capítulo 20

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Ximena

"Hay cosas que por algo pasan y otras que por algo no pasan."

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¿Quién fue el pendejo que dijo eso? Mi historia está llena de malas decisiones, un corazón roto y tristes verdades. No lo sé… me siento como un gato con siete vidas, y aquí vamos de nuevo...

Me duele la cabeza, como si me hubieran sacado el cerebro y lo hubieran puesto en dirección contraria. Intento moverme, pero no puedo.

—Dios, tal vez caí en coma. A ver, me llamo Ximena... Sí, soy Ximena. Uno, dos, tres, cuatro… Tengo veinte años. Bueno, sí, estoy bien... no mames.

Dmetry, Dmetry, Dmetry... Los recuerdos de las últimas horas se proyectan en mi conciencia como un torbellino. ¡Dios, me tumbaron de un puntazo!

Empiezo a mover los dedos, siento la incomodidad por la posición en la que me encuentro, pero todavía no veo nada. Siento la turbulencia... ¿Seguimos en la camioneta?

En qué demonios me he metido. ¿Por qué no puedo moverme?

Escucho a hombres hablando, pero el dolor en mi cabeza es tan fuerte que sus voces se convierten en un murmullo lejano, incomprensible. Siento cómo toman mi cuerpo, como si fuera un saco de papas, y el auto se detiene bruscamente.

Abro los ojos lentamente, pero los cierro de inmediato cuando uno de ellos me mira directamente a la cara. Intento ver dónde me llevan por el rabillo del ojo, desesperada por encontrar alguna señal de lo que está ocurriendo.

Empiezo a sentir mi cuerpo de nuevo, y me doy cuenta de que estoy sentada en una silla de plástico, con las manos atadas a la espalda. La presión en mis muñecas me hace darme cuenta de lo atrapada que estoy.

De repente, un hombre con una cicatriz horrible en su rostro me agarra del mentón, obligándome a mirarlo. Su agarre es frío y áspero, y me obliga a enfrentarme a esos ojos vacíos que me observan con desprecio.

—Sí, es bonita y joven —comenta él, apretando mi mandíbula con sus dedos ásperos.

—Apuesto a que es alguien importante para el ruso —dice otro hombre, su voz cargada de burla.

—¡Cállate, largarto! —replica el primero, su aliento apestando a tabaco—. Es bonita, pero no es alguien por quien un hombre moriría.

—Entonces, ¿por qué anda tan protegida? Para ser nadie, piénselo bien, jefe —insiste el otro.

—Tal vez tiene algo que no vemos —dice el hombre, acercándose para oler mi cabello, el gesto repulsivo me provoca náuseas.

Tengo miedo. Un miedo que me paraliza y que me llena de una rabia impotente.

—Hueles muy bien —susurra, su voz cargada de una lascivia repugnante.

—¡Aléjate de mí, asqueroso! —exclamo, mi voz temblando de rabia y terror.

El hombre da un paso atrás, sorprendido por mi repentina valentía, pero solo por un segundo.

—¡Uuuh! ¡Uy! Así que hablas español, ¡a güevo, morrrita! Ahora sí, ya que hablamos el mismo lenguaje, dime qué eres para el rusito, bonita —se burla, acercándose a mi hombro, exhalando su aliento fétido sobre mi piel.

—¡No soy nadie! —respondo, tratando de sonar firme, aunque siento cómo mi voz tiembla.

—¿Crees que soy estúpido? ¿Eh? Mírame, morrita, por tu bien dime quién eres. No me importa quién chingados seas, wey. Si no cooperas, haré jalea con la sangre que te brotará de esa linda carita. Así que, mamacita, habla o te hago hablar —dice mientras saca una cuchilla de su espalda, y la acerca peligrosamente a mi cuello.

YO SIEMPRE CONSIGO LO QUE QUIERO Tempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang