Capítul◌ 48.

2.1K 257 219
                                    

—Es que...

—Es que, qué.

—Está difícil, Spreen —el oso castaño ya sentía su cerebro quemado después de tantas alternativas que propuso y cómo cada una fue rechazada con un razonable y lógico motivo—. Si Juan no está dispuesto a dar esa alma y tú no estás dispuesto a quitársela no va a funcionar.

El azabache bufó frustrado, todo eso era más difícil de lo que imaginaba.

Juntó sus dos manos pasándolas por su rostro sin importar que sus garras dejen pequeñas heridas por la fuerza ejercida, necesitaba quitarse esa sensación de no saber qué hacer, siempre tenía soluciones. Él siempre sabía qué hacer.

Al parecer nada de eso valía cuando se trataba de Juan.

»—Oye, ¿y besa bien?

—Qué te importa, la concha de tu vieja —contestó molesto por la pregunta, fácilmente podía responder a ello pero no quería saciar la curiosidad del mayor.

—No, no, si yo solo pregunto, es que los magos besan bien —se encogió de hombros recordando a aquel con el que se fué en su momento, un tal "Lobo Nocturno" que nunca más apareció.

Spreen se le quedó viendo extraño hasta rodar los ojos y seguir pensando en posibilidades.

»—¿Y por qué mejor no solo aceptas que pasará y tratas de pasar buenos momentos con él? —soltó de pronto Rubius sabiendo que Spreen no aceptaría eso—. Quiero decir, al menos hazle sentir bonito antes de que el pobre hombrico se muera.

—Precisamente porque no quiero que se muera, y porque no podré manejar la situación si eso pasa, ¿tenés idea de lo que sufrí cuando te fuiste? Por eso no me gusta agarrarle cariño a las personas —suspiró pesado—. Y justo tiene que venir el estúpido suicida éste.

Rubius rió por el apodo a Juan, desde que lo conoció siempre lo consideró así.

—Qué más quieres que te diga, Spreen, cuando el destino quiere algo no lo suelta hasta tenerlo —dijo totalmente tranquilo viendo alrededor—. Deberías simplemente aceptarlo y pasar lindos momentos con él, a lo mejor así cuando muera no deje de existir y se vaya al cielo o aquí al infierno.

—Según el pelotudo puede que llegue a renacer en ambos, pero es tan buena persona que yo creo que se lo lleva... yo que sé, el ángel Gabriel, boludo.

Rubius rió por el ingenio de Spreen haciendo que a este se le contagie y libere algo de tensión.

—Oye, tu sigues sin haber muerto, ¿no?

Spreen levantó sus orejas al ser el nuevo centro de atención, bueno, Rubius no mentía. Él seguía vivo y coleando (casi literalmente), lo único que le pasó fue el inconveniente con el brujo aquel.

—¿Y tú te has muerto?

—Pues claro —se encogió de hombros viéndole—. Yo era un chico de Noruega, me morí porque me gustaba cazar y en una no salió tan bien y un oso me mato. Que lindo el karma que ahora soy un puto oso de los cojones —se burló de sí mismo.

—¿Qué se siente morir?

Rubius empezó a pensarlo, eso había pasado ya hace varios años atrás.

—No sé macho, yo morí algo rápido, es peor sufrir la verdad.

—Y sí, qué dolor tener que sufrir por tanto tiempo... —bajó el tono de voz cuando reconoció sus propias palabras, eso estaba pasando con Juan—. Creo que sí estoy siendo un poco egoísta.

—Nah, si estás en todo tu derecho, te está pidiendo explícitamente a tí que lo hagas, pero —debido al movimiento de orejas del castaño, Spreen lo vió curioso, parece que otra de sus locas ideas venía— ...podrías hacerlo, sin hacerlo.

El circo ┊ 𝗰!spruan.Where stories live. Discover now