24.

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El balón rodó del mediocampo, ahora desde los pies de Kane que hizo llegar la pelota al fondo de la cancha, justo donde el central esperaba parado en su lugar.

El segundo tiempo empezaba a correr junto a la pelota que iba moviéndose en los botines de los jugadores del Tottenham. Corría calculada, pensando todos y cada uno de los movimientos.

Llegó de la línea de defensores a la del medio que se vio atrapada y volvió al fondo, a pies de Romero. Camino libre al frente: Son esperaba el pase con impaciencia.

Pisó la pelota para darse instantes para ver la molestia en cara de Heungmin. Odiaba verlo así, tan mal por algo que él mismo había generado. Llevaba así toda la semana y sabía que era por el beso que no pudo responder.

Sólo fue un segundo para volver al partido y dejar que la impotencia haga fuerza en un pase largo hasta pies de Heungmin.

La pelota hizo un camino recto y rápido hasta Son que detuvo la pelota en sus pies cuando vio al rival casi encima suyo. Enseguida hizo un pase al mediocampista a un lado suyo. Se quiso sacar el trabajo de encima para pensarlo un poco también.

Cristian estaba molesto, se leía en su rostro y hasta en su forma de pasar la pelota: no necesitaba explicaciones, sabía que era porque le molestaban los sentimientos que tenía hacía él. Como dijo Harry, era del sur. Ellos eran así. Quizás Heungmin se había acercado demasiado a él cuando le habían dicho que no.

Saque de arco.

—¡Sonny, atento! —exclamó Harry mientras aplaudía con energía que estaba a unos cuantos metros a su lado.

Y así empezó la primera grieta en el ambiente.

Diez minutos del segundo tiempo. El rival controlaba la pelota en su campo con la paciencia de ganador: pelota pasa del arquero al central que Kane se encarga de presionar; presionado, la pelota va a un mediocampista. Heungmin juró que llegaba, que lo iba a cortar, pero no.

Había llegado demasiado tarde, lo supo cuando sintió en sus piernas unas que se trababan. Él había pateado algo y no era la pelota.

Los dos cayeron al suelo con brusquedad y, en esa caída, una patadita en la pasada lo hizo revolcar de dolor y, en el banco, se agarraban de la cabeza.

Heungmin estaba tirado en el suelo, muerto de dolor en el mismo lugar de siempre. Encima, el árbitro había frenado el juego enseguida. Se sentó en su lugar para mirar el panorama y encontró al jugador del Newcastle tirado en el suelo, agarrándose de un tobillo. Heungmin sabía que había pateado al chico.

Sintió que tenía que levantarse, rápido, porque eso había sido su culpa. Lo intentó pero, entonces, su pierna izquierda dolía como el demonio cuando pisaba. Tuvo que tirarse al suelo de nuevo.

"¿Estás seguro?" ¡No, no estaba seguro! Maldita sea.

Por el otro lado de la grieta, estaba Cristian que iba corriendo donde el árbitro que había cobrado falta para los contrarios y, no sólo eso, desde lejos notó que amenazaba con sacar una amarilla.

—¡Juez, fue todo pelota! —le dijo apenas llegó. Se puso frente a la autoridad y le dio igual si le entendía o no el inglés chorro ese o si los rivales también se acercaban a defender a su compañero. No era amarilla. —¡Son iba a la pelota! ¡No hay intención! Encima el otro fue con la pata levantada también.

Entonces, atrás suyo, notó a Heungmin que a duras penas se levantaba, sin apoyar su pie izquierdo. Ay, no, su gemelo sentido. Entró en desesperación.

—¡Juez, escucheme, lo lastimó, ni siquiera puede pararse bien! —Volvía a decir, ahora gritando cuando sacó la amarilla.

Tanto Heungmin como Cristian sintieron como el golpe de un tren esa amarilla en el aire. Son estaba amonestado.

Arrivederci | Cutison.Where stories live. Discover now