18.

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En el Tottenham Hotspur Stadium, la gente empezaba a tomar sus lugares para el inicio de la liga que había tenido un parate por temporada. Era el día, el gran día, aunque el clima no ayudaba. La lluvia amenazaba con caer como solía ser en plena temporada de invierno.

Por ahí rodaban las pelotas durante el calentamiento. Heungmin estaba concentrado en el pasto de la cancha mientras trotaba de un lado para otro, en fila con sus compañeros. Estaba en el once titular.

El preparador físico los guiaba, diciendo cómo moverse para calentar los músculos. Casi parecía automático para Heungmin que llevaba años haciendo la misma rutina. No hablaba manteniéndose concentrado en el partido o algo así.

Para su suerte, Romero no era titular ya que había llegado recientemente y tenía que ganarse el puesto. No estaba calentando con él, sino junto a los suplentes, que sólo jugaban al medio.

Estaba como si nada hubiese pasado.

—¡Vamos, muchachos, hoy es el comienzo de un nuevo campeonato y tenemos que estar listos para todo! ¡A batallar! —exclamaba el preparador físico mientras los animaba, aplaudiendo con energía para –como se decía en la jerga– despertarlos.

Es verdad. Estaba por empezar el campeonato. No podía pensar en eso. Tenía que pensar en estar en el mejor estado para dar el primer golpe en el torneo. Soltó un suspiro pesado.

El calentamiento terminó y, junto a un cálido aplauso del público local, se fueron a los vestuarios. Los saludó, sintiéndose como consolado por la hinchada que le gritaba y acoreaba cuando se detuvo a saludarlos.

Algo impactó en su hombro cuando el equipo contrario pasó. Sólo una figura se detuvo al contacto y se giró: un muchachito colorado de barba y con gorrita que se veía arrepentido.

—¡Perdón, perdón! —Le pasó la mano, queriendo tocarlo para disculparse. —No quise chocarte, ¡por favor no pienses que fue a propósito!

—No, no, está bien. —Estrecharon manos, juntando los dos pares de manos en un cálido agarre. —Yo estaba distraído saludando, lo siento.

Parecía que el chico iba a irse, entonces, volvió en sus pasos para decir:

—¡Mucha suerte, Son! Me gusta como juegas. Espero que estés bien hoy. Es un placer jugar contigo, de verdad. —Le compartió una sonrisa.

Se sintió complacido, sonriéndole de vuelta con su simpatía de siempre. Lo saludó moviendo la mano. Aquel joven se volvió a ir. Parecía ser irlandés aunque su inglés tenía un acento muy familiar.

¡Ajá! Al de Rodrigo.

—¿Será del sur? —Se preguntó en voz mientras entraba por el túnel a los vestuarios.

Camisetas blancas puestas, short's y medias azules y los botines de todos colores. El Tottenham estaba más vivo que nunca para volver a luchar; después de algunas caídas, este año parecía ser brillante para el equipo londinense. Por ahí andaba la diez, la majestuosa diez, en la espalda del inglés que se ataba los botines.

A su lado, su compañero de siempre, el siete, el rápido, el de las bicicletas, el rompe-líneas, el de los centros al área... El que estaba un poquito más deprimido de lo usual. A Harry esto le pareció raro ya que Heungmin solía ser más energético y alentaba al equipo anímicamente.

Una vez ató sus botines, le agarró del hombro, sacándolo de sus pensamientos.

—¿Todo bien?

—Sí, sólo que estoy nervioso. —Mintió como pudo sin mirarlo, prefiriendo tener su mirada en otro lado. Cualquier otro lado.

Arrivederci | Cutison.Where stories live. Discover now