26. Los votos pueden esperar

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Alex miraba por la ventanilla del avión la pequeña ciudad en la que estaba a punto de aterrizar. O bueno, al menos lucía pequeña desde la altura en la que aún se encontraban, y no podía creer que de verdad lo había hecho: estaba en Houston, Tx. Sin supervisión y prácticamente sin permiso de sus padres, quienes no habían sido avisados de su repentino viaje en un intento de evitar su disgusto e intromisión en aquella repentina decisión.

Sonrió mientras observaba la pantalla de su celular en donde una preciosa rubia de ojos azules le sonreía con ese cabello despeinado esparcido sobre la almohada de esa habitación de hotel en donde habían tenido un increíble y delicioso encuentro dejando el amor dibujar sobre sus pieles necesitadas de caricias.
La pantalla se apagó luego de unos segundos, pero ella presionó el botón de desbloqueo solo para poder verla de nuevo, y es que estaba tan enamorada de Piper que ni siquiera el hecho de que en unos minutos más iba a tenerla frente a ella la hacía querer dejar de ver la imagen en su celular.

-Es una rubia preciosa.- la mujer a su lado le sonrió mirando su celular, y Alex de inmediato lo guardó en su bolsillo.

-Sí, lo es... Gracias.

-¿Es tu..?- se lo pensó unos segundos.

Alex la miró casi con molestia. Era una mujer mayor y evidentemente no podía decir la palabra "novia" frente a una chica refiriéndose a su pareja.
Odiaba el hecho de que el amor entre dos personas les incomodara tanto a otros, porque, para ser exactos, ni siquiera tendrían por qué tener una opinión al respecto.

-Novia.- sonrió girando su rostro de nuevo hacia la ventanilla y queriendo dar por terminada su incómoda conversación.

-¿A ella es a quien vas a ver en la ciudad?- insistió.

-Así es.- suspiró -Y me muero por verla.

-Yo también voy a ver a mi Sherril.- sonrió notando el malentendido en la actitud de Alex -Ella es mi todo y aunque hemos estado juntas por los últimos cuarenta años, me sigo sintiendo exactamente como tú al ver la foto de tu novia. Creo que las rubias nos hipnotizan.

Alex abrió los ojos con asombro, pues de todas las maneras en que esa conversación se podría haber llevado, esa era la que menos habría esperado. Y para ser exactos, ni siquiera había llegado a su mente que la mujer a su lado en el avión pudiera ser parte de la comunidad LGBTQ+. Y no es que ahora ella estuviera emitiendo juicios solamente por la apariencia de los demás, si no que era más fácil sentirse atacado en un mundo en el que la mente cerrada era la que generalmente venía acompañada de una boca abierta.

-No me veas así, cariño.- la mujer se río -Soy Gillian, por cierto.- le extendió su mano para saludarla y la pelinegra de inmediato la tomó -Es lindo que vayas a verla, ¿la conocerás recién o se mudó a la ciudad?

-Mucho gusto, yo soy Alex.- sonrió -Y no, ella está de viaje escolar y Houston nos quedaba más o menos a la misma distancia. Ambas somos de Nueva York, pero estamos separadas por las universidades, así que bueno... Me pidió que volara para reunirnos y aquí estoy.

-Ya veo.- asintió -Son muy valientes al tener una relación de larga distancia. Eso es algo complicado a decir verdad, pero me da gusto saber que aún hay quienes lo intentan.

-Bueno, creo que no podría ser de otra forma. Nosotras somos como un par de piezas de un mismo rompecabezas, ¿sabe? No podemos encajar en otro lado que no sea entre nosotras, y me enorgullece que sea así. No ha sido sencillo, pero lo estamos haciendo lo mejor que podemos.

-Es una manera muy linda de expresarse,- sonrió con ternura -me recuerdas mucho a mí cuando era joven y hacía muchas locuras por mi chica.

-Y que lo diga.- bajó la mirada sonriendo -Mis padres no saben que estoy aquí, son muy comprensivos y apoyan mi relación, pero a veces quieren interferir más de lo necesario.

PERDIÉNDOME EN TIWhere stories live. Discover now