22

1.9K 214 44
                                    

De todos los escenarios posibles que pudo imaginar, ver a Izuku parado en la puerta de su casa mientras su suéter tenía claras manchas de sangre, junto con su rostro y manos, fue algo que nunca se le cruzó por la cabeza.

Izuku tenía la mirada perdida, con su mente en algún lado menos con el. Sus manos tenían leves temblores y parecía querer llorar.

— Oh Dios... Izuku... ¿Que hiciste?

Las dudas volvieron a consumir su mente, devorando su cerebro como un maldito parásito del que no podía deshacerse.

Siempre lo supo, siempre tuvo esa corazonada de que Izuku se había desviado en algún punto de su vida, solo que no sabe cuándo.

El olor a sangre estaba impregnado en su cuerpo, podía sentirlo incluso con la distancia en que se encontraba.

Relamió su labio inseguro, queriendo cerrar la puerta y volver a su cama para tratar de dormir y fingir que no era más que una pesadilla.

— Lo lamento... Lo lamento... Katsuki...

Los orbes verdosos se encontraron con lo suyos, esmeraldas cristalizadas que se veían al borde de romperse en mil pedacitos.

Y Katsuki no pudo, no tuvo el valor de negarse a esa mirada y brazos abiertos que rogaban por su atención. No pudo decir que no y alejarse de ahí antes de terminar involucrado en algo que pone en riesgo su futuro como héroe.

No pudo negarse ante ese beso necesitado que buscaba asfixiarlo y, quizás, matarlo. Quizás Izuku también quería deshacerse de él, matarlo y esconder su cuerpo en algún lugar.

Aquel beso desencadenó de nuevo el deseo de encerrar a Katsuki, de arrastrarlo a una habitación oscura y ponerle una cadena para que nunca pueda escapar. El deseo de monopolizarlo y usar su cuerpo para satisfacer sus deseos.

Quería que Katsuki fuera suyo. Cada centímetro de piel, cada cabello, cada uña, cada diente, todo, lo quería todo.

No necesitaba nada más, solo a Katsuki.

— Se mío, Katsuki. Se solo mío, dime qué lo eres, ignora la sangre en mis manos y solo enfócate en mis ojos.

Katsuki no pudo evitar mirar hechizado las esmeraldas que ya no denotaban miedo, sino deseo puro.

Aquellos ojos depredadores que sentía en todos lados, aquella mirada hambrienta que lo seguía sin pudor.

Sabía lo que deseaba, podía verlo, sentirlo.

Y Katsuki estaba bien con eso, porque esa mirada era sincera, no una mentira. Podía ver a través de ella, las palabras no eran necesarias.

Quería ser suyo, quería dejarse atrapar por ese chico que ya no era el mismo niño tierno e inocente de antes, quería ceder ante sus más primitivos instintos sin importarle las consecuencias de estos.

Katsuki era un ángel anhelando caos.

Katsuki era un ángel anhelando caos

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.
I KᑎOᗯWhere stories live. Discover now