11.

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El preparador físico era un italiano, un italiano bastante mayor y sofisticado, también bastante estricto, casi como Conte. Bruno, su colega, le había dicho que deje de parecer un maestro de primaria que retaba a los jugadores del equipo masculino por andar corriendo por los pasillos o por estar merodeando las instalaciones fuera de los horarios de descanso. Ese día no le haría caso a Bruno tampoco.

—Oh, señor Romero, ¿qué hace por aquí? —El italiano hizo exaltar al argentino que iba distraído por su camino. Así notó que el jugador ocultaba una bolsita en sus manos. —Es hora del almuerzo.

El preparador físico sabía que Cristian Romero entendía perfectamente lo que le estaba diciendo. Esperaba paciente por la respuesta del muchacho.

—Estoy… —suspiró, casi desesperado. Rápido se movía para ocultar lo que tenía en las manos. Se notaba que Romero parecía nervioso. aún así sacaba a relucir su italiano: —Estoy buscando a alguien. Es decir, usted... no, no usted, sino, usted no... o sea, si me permite preguntarle.

—Por favor.

Suspiró.
—Por casualidad, ¿no vio a Son? —Hizo levantar las cejas al preparador italiano. —Lo estoy buscando.

—Oh, hablas de Sonny —dijo el del cuerpo técnico. Romero asintió. —En el gimnasio. Ya lo llamé a comer.

—Gracias, yo iré a buscarlo —respondió lo primero que le salió. Agradeció con una proto-reverencia con la misión de ocultar su bolsita y se fue por el camino donde el italiano había venido, de espaldas hasta que lo perdió de vista.

Quizás unos meses más y el inglés de Romero se escucharía tan satisfactorio como su italiano, pensó el preparador.

Romero iba por los pasillos camino al gimnasio, caminando paso por paso, pensando en sí realmente debía ir. Estuvo toda la noche maldiciéndose porque ahora tenía que ejecutar todo un plan que, quizás, quede en disgusto total con Heungmin. Esa mañana otra vez no pudo evitarlo, se sentía tan nervioso ese día que no pudo saludarlo con la cercanía que Heungmin seguramente esperaba. Sus brazos abiertos esa mañana lo decían todo.

Frenó sus pasos y se dio un cachetazo. Le dio hasta escalofríos pensar en lo estúpido que se estaba comportando. Primero, ser frío con él y ahora escabullirse del almuerzo para ir a buscarlo para hacer una idea más estúpida que él. Hasta sus manos cargadas temblaban.

Cuando llegó, vio la puerta del gimnasio abierta y oyó unos pasos. Despacito se acercaba Romero, retomándose la oportunidad de salir corriendo y escapar. Tragó duro y tomó coraje para luego aparecer en la puerta del gimnasio, encontrándose con él, otra vez.

Ahí estaba, tan lindo como siempre. Se le heló la sangre casi, como si su sola presencia tuviera total efecto en su persona. No sabía qué decir, en realidad no había mucho para decir. Esta situación estaba siendo cada vez más difícil de controlar para Romero que volvía a bajar la mirada.

¿Cutie? ¿Qué haces aquí? —Eso sí lo entendió. Solían usar esa frase seguido en Inglaterra así que de a poco empezaba a entender.

Levantó la mirada, encontrándose con Sonny cruzado de brazos, una ceja levantada y una expresión seria en el rostro. Tímidamente levantó la bolsa que traía en las manos.

Heungmin observó con cuidado aquella bolsa. Era de papel sin mucho más. De ahí venía el olor a comida que estaba empezando a tentarlo. Una comida que pensaba desconocer. Ahora que recordaba, Romero dijo que lo iba a buscar en la comida. A decir verdad, estaba sorprendido de verlo allí.

—¿Vamo'? —preguntó Romero haciendo la seña universal de que lo siguiera, moviendo la cabeza y la mano en dirección a la salida del predio.

De repente se sintió un estúpido al no recibir respuesta alguna de Heungmin que seguía parado en su lugar, sin decir ni moverse nada. Ahora sí tenía ganas de correr. Heungmin estaba quieto en su lugar, casi ofendido de que estuviese ahí.

Arrivederci | Cutison.Where stories live. Discover now