[Después de que sus esposas les insinuaran sobre la gran cercanía entre Enzo y Julián, los jugadores comienzan a sospechar que no tienen solo una amistad.
¿Es una confusión o una realidad? ¡No importa, mientras dejen a Alejandro ser el padrino!]
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“¿Nombres?” Una mujer bien vestida con un moño sumamente prolijo se paraba frente a ellos, tenía en sus manos una libreta.
“Cristian Romero, Karen Cavaller y Valentino Romero.” Cuti vestía un traje azul cobalto, una cobarta negra y su cabello estaba más prolijo de lo común. Su esposa a su lado tenía un vestido del mismo color, con un escote en V, la tela de Saten hacía su figura gloriosamente elegante. El más pequeño de los tres iba igual a su padre, pero su chupete favorito aún estaba en su boca, a pesar de que ambos intentaron que no lo llevara puesto.
Romero entró al lugar siendo guiado por otra de las organizadoras, lo llevaron junto a su familia al frente del lugar, varias sillas juntas eran las más ruidosas del hermoso lugar al aire libre.
“¡Cuti! ¡La primera vez que te veo bañado!” Le gritó Emiliano, su traje rojo caoba combinaba con el traje de su mujer. Mandinha no dudó en darle con el tacón en el pie.
“No grites, mira como nos mira la gente, todos gritos nomás ustedes.” Al comentario de la mujer se le sumaron las demás.
“Si, y no digan ninguna boludez cuando entren porque nos hacen quedar mal a nosotras.” Esa fue Agustina, su esposo Lautaro ya había sido regañado varias veces. No tantas veces como Alejandro, que lloraba cada tres minutos y su mujer debía calmarlo.
Todos ellos estaban ahí, olían bien, se veían bien. Pero ninguno estaba listo para lo que en unos momentos iba a suceder.
“Mateo, no te saques el moño, espera un poco.” Antonella volvía a acomodar el corbatín de su hijo.
“¿Y quién va a entrar? ¿Saben?” Preguntó Julia, en realidad, la pregunta la quería hacer su esposo, Marcos, pero le susurró al oído que la hiciera por él.
“Los dos, entra primero Enzo y después Julián, ¿no, amor?” Jorgelina Cardoso tenía un vestido largo de color negro con transparencias y adornos de encaje. La tela era ligera, muy veraniega.
“No, no sé, ¿vos Licha habías escuchado eso?” El traje de Di María era sencillo, pero lujoso. Un negro con hombreras y camisa blanca, su corte en V era largo.
“Si, si, eso me dijo Juli, pero hace un mes, no sé si sigue así.” Lisandro por su parte llevaba un azul distinto al de Romero, uno más juvenil, y su moño blanco combinaba a la perfección.
“No puedo creer que estemos acá.” Ana consolaba a su esposo con caricias en la espalda.
“¿En dónde? ¿En una boda gay?” Scaloni no planeaba que las cosas escalaran a ese punto, pero agradeció que esa unión entre los jugadores los haya impulsado a la cima en sus carreras.
