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Antes de la década de los 90's en el siglo XVII la humanidad tenía por sentado que en el mundo solo estaba registrada la existencia de cisnes blancos. Sin embargo, en 1697 una embarcación de europeos que partieron en una expedición rumbo a Australia demostró que esto no era así cuando el capitán holandés Willem de Vlamingh avistó a un grupo de cisnes negros nadando en un río.

Años más tarde, este suceso condujo al ensayista Nassim Nicholas Taleb a desarrollar la teoría del cisne negro en su libro El Cisne Negro: El Impacto de lo Altamente Improbable, la cual describe la aparición de un evento que se creía tenía una casi nula probabilidad de ocurrir. Esta teoría relaciona sucesos de gran impacto mundial, como la Primera Guerra Mundial o los atentados del 11 de diciembre del 2001, acontecimientos altamente impredecibles que tienen un gran efecto en nuestras vidas y que, posteriormente, puede ser explicado o analizado.

Hechos prevenibles, pero improbables.

Chang Bin creía que haber sido asignado como enfermero asistencial, después de haber salvado a un paciente de un nefasto intento de suicidio, era algo así como su propio cisne negro.

Esa tarde arribó al hospital justo a tiempo para el enlace de turno. Esta vez, luego de haber registrado su asistencia, en lugar de dirigirse a los vestidores para cambiar su uniforme y equiparse con un vestuario desechable cambió su curso a una de las oficinas del área de hospitalización, donde un grupo de enfermeros lo esperaban para intercambiar información sobre los pacientes y sus cuidados.

Al entrar a la habitación ya todos estaban dentro reunidos, el equipo se constituyó de tres enfermeros de sexo indistinto del turno matutino y cuatro del vespertino, además de la asistencia de la jefa de enfermeras Park Ji Min.

—Ah. Ya está aquí, enfermero Seo —exclamó la jefa Park al verlo atravesar la puerta—. Muchachos, este es el enfermero Seo Chang Bin, hemos trasladado a nuestro compañero del área de CEyE y a partir de ahora estará trabajando con nosotros.

La jefa Park presentaba a los miembros del equipo, pero su atención solo pudo estar enfocada a uno en particular. Kim Seung Min le lanzaba de una mirada de desafío mientras mantenía las manos dentro de los bolsillos de su filipina, sin necesidad de las palabras diciéndole que haber entrado a su territorio era lo peor que pudo haber hecho en su vida dentro de ese hospital. No supo cuánto tiempo sostuvieron la vista hasta que algunos de los enfermeros del turno matutino terminaron de exponer las actividades realizadas y próximas a ejecutar. Después de eso todos salieron y se separaron.

—Acompáñeme, enfermero Seo, le indicaré la habitación en la que se aloja el paciente —comunicó la jefa Park sin detenerse a esperarlo cuando ya se encontraba en camino a dicha habitación. Llegaron a una recámara compartida en la que se hallaban dispersas cuatro camas individuales, todas ocupadas por pacientes, tres de ellos siendo acompañados de sus familiares—. En este cuarto tenemos internados al señor Lee, quien está esperando a ingresar a una colecistectomía; el señor Park, quien está en periodo de reposo después de una reconstrucción en los meniscos; y el señor Lim, también espera por una craneotomía exploratoria. En la cama del fondo se encuentra a quien identificamos como el señor Han, el paciente del día anterior —explicó conduciéndolo a la cortina que cubría la cama.

Corrió la cortina. Al otro lado encontraron a un hombre tirado sobre su espalda, con la cabecera de la cama elevada y ambos manos en el pecho. En el dorso de la mano izquierda traía conectado un catéter intravenoso con su respectivo cable que ascendía a una infusión intravenosa, el antebrazo derecho estaba cubierto de una venda que comprendía de la mitad de la muñeca hasta un poco más arriba del codo, el pecho subía y bajaba rápidamente en un ritmo corto y acelerado y pudo notar el tubo de una sonda que sobresalía de la parte superior de su bata, probablemente conectada al tórax, tenía otra sonda enlazada a su meato urinario y un collarín rodeándole el cuello. Su rostro estaba pálido, pero sabía que estaba ganando color. Volteaba perdidamente hacia la ventana, sin encararlos.

Rabiaes Dementia: ReminiscenceWhere stories live. Discover now