioso, casi eufórico. De un momento a otro estaba sentado con el, en los no tan espaciosos escalones. Estaban pegados uno al otro.

De la bolsa que había traído estaban otra vez los sandwich envueltos en rollos de cocina. Eso o la forma que Cristian los había llamado una vez.

Sanguchitos. —Trató de repetir nuevamente la palabra que había aprendido. Sólo esperaba que el otro no se pudiese cargoso con hacerle repetir la palabra.

Sí, te traje sanguchitos —repitió con suavidad, ahora entregándole la bolsa en las manos. —Uno de salame porque dijiste que te gustaban y otro de jamón y queso, por si te quedabas con hambre.

Heungmin inspeccionaba la bolsa con cuidado, abriendo y casi metiendo su cara en la bolsa. En realidad no soportaba la presión y si fuera por él se metería dentro de la bolsa para no salir jamás. Todo esto estaba siendo demasiado para él.

Ahora se preguntaba, ¿por qué quería verlo? Decidió no mirarlo ni hablarle sólo para que empiece a llenar el espacio como siempre solía hacer.

Le molestó que haya tanto silencio entre los dos y hasta las manos le empezaban a picar del nerviosismo. Hasta él quiso hablar para no dejar que el silencio los trague a los dos. Odiaba cuando eso pasaba.

Alguien tendría que hablar y sabía bien que Cristian no lo haría.

—Cuti.

Sonny.

Dijeron al mismo tiempo.

Quizás eso incomodó un poco más el ambiente que se aligeró a la risita de Cristian que sonó para llenar el ambiente.

—¿Qué ibas a decir? —le preguntó Heungmin agarrándolo desprevenido. Hizo una seña con las manos para que hable. Parece que esa pregunta lo tomó desprevenido.

Te iba a preguntar que cómo estabas vos —contestó para dejarlo sin entender a Heungmin que lo miraba desentendido. Para aclararse, levantó el pulgar y otra vez esa expresión de duda en el rostro.

Así que Cristian había venido allí sólo para eso. Echó un suspiro largo, sintiéndose molesto una vez más. Había venido sólo para saber cómo estaba de su lesión. Lo supo cuando hizo la misma seña que hacía siempre que estaba lastimado: pulgar arriba y expresión de duda. Sabía que por algo no podía terminar de estar contento.

Cristian seguía siendo el compañero de siempre, preocupado y simpático, como solía ser, pero nada más. como la vez que le trajo de comer, como la vez que lo ayudó con su lesión, como siempre pero todo desembocaría en lo mismo. Cristian era su compañero de equipo y claramente esa era la única intención que tenía con él.

Daba igual cuántos sanguchitos le trajera o a qué hora lo llamase, sabía que esto no era más de lo que podía recibir. Debería conformarse con el contacto que sus hombros tenían en ese momento o de la mano que cristian tenía en su rodilla cuando seguramente notó que su expresión había cambiado.

Ya estaba harto.

—Estoy para la próxima fecha, no te preocupes. —Hizo una sonrisa, que más que sonrisa, era una mueca. No intentó aclararse porque simplemente no le importaba. —Ya te lo dije, ¿no? Estoy bien.

Sonny, ¿qué pasa?

Un segundo donde esas miradas volvían a cruzarse en medio de la tensión. Tan cerca estaban que parecía la última vez. Ese ambiente que quería agrietarse. Tal como esa vez donde todo se había ido al demonio.

Sólo no se iba a dejar llevar esta vez.

—Gracias por preocuparte y por la comida, pero estoy bien. —Heungmin se levantó de su asiento, sosteniendo con firmeza todo lo que tenía en las manos. —Si eso era todo, me voy.

Sin esperar más respuesta de Cristian, ya sintiendo que sus ojos empezaban a aguarse. Porque no podía terminar de ponerse contento de tener a Cristian con él, no después de tantas decepciones que había tenido.

Sonny, esperá, no te vayas, escuchame por favor. —Sintió el agarre de Cristian en su brazo aunque no entendió qué le dijo.

Suspiró para decirle lo mismo de nuevo:

—No te entiendo, Romero. —Aunque ya no sabía si lo decía porque realmente no lo entendió o porque ya no entendía sus actitudes... o no como quería entenderlas. —Adiós.

Dejó a Cristian detrás suyo, acercándose a su auto, abriéndolo con brusquedad para después subirse al auto y enseguida prenderlo para irse. No miró atrás porque realmente no quería que duela más.

Así, Heungmin le dijo adiós al sentimiento que lo torturaba y a sus últimas esperanzas que aparecieron esa noche.

Pero no podía terminar de sentirse bien con dejarlo ir.

Pero no podía terminar de sentirse bien con dejarlo ir

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osaaa cómo se comieron ese amague

Arrivederci | Cutison.Where stories live. Discover now