Muere dignamente en tu soledad

463 23 181
                                    

Cuando Ash abrió los ojos, lo primero que le saludó fue un límpido cielo estrellado.

Lo segundo, fue la sensación de que se estaba congelando.

Maldijo en voz baja, mientras usaba sus manos para empujarse hacia arriba. Su cabeza latía, un dolor punzante amenazaba con romper su cráneo en dos. ¿dónde se suponía que estaba? ¿Qué era lo que había estado haciendo?

Recordaba... La mansión de Dino. Su mirada borrosa, la falta de fuerza en sus piernas, la voz de Blanca en su oído y... ¡la voz de Eiji!

La voz de Eiji diciendo que dispararía.

Después, el subterraneo. Las manos de Eiji guiándolo por un perpetuo pasillo oscuro de sombras difusas, y el sabor de la más celestial sopa de lata que alguna vez hubiera probado.

Después... después...oscuridad.

Se había quedado dormido.

¡dormido!

Observó alrededor con desesperación, intentando captar un rezago de cualquier silueta familiar. Cualquier sonido, cualquier olor.

Pero no encontró nada. Estaba en medio de un campo vacío.

Se puso de pie con rapidez; tanta que, pudo sentir el momento exacto en el cual perdía el equilibrio, tendiendo que colocar sus manos, antes de impactar directamente contra el suelo. Lo intentó de nueva cuenta, incorporándose como podía, al tiempo que llevaba las manos a su boca, mascullando una maldición.

—¡Eiji! —Gritó, con toda la fuerza que aún le quedaba—¡Eiji! ¡¿Dónde estás!? ¡Respóndeme!

Lo hizo hasta que sintiera la garganta seca y adolorida, mientras cómo podía, avanzaba en medio de la oscuridad. Cuando sus pulmones se hubieran cansado, así como sus pies, Ash simplemente dejó caer sus brazos a los lados, mientras una expresión de incredulidad mezclada con horror lo llenaba.

Mientras avanzaba no había podido reconocer en qué parte de Nueva York se encontraban. La jungla de concreto no tenía tales bosques, ni áreas verdes. Por un segundo lo había confundido con algún parque estatal, pero era demasiado amplio, y muy mal iluminado. Mientras más terreno hubiera recorrido, la respuesta parecía más obvia. No estaba en Nueva York.

Y, eso sólo había sido confirmado por la visión que ahora le saludaba.

Era su hogar.

Su vieja casa, en Cape Cod.

Ash murmuró ahogadamente un "no" mientras daba un paso atrás. Aquello no era posible. Hacía tan solo unas horas estaba en un intrincado sistema de túneles, listo para recibir el ataque combinado de Dino, la serpiente Lee, y el traidor de Blanca. Y ahora-

—Esto no puede ser...

Murmuró, el sentido de urgencia regresando a su cuerpo. ¿Dónde estaban los demás? ¿Dónde estaban sus hombres? ¿Dónde estaba Eiji?

Un millón de probabilidades atacaron su mente, cada una más desastrosa y catastrófica que la anterior. Sintió su estómago retorcerse, y de no ser porque debía haber pasado una buena cantidad de horas desde que pudo tomar un poco de sopa de las manos de Eiji, estaba seguro que lo que devolvió sobre el pasto húmedo, habría sido más que solo bilis mezclada con jugos gástricos.

Se sentía enfermo...

Respiró hondo, intentando calmarse.

Tenía que pensar.

Necesitaba un plan.

Necesitaba encontrar a Eiji.

Se tambaleó hasta la puerta de entrada de la casa, sintiendo que la respiración se le hacía pesada, al igual que sus miembros.

Soldier's homeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora