Capítulo 8 💖

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—¡Eso es acoso! ¡Hostigamiento! —chilla.

—Solamente fui amable.

—Sería amable si lo hubiera invitado. —la señorita Steele gira para mirar a Vázquez—. ¡No lo hice!

Es mi turno de mirar al jefe de recursos humanos de Grey Enterprise Holdings.

—Cierto, lo hizo su padre. Es un hombre agradable y me invitó a ver el juego.

La chica chilla y frunce la nariz, haciendo que las gafas se deslicen hacia abajo. Está furiosa y molestarla se ha vuelto mi más nuevo pasatiempo.

—¡Agh, señor Grey! ¡No puede hacer eso! —su dedo me apuñala el brazo—. ¡Dígaselo! ¡Diga que no puede irrumpir en mi hogar!

Timothy mira de uno al otro, sabiendo que ella tiene razón pero soy su jefe, estaría condenándose si me lleva la contraria. Le dedica una mirada cansada.

—Señorita Steele. —luego a mi, con más frustración que cansancio—. Señor Grey. Creo que todos nos sentiríamos mejor si evitamos cualquier tipo de contacto fuera del horario laboral.

Ella levanta la nariz y me mira a través de sus gafas de lectura en forma acusadora, sabiendo que tiene la razón, o la tendría en cualquier otro caso que no implicara enfrentarse a mi.

Sonrío porque sé que encontraré una forma de ganar. Siempre lo hago.

La señorita Steele sale de la oficina de recursos humanos, a dónde acudió temprano en la mañana a presentar su queja, y yo la sigo hasta el ascensor. Andrea sonríe cuando pasamos junto a su mostrador y directo a mi oficina.

—Gracias Taylor, puedes retirarte.

Despido a mi jefe de seguridad para que la niñera se haga cargo porque, a pesar de su enfado, aún trabaja para mí y faltan muchas horas para que deje de hacerlo. Ella me lanza una mirada furiosa antes de sentarse a un lado de Albert.

—Hola pequeño, lo siento por eso, pero tu papá es insoportable. —le dice, como si el infante comprendiera.

Carraspeo para que sepa que escucho perfectamente todo lo que dice con su actitud pasivo-agresiva.

—Estoy aquí, es mi oficina.

Ella hace una mueca con los labios y le sonríe al niño, que raya con una crayola la alfombra  con la pista de carreras. Al menos no son marcadores permanentes.

La señorita Steele aún tiene el ceño arrugado, dándole una expresión que me resulta divertida porque no soy yo quien está perdiendo los jodidos nervios.

Presiono el botón del intercomunicador y dejo que mi voz sea fuerte y clara al dar una instrucción a mi secretaria.

—Andrea, consígueme un palco VIP de los Marines para el resto de la temporada y hazme llegar los pases, estoy seguro que a un amigo podría interesarle.

No la veo, pero escucho su jadeo de indignación porque ambos sabemos que me refiero a su padre. Andrea permanece ignorante de nuestro nuevo juego.

—Por supuesto, señor Grey. —titubea un segundo, algo impropio de ella—. La señorita Lincoln está aquí, ¿Debo decirle que está ocupado?

¿Elena? ¿Apareciendo sin aviso? Mierda, olvidé nuestro almuerzo mensual.

—Esta bien, déjala pasar.

Echo un vistazo rápido al niño y a la niñera, solo para asegurarme que ella le presta su entera atención y que Albert no interrumpirá nuestra conversación. Cinco minutos después, la rubia entra sin ser anunciada.

—¡Christian!

Me acerco a saludarla y me besa ambas mejillas, llenándome del empalagoso olor de su perfume francés.

—Elena, lo siento tanto, lo olvidé.

Su mirada se dirige inmediatamente a la improvisada guardería donde solía estar mi sala, sus cejas se fruncen inmediatamente.

—Desde que tienes al niño te has vuelto algo... Olvidadizo.

Lo sé. La preocupación por el continuo llanto de Albert estaba afectando mi rendimiento en los negocios y en todo lo demás.

—Te compensaré, lo prometo. —señalo la silla frente a mi escritorio para que se siente.

Apenas le dirige una segunda mirada al niño o a la chica.

—Bueno, me alegra ver que controlaste al niño. Te dije que necesitaba mano firme.

Sé que la señorita Steele escuchó las palabras de Elena, porque no oculta su malestar con un ruidoso bufido.

Es solo un niño.

La boca de la rubia cuelga abierta y gira para mirarla.

—¿Qué dijiste?

La señorita Steele la ignora mientras toma de su bolso un paquete de toallas húmedas y limpia las manos y el rostro de Albert.

—Elena, creo que...

—¿Eres sorda? —gruñe—. Te estoy hablando.

Su voz atrae la atención del niño y provocando un alarido, luego el llanto cuando Albert es consciente de Elena. Por primera vez desde que entró a la oficina, la chica castaña mira fijamente a la rubia.

—Mire lo que hizo, acaba de asustarlo.

—¿Perdón?

Ahí va mi tarde libre de escándalo.

Elena se levanta de la silla y Albert grita más fuerte, ni siquiera poner al niño en su regazo logra que la señorita Steele lo calme.

—Sal de aquí. —le ordena, pero ella la ignora de nuevo—. ¡Dije que salgas de aquí!

La furia en los ojos azules de la niñera me aseguran que voy a pagar un infierno por esto. Elena está fuera de si, así que me dirijo a la mujer más sensata de las dos.

—Señorita Steele, ¿Podría llevar a Albert a la sala de juntas? —niega lentamente con la cabeza y me veo obligado a suplicar, otra vez—. ¿Por favor?

Se pone de pie con Albert en brazos y yo imito su movimiento, interponiéndome entre ambas mujeres para evitar la confrontación física. Sé que Elena no la atacaría, dañaría su costosa manicura.

¿La señorita Steele? Estoy seguro que la chica tiene mal genio.

La chica castaña se detiene frente a mi con las cejas fruncidas de molestia.

—No debería dejar que esa mujer se exprese así de su hijo.

Lo sé. Pero no quiero hacer enojar a la rubia y perder a la única amiga que tengo.

—Me encargaré. —digo en cambio, luego los observo salir de mi oficina.

Tomo un profundo suspiro antes de mirar a la rubia, cuya expresión ofendida me recuerda más a una niña que a una mujer cercana a mi edad.

—¿Qué? No dije nada malo, es cierto que el niño necesita disciplina.

Carajo.

Y yo sé que la rebelde niñera también podría necesitarla.

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(◍•ᴗ•◍) 💙

Señorita Steele (Versión Fanfic)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora