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La oficina impoluta  que podía cegarte, los muebles cómodos pero se mezclaban fácilmente con el entorno tan blanco que parecía brillar  y aun así estaba completamente vacía. 

El ventanal daba a una tan antigua creación que nadie más que los ángeles conocían, claro que también un demonio pero eso no era el tema. 

Dios había visto todo lo que pasó en la tierra y dudo por su plan después de todo, lo había creado pero no hubo éxito. Los humanos eran seres que tal vez lo habían cansado no todos aunque la gran mayoría, un nuevo plan vino a su mente y con él, la imagen del único ángel que podía cumplir con un plan sin conocerlo y cumplirlo a la perfección, ni siquiera un arcángel podía. 

-Creo que ya es el momento- dijo dios observando a la pareja. 


-Te dije un millón de veces ángel, que no le digas cosas bonitas a mis plantas- dijo molesto el demonio, había regado a sus hermosas plantas que se encontraban muy tranquilas a la hora de que él entró a la habitación. Ninguna de las plantas tembló hasta que grito y las amenazó, seguían hermosas y fuertes; solo eso importaba. 

Las palabras de Crowley se habían perdido entre los antiguos libros, las altas horas de la noche permitían que el silencio reinara en ese antiguo lugar. 

-¿Angel?-pregunto extrañado, su ángel siempre estaba esperándolo mientras leía un libro pero no había nadie. Se dirigió con cuidado a la habitación que compartía con su pareja, la puerta entreabierta le permitía ver y escuchar a su ángel llorar.

-Aziraphale, ¿estas bien?- dijo entrando y cómo un rayo el peliblanco oculto algo. 

-No te escuche llegar, lo siento querido- dijo apenado el ángel limpiando sus mejillas

-¿Qué sucede? Angel- dijo preocupado Crowley, Azirapahle no contesto solo desvió la mirada hacia lo que había oculto debajo de su pierna. El pelirrojo tomo ese pequeño trozo de tela, para ser exacto un mameluco de bebé, de color blanco con pequeños corazones en rojo. 

-Pensé que tal vez…podriamos- la voz del ángel se apagó al sentir la cálida mano de su pareja sobre su mejilla, negó lentamente y Aziraphale volvió a romper en llanto esta vez escondiendo su rostro en el cuello de Crowley que intentaba consolarlo; inútilmente. 

Hace exactamente un año y tres meses la relación de Crowley y Aziraphale había pasado al siguiente pasó (pareja) y viviendo juntos, entre citas y paseos se encontraron en la felicidad plena, sin miedo a que el infierno o el cielo intervengan. Pero no le temían al destino o no estaban prestando atención. 

Fue hace unos cuantos meses, que una noche de lluvia después de una hermosa velada en el Ritz, Crowley y Aziraphale habían pensado en pasar la noche juntos en la librería y llegaron a pesar del mal tiempo, con un pequeño bulto escondido en el saco de Aziraphale. Una hermosa bebé había sido abandonada en un callejón a su suerte, apenas si tenía unos cuantos meses de vida. 

La cuidaron, alimentaron y amaron durante tres meses donde se encariñaron tanto con ella que habían pensando en adoptarla pero el destino fue cruel y se las quitó, el síndrome de cuna o muerte súbita que sufrían los bebés menores de un año.

Aunque no pareciese Crowley fue el más afectado, amó a esa pequeña cómo ama a su ángel, pero no podía dejar que lo vieran mal y menos Aziraphale que a pesar de ya haber pasado meses lloraba casi todas las noches. 

-Ángel, se que la extrañas. Yo también lo hago pero…-

-No te atrevas a decirlo, se que no era nuestra pero ¿Por que?- era la única respuesta que el ángel deseaba. ¿Por qué le habían quitado a su niña? tan pequeña, tan delicada que Aziraphale había más de una vez envuelto en sus alas y Crowley también lo había hecho. 

Un nuevo plan inefableWaar verhalen tot leven komen. Ontdek het nu