12

568 71 8
                                    

Dios no solo estaba molesto, estaba furioso por lo que ocurrió. Eso no estaba en sus planes, no estaba de acuerdo de que un arcángel interviniera aunque en parte sabía de antemano que sucedería, quiera o no.

Las llamas consumieron el gimnasio de la escuela, la mayoría de los niños salieron ilesos y otros habían sufrido alguna que otra herida o quemadura superficial. Los servicios de emergencias eran escasos, debieron pedir más apoyo para poder contener la situación. Los bomberos llegaron rápidamente y se pusieron a trabajar. Las sirenas de las policías y ambulancias ponían nerviosos a los niños y padres presentes.

Pero una pareja estaba muy nerviosa, demasiado para su gusto. Algunos padres, los ayudaban pero nada.

-ANGEL-

-CARIÑO ¿DONDE ESTAS?-

Aziraphale y Crowley buscaban a su hija entre los niños, la ansiedad los consumía al pasar los segundos y no verla lograba que se pusieran más nerviosos. Pero ambos se detuvieron al escuchar aquel leve grito desde el interior del gimnasio, era agudo y pedía auxilio, que la sacaran y pedía por sus padres.

Ángel había quedado atrapada en uno de los tantos casilleros del gimnasio, los nervios se apoderaron de ella y olvidó completamente que tenía poderes. El metal estaba demasiado caliente, le ardía la piel y poco a poco comenzaban a salirle ampollas, el calor era insoportable, las paredes parecían que se cerraban sobre ella, gritaba cuanto podía pero nadie la escuchaba.

-PAPAS POR FAVOR AYUDENME, PAPAS- gritaba Ángel desesperada, las pocas lágrimas que caían de sus ojos hacían que ardieran.

Tal vez ya no había esperanzas para la pequeña.

Aziraphale, con lágrimas en los ojos, corrió hacia la entrada sabía que el fuego podía hacerle daño a su cuerpo mortal pero con un milagro estaría bien.

Era un simple incendio pensaba la gente, pero el ángel sabía que esas llamas no eran normales, no pertenecían a la tierra sino al infierno.

-Fuego del infierno- susurro Aziraphale, tocando su mano lastimada por las llamas.

-Quédate aquí, yo iré por ella- dijo Crowley y se adentro al fuego. El no se quemaría, es más le daría un calor indescriptible.

El lugar le hacía recordar al infierno, las luces rotas, las paredes chamuscadas y el olor azufre eran todo igual con el único y pequeño detalle de que había fuego por todas partes, se quitó los lentes ya que él metal de estos se calentó. No veía nada que no fuera normal en un incendio, tablas rotas, vigas que se caían de a pedazos, las decoraciones se consumían por el fuego pero su hija no aparecía. Corrió a los vestidores, donde creyó que el fuego no había llegado pero se equivocó si el fuego había llegado y especialmente a los casilleros.

-AYUDA POR FAVOR- la voz de la niña lo hizo reaccionar, no dudo ni un segundo más y abrió los casilleros. Y lo que vio lo espanto pero no dudó en socorrer a su hija, que por poco se desploma en el suelo.

-SEÑOR, SALGA DE AQUÍ Y...- el hombro no dijo nada al ver a la niña quemada. -SAQUELA DE AQUI, LAS AMBULANCIAS LA ASISTIRAN- dijo el hombre ayudando a Crowley a salir sin que las llamas alcanzaran a los civiles.

><<>><<>><<>><<>><<>><<>><<>><<>><<>><<>><<>><<>><<>><<>><<>><<>><

-¿Estas feliz?-

-Claro que si, ella fue encerrada por los niños- dijo Gabriel mirando desde lejos el incendio, una sonrisa malvada adornaba su rostro. Mientras que Beelzebub se arrepentía por ayudar al arcángel, aunque creía que lo que hizo estaba bien no pudo dejar de sentirse culpable por su amiga que sufría.

Un nuevo plan inefableDonde viven las historias. Descúbrelo ahora