CAPÍTULO 4

1.7K 175 10
                                    

POV. Lauren.

—Escucha Laur, sin rencores, ¿de acuerdo?— Cabello ya está retrocediendo en el momento en que Camila dobla la esquina. —Has visto lo que necesitabas y no te interesa. No hay necesidad de alargar esto.

Giro la cabeza y miro fijamente al pedazo de mierda que tengo delante. Estoy tan enojado que no puedo ni formar palabras. ¿Cómo ha podido meter a su hija en un negocio como si fuera la llave del edificio?

—Gracias por tu tiempo, y buena suerte. — Cabello se da la vuelta, y es entonces cuando estallo.

— ¿Quieres hacer un trato?— Mis palabras son cortas, pero está claro que solo hay una forma de salir de esto.

De ninguna manera voy a dejar que alguien más entre aquí y reclame esa dulce cosita. Ni una maldita posibilidad.

—Este es el trato. Te daré el precio que pediste, y también tomaré a tu hija. Pero quiero que te vayas.

Se ríe como si estuviera bromeando. 

—El trato es que tú seas el dueño del lugar, y yo me quedo como socio gerente. Necesito a alguien que arregle el lugar, pero pienso quedarme y disfrutar. — Se acomoda los vaqueros y me dan ganas de darle una patada en los huevos.

—No solo te quiero fuera de esta arena, te quiero fuera de este puto estado. Y quiero que suceda esta noche.

—No puedes hablar en serio. —estrecha sus ojos hacia mí.

—Pruébame. — Saco mi teléfono y lo levanto. —Incluso te daré el doble de lo que pides, pero si vuelvo a ver tu cara por aquí, será la última vez que respires sin la ayuda de una máquina.

Su rostro palidece y traga con fuerza. — ¿Adónde se supone que debo ir?

—Por mí puedes irte directamente al infierno. — Abro mi teléfono y envío un mensaje a mis contables. Responden enseguida y me lo guardo en el bolsillo trasero. —Ya está hecho, lárgate de mí edificio.

—Tengo que coger mis cosas y despedirme de…

—No. — interrumpo. —No puedes decirle ni una puta palabra a mi chica. Nunca más. 

—Espera, tal vez deberíamos hablar un poco más de esto. 

— ¿Quieres el dinero o no?

Lo piensa durante medio segundo y mira en la dirección en la que se fue Camila. Sé que está sopesando el dinero con su hija, y no me sorprende cuando finalmente se encoge de hombros como si no fuera gran cosa.

—Lo que sea. — dice finalmente y pasa junto a mí. —Diría que nos vemos, pero me alegro de haberme librado de esta pocilga. —refunfuña, y me doy la vuelta para asegurarme de que sale por las puertas principales.

En cuanto se pierde en la oscuridad de la noche, miro a mí alrededor y sacudo la cabeza. ¿Qué demonios acabo de hacer? Busco a los de seguridad y hablo con los chicos para que cierren y mantengan el local cerrado durante la noche. Aceptan quedarse y asegurarse de que Cabello no vuelva. He llenado sus bolsillos con un poco más para endulzar el trato. Cabello puede ser un pedazo de mierda, pero se las arregló para contratar personal decente.

Una vez solucionado esto, pregunto a uno de ellos dónde puedo encontrar a Camila porque ella y yo tenemos que hablar. Uno de los chicos me indica el estacionamiento, y debo parecer confuso, pero me explica que ella tiene una pequeña caravana instalada ahí. Me enfurece aún más que haya hecho vivir a su hija en un puto estacionamiento en el que Dios sabe lo que podría pasarle. Está claro que no se preocupa por su seguridad.

Mis botas golpean el pavimento cuando salgo a la parte de atrás y veo el terreno vacío con la caravana rota en el borde, cerca del bosque. No solo es una mierda que se podría llevar por delante un viento fuerte, sino que está al lado de una zona donde cualquiera podría acercarse y cogerla sin que las cámaras lo vieran. Diablos, un maldito oso podría atravesar sus paredes. Hay demasiados escenarios donde ella está en peligro, y no me gusta. Ni un poco.

Una mirada a esa cosita y lo único que quiero hacer es echármela al hombro y sacarla de aquí. La vida en el rodeo no es para los inocentes, y tengo la sensación de que ella ya ha sufrido demasiado si es así como está viviendo.

Me acerco a la caravana y llamo a la puerta, y todo tiembla. 

Sacudo la cabeza y vuelvo a llamar cuando no oigo movimiento adentro.

— ¿Qué demonios?— Golpeo la puerta y esta vez veo que se enciende una luz justo antes de que Camila abra la puerta. 

—Santa mierda.

Está de pie, sin nada más que unas bragas blancas de algodón y una camiseta blanca de tirantes que se ciñe a sus curvas. Algunos la llamarían gordita, pero yo diría que cada centímetro de ella es jodidamente perfecto.

— ¿Qué?— Parpadea un par de veces como si no estuviera despierta, y me pregunto cómo demonios ha podido dormirse tan rápido.

—Vuelve a entrar. — ladro, y ella se cae de espaldas ante mi tono cortante. —Joder. 

Tengo que subir al interior del desvencijado remolque para ayudarla a levantarse del suelo. Está tirada en una especie de alfombra rosa mullida, pero no tengo tiempo de mirar el lugar.

—Maldita sea, chica, ¿intentas provocarme un ataque al corazón?— La atraigo hacia mis brazos y me siento en el colchón detrás de mí. No hay mucho más aquí para sentarse, y mi tamaño ya está estirando el espacio al máximo.

— ¿Perdón?— Lo dice como una pregunta mientras me mira a través de sus oscuras pestañas. 

— ¿No tienes algo de ropa que puedas ponerte?— No me molesto en ocultar mi mirada mientras observo su cuerpo casi desnudo y paso mi mano por su cadera. — ¿O esto es parte del trato?

—No sé de qué estás hablando. — No hace ningún movimiento para salir de mi regazo, y sé que mi polla tiene que estar clavándose en su culo. No puedo evitarlo con su suave cuerpo apretado contra el mío.

—Acabo de comprar el Circle C Rodeo, y el trato era que veníascon él. — Mi mano se desliza por su muslo desnudo porque no puedo evitar la necesidad de sentirla, de clavar mis dedos en su suavidad. —Tu padre me prometió que aún eras dulce. ¿Lo eres, Camila?

—Yo... um... — traga con fuerza y, en lugar de responderme en voz alta, asiente.

Joder, debería salir de aquí. Lo único que quería era entrar aquí y decirle que cogiera sus cosas para poder alojarla en un hotel. Pero tenerla en mi regazo y sentir sus cálidas curvas apretadas contra mí me hace querer hacer cosas malas. Ella no ha tenido un hombre, pero apuesto a que podría enseñarle a montar.

— ¿Por qué no me enseñas?— señalo con la cabeza sus bragas mientras empujo sus piernas para abrirlas un poco. 

—Déjame ver lo que he pagado.

Su mano está temblorosa mientras levanta el borde de las bragas y las aparta lentamente hacia un lado. Es entonces cuando veo los labios de su coño, ya húmedos y llenos. Me relamo los labios y vuelvo a asentir.

—Déjame probarlo.

*********

Listo, POV esperado, y un poco más 😉

COMPRADA ~Camren G!P~Où les histoires vivent. Découvrez maintenant