Lamentación del sin techo.

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 "Lo siento, amigo, no quise molestarte

Pero hace frío en la calle

Y mi corazón está enfermo"

Ash se removió en su lugar, mientras soltaba un gemido quedo al sentir el algodón tocar su mejilla

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Ash se removió en su lugar, mientras soltaba un gemido quedo al sentir el algodón tocar su mejilla.

—Auch—Se quejó. A su lado, Eiji frunció el ceño.

—No te muevas, ya casi termino.

Le pidió, mientras tomaba una de las banditas del pequeño botiquín que antes no tenían en esa casa, quitó el papel de un lado, y lo pegó con cuidado en su mejilla.

—Te dije que era delicado—refunfuñó Ash, ganándose un suspiro cansino, y una pequeña caricia en la mejilla, que bien pudo haber pasado como un intento de acomodar mejor la bandita.

—No puedo creer que fueras a pelear con Sing...

Ash se limitó a suspirar, incapaz de creer su mala suerte. Eiji al parecer aún mantenía su manía nada normal de levantarse a increíblemente tempranas horas de la mañana, y al no notarlo en la cama junto a él, salió disparado a buscarlo. Sólo para encontrarse, al bajar por las escaleras y ver por la ventana, la imagen del puño de Sing impactando con su mejilla.

Lo siguiente había sido el grito de Eiji, que les pedía a ambos que se detuvieran. Ash sintió su cuerpo tensarse, al igual que lo había hecho el de Sing. Empero, el otro hombre sólo había optado por murmurar unas disculpas masticadas, y salir de allí sin mirar atrás.

Eiji había hecho un ademán de seguirle, aunque finalmente se había quedado a su lado.

—No estábamos peleando—Aclaró él, a lo que Eiji respondió señalando su mejilla herida, con una expresión incrédula en el rostro.

Ash ahogó un suspiro cansino.

—Estaba pagando una deuda.

Eiji le dedicó una mirada escéptica, y en partes curiosa; pero Ash no tenía muchas ganas de explicarle, especialmente; porque estaba seguro de que aquello sólo traería una expresión mucho más acongojada a sus facciones.

Eiji pareció inspeccionar su rostro un momento, como si intentara encontrar el pequeño hilo del que su mentira pendía, empero; después de unos momentos- se dio por vencido.

—Ash...—Le dijo, dejando a un lado el botiquín, y poniéndose de pie—Tengo que preparar el desayuno para Akira...

Ash giró su rostro para ver la espalda de Eiji, creyendo que quizá esa era una manera amable de pedirle que volviera a la habitación a encerrarse. En cambio, continuó.

—Quieres... ¿ayudarme? —Cuestionó, con una mirada que se parecía sólo un poco más a la que él había conocido hacía tanto tiempo—Después iré a buscar a Sing, si está enojado, creo que querrá estar solo.

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