_•_Capítulo 10_•_

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No sabía exactamente qué estaba haciendo, no sabía a dónde iría ni que es lo que haría, no sabía nada. Lo único en lo que Jacob pudo pensar en ese instante fue en irse, irse lejos, deseaba cambiar de fase y correr hacia Canadá como lo había hecho meses atrás, cuando se enteró de que Bella y Edward se casarían; quería dejarlo todo atrás y no sentir, no pensar, desea con desesperación ser libre. Libre de este dolor que lo acompaña desde el día en que Edward regresó de Volterra. Desde el día que imprimo. Sin embargo, no es posible, Leah seguía patrullando el perímetro de la casa y si cambiaba en este momento lo más probable es que en lugar de irse, regresaría y atacaría a cualquiera que intentase impedirle matar a la pareja de recién casados.

No tenía de otra más que continuar siendo humano. Hizo presión sobre el botón de mando a distancia del vehículo y se quedó paralizado cuando se dio cuenta de que el automóvil de luces parpadeantes del que procedían los pitidos no era el Volvo de Edward, sino otro coche, uno que destacaba y sobresalía en una larga hilera de vehículos que te hacían babear, cada uno a su manera.

Black no se detuvo a considerar el motivo detrás de que Edward le entregase un Aston Martin V12 Vanquish, se limitó a dejarse caer sobre el suave asiento de cuero y puso en marcha el motor mientras batallaba con el volante, que le rozaba las rodillas.

Cualquier otro día o situación, Jacob habría gemido de gusto al oír el ronroneo de ese motor, pero en aquel instante lo único que podía hacer era concentrarse al extremo para ser capaz de conducir. Encontró el botón de ajuste del asiento y se hundió hacia atrás mientras le metía un pisotón al acelerador. El deportivo salió hacia delante rápido como una bala.

Recorrió el estrecho y sinuoso camino en un instante, pues el coche respondía de tal modo que daba la impresión de estar conduciendo con la mente y no con las manos. Distinguió durante unos instantes el lobuno rostro gris de Leah asomado con desasosiego entre los helechos cuando salió del camino flanqueado por la frondosa vegetación y se desvió hacia la autovía. Durante unos segundos Black se preguntó qué pensaría Leah y luego comprendió que le importaba un comino. En este preciso momento, no está en condiciones de cuidar de nadie... ni siquiera de sí mismo.

Condujo hacia el sur, porque no tenía humor ni paciencia para soportar tráfico, transbordadores o cualquier otra cosa que le exigiera levantar el pie del acelerador. Aquél era su maldito día de suerte, si se entiende por fortuna tomar a doscientos por hora una autovía espaciosa sin indicios de un solo policía ni de zonas de control de velocidad, de los que hay siempre en las inmediaciones de los núcleos urbanos, donde no se puede rebasar los cincuenta por hora.

La única señal de vigilancia con que se encontró fue un pelaje marrón vislumbrado entre los bosques que corrió en paralelo a él durante unos pocos kilómetros en el área meridional de Forks. Tenía toda la pinta de ser Quil. Quien probablemente también lo vio, ya que desapareció al cabo de un minuto sin dar la voz de alarma. Jacob se preguntó qué habría sido de Quil antes de que la absoluta indiferencia se apoderase de él otra vez. Recorrió la larga autovía en forma de «u» de camino a la ciudad, la de mayor tamaño que había podido pensar.

Aquello parecía no acabar jamás, probablemente porque seguía dando vueltas en un lecho de cuchillos afilados, pero la verdad es que ni siquiera necesitó dos horas antes de estar conduciendo por esa expansión urbana descontrolada que era en parte Tacoma y en parte Seattle. Levantó en ese momento el pie del acelerador, ya que no desea atropellar a nadie. Continuó hacia el oeste, donde había menos gente. Al final, se encontró con un par de bares cerrados y una tienda de conveniencia.

Había un par de hombres caminando sobre la acera de las banquetas y tres señoras. El clima de hoy era genial, pero Jacob no se había dado cuenta hasta ese momento. Brillaba el sol, y la gente probablemente estaría aglomerada en el lado norte de la ciudad, la zona más hermosa y concurrida de ahí. Dejó el deportivo en medio de dos plazas de estacionamiento. Estuvo caminando por la zona un tiempo indefinido, que le pareció eterno. Dio tantas vueltas que el sol pudo cambiar de lado en el cielo. Estudió el rostro de cada chica y chico que pasaron cerca de él y se obligó a mirarles de verdad, a notar quién era más atractivo, cuál tenía ojos azules, a quien le favorece el top de tirantes, y cuál se ha maquillado en exceso. Hizo un gran esfuerzo para encontrar algo interesante en cada rostro, quería estar seguro de que lo intentó de verdad, y estuvo pensando en cosas de este estilo: «Esa chica tiene una nariz muy bonita»; «ese chico debería apartarse el cabello de los ojos»; «ésa de ahí, si tuviera un rostro tan bonito como los labios, podría protagonizar anuncios de labiales...». En algunas ocasiones alguien le devolvía la mirada. Algunas veces, se mostraban asustados ante su imponente tamaño; a juzgar por sus expresiones parecían pensar: «¿Quién es esa bestia que me está mirando?». Sin embargo, había quienes mostraban cierto interés, quizá fuera cosa de su ego, que anda un tanto dañado y magullado.

Out Of The BlueOpowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz