28. En verdad estoy herida

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El amor desenfrenado hace perder la conciencia y aunque se piense que se tiene el control, es difícil determinar si en realidad es así o somos una especie de marionetas siendo operadas por el amor o el desenfreno mismo.

Piper despertó con el cuerpo dolorido y la cabeza latiendo como si tuviera una especie de resaca. Y quizás era eso, pero más bien una resaca sexual que, a diferencia de otras veces, ahora le estaba haciendo dudar si levantarse de la cama.
Aunque en realidad, ni siquiera estaba en la cama, y quizás ese dolor también se debía en parte a que habían terminado en el suelo y ni siquiera habían encontrado las fuerzas para ponerse de pie o al menos arrsatrarse hacia la cama.
Se estiró un poco y descubrió con una sonrisa perezosa lo doloridas que estaban las articulaciones de sus muñecas y tobillos, por lo que imágenes de todo lo que Alex le había hecho la noche anterior y la manera en que había conseguido atarla a la cama como prometió que haría, la asaltaron de inmediato.

El pie de Alex estaba sobre ella, cerca de su pecho y no dudó ni un segundo en deslizar su mano sobre él y acariciar un camino hasta su muslo, y luego, sus uñas se arrastraron de regreso, para tomar el pie de Alex y besarlo de forma descarada.
En su mente solo reinaba que literalmente, no había ni un solo centímetro en el hermoso cuerpo de su prometida, casi esposa, que no hubiera besado ya.
Se sentía orgullosa, pues según las conversaciones que habían tenido mientras se encontraban recuperando un poco la respiración, la pelinegra había confesado que jamás nadie se había tomado el tiempo de amarla con tanta devoción como Piper lo hacía.

Habían hablado de varias cosas, pero su cabeza estaba un poco revuelta. Parecía como si de verdad tuviera alcohol en la sangre, puesto que le costaba mucho recordar exactamente de lo que habían hablado.
Por supuesto que habían trabajado en sus votos, cada una escribiendo en las servilletas de la comida que habían pedido de servicio a la habitación, los más profundos sentimientos que tenían por la otra, y de eso sí se acordaba bien porque Alex la había hecho reír hasta que el estómago le dolía.
Todavía podía escuchar sus risas combinadas mientras pretendía hacer que su novia guardara silencio, y luego de eso, la pelinegra se había abalanzado sobre ella olvidando cualquier atisbo frente a la responsabilidad de elegir las palabras correctas para ese día tan especial.

Acarició la pantorrilla de Alex y sonrió.
Eran únicos los momentos que compartía con la pelinegra y ahora que, prácticamente en unas horas estarían uniendo sus vidas para siempre, le parecía de alguna manera tan irreal que casi pensó en pellizcarse para comprobar si no estaba solo soñando, pero al mismo tiempo le asustaba que fuera así y que de un instante a otro fuera a despertar abruptamente y darse cuenta de que estaba completamente sola en el departamento.

Su cabeza siguió trabajando en los acontecimientos de la noche anterior y no pudo evitar sentir las mejillas calientes de las cosas que Alex había dicho y hecho con ella. Lamió sus labios resecos e incluso pudo notar que estaban un poco inflamados, y si así era como se sentía deshacerse en besos con Alex, entonces que así fuera. Quería eso para siempre. No importaba si le quedaban marcas o si iba a tener que cargar con esos dolorcitos molestos en todo su cuerpo, añoraba por saber que así iba a ser muchas otras veces más por el resto de su vida.

Aunque sentía sus sienes latir, recordó como un pequeño y lejano brillo algo sobre la manera en que la pelinegra se había estado sintiendo la última semana, y es que eso que había sentido era exactamente lo mismo que en su momento, Piper había experimentado cuando precisamente Alex no paraba de hablar de la universidad. Ahora recordaba que habían tenido una pequeña discusión al respecto, en la que desde luego, su prometida no quería aceptar que había estado siendo tan egoísta como ella justo antes de mudarse a la universidad, y eso hasta que habían terminado por dos segundos cuando la rubia se había embriagado y, como no queriendo, Alex sacó a colación el hecho que desde esa ocasión, sus padres habían comenzado a tener sus dudas respecto a su relación, en especial Diane.

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