Capítulo IV

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Apretó el nudo de los cordones de sus zapatillas, mientras repetía algunos datos e ideas en su cabeza. No creía en los discursos preparados y había declinado la idea de Miriam de escribir uno para él. Solo tenía que dar inicio a la primera reunión del congreso de su legislatura. No sería tan difícil. Saldría bien o de eso intenta convencerse.

—Presidente  —le llamó Agoney.

—Ya voy —respondió con la voz elevada para que el moreno pudiera oírle a pesar de la puerta—. No tardo. 

—Debemos salir ahora o llegara tarde y no da buena imagen que el presidente sea el último en aparecer.

—Agoney, hostias que estoy desnudo —gritó alterado, agarrando un cojín de su cama para taparse. Tenía las mejillas rojas como tomates.

—Yo te veo muy vestido —comentó con una sonrisa divertida, paseando su mirada por el cuerpo del rubio. 

—Me falta la camisa. 

—Minucias, minucias. 

—Sabes que es de mala educación entrar en habitaciones ajenas sin permiso  —preguntó, tomando su camisa sobre la cama—. Sobre todo cuando la persona que hay dentro está desnuda. 

—Amenazar con despedirme tampoco es de buena educación —rió. 

—Tú te lo buscaste —dijo, girándose para mirarse al espejo. 

—¿Vas a ir así vestido? —cuestionó, fijándose en la ropa del presidente. Vaqueros claros con una camisa de color negro remangada que dejaba a la vista sus tatuajes. Llevaba el pelo peinado en un tupé y no se había quitado los piercings. 

—¿Algún problema? —preguntó a la defensiva. 

Agoney suspiró antes de contestar.

—Hay ropa más apropiada, presidente. Habrá personas que…

—Me dan igual las opiniones de la gente sobre mi aspecto, Agoney —aseguró—. Solo me importa lo que digan sobre mi trabajo. 

—¿Seguro?

—Vámonos que llegamos tarde —dijo porque ahora no estaba tan seguro, pero esperaba sobrellevar las críticas.

Miriam estaba esperando en la puerta de la casa. Su presencia le infundió un poco de seguridad, sobre todo la sonrisa que le dedicó.

—Lo vas a hacer genial. 

—Gracias. 

—Debemos marcharnos. 

El congreso de los diputados imponía ya desde las ventanas del coche. Agoney le abrió la puerta y él se quedó embelesado mirando el edificio. 

—¿Presidente?

—Entremos. 

Los pasillos estaban atestados de diputados y medios de prensa. Ninguno se acercó a él, estaban esperando a la rueda de prensa posterior a la reunión. 

—Debes entrar el último, una vez que todos estén sentados —explicó Agoney—. Mientras tanto debemos esperar en una habitación separada. 

—Vale —respondió, dejándose guiar por el edificio. 

La sala de espera tenía una puerta por la que entrar desde los pasillos, pero otra puerta en la habitación conectaba directamente con el hemiciclo. Y podía observar por un rendija a los diputados que ya estaban dentro. 

—Ese es Francisco Antonio.

Francisco Antonio García es el líder del principal partido de la oposición. Un hombre tan clásico y anclado en el pasado como sus dos nombres. 

Bajo las luces de MadridTempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang