Capítulo 23 💖

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Agh.

No me refería a esto cuando propuse esa cena para la señorita Steele y yo. Carajo.

—¿Verdad, Christian? —Raymond Steele pregunta con entusiasmo—. ¿No sería genial que fuéramos los tres a pescar?

Genial. Asiento por compromiso, luego mira de vuelta a Taylor que está sentado a mi lado en la mesa del restaurante. Su hija está frente a mi y Albert en una sillita alta entre ambos.

La chica castaña toma la servilleta de su regazo e intenta cubrir la sonrisa de burla.

—Tramposa. —susurro solo para ella, pero soy consciente que la conversación no es privada.

Su padre mira de uno al otro antes de continuar con sus planes de pesca en el lago Washington con Jason y conmigo. Mierda, cuando Carrick lo sepa querrá unirse.

La camarera se acerca con nuestra cena, desliza los platos y las bebidas, luego me mira con un rápido movimiento de sus pestañas.

—¿Algo más que necesite, señor Grey?

Paciencia.

—Nada por ahora, gracias.

La chica tiene la decencia de mirar al resto de los ocupantes en mi mesa antes de alejarse. Albert es el primero en alcanzar su plato y hundir sus pequeñas manos dentro del puré de papas.

—¡Nana! —chilla, ofreciendo un bocado de puré con su puño.

Raymond se ríe y la señorita Steele toma su mano para empujarla de vuelta a su boca.

—Gracias, bebé. Tengo mi propia cena que tu padre pagó.

Arqueo la ceja ante sus palabras y ella vuelve a cubrir su rostro con la servilleta, movimiento que atrae de nuevo la atención de su padre y de Jason.

—¿No es adorable que Albert quiera tanto a mi Annie? —su mirada cae con una expresión de tristeza—. Espero que no sufra tanto cuando termine su beca.

Mi mirada también llega al niño y me arrastra por un solitario futuro, que rápidamente saco de mi mente.

—Me estoy encargando de eso. —respondo al nuevo mejor amigo de Taylor.

Ignoro la expresión de ojos entrecerrados de la señorita Steele y me concentro en mi comida acompañada con un vaso de whisky mientras Steele y Taylor beben cervezas. Ana eligió una copa de vino y para Albert solo jugo de manzana.

Esperaba tener algún momento a solas con la niñera, pero su padre y el niño no me dan la privacidad suficiente para acercarme a ella. Parece incluso que están empeñados en interferir.

—¡Annie! ¡Mira! —el señor Steele señala un edificio en el horizonte—. Apuesto a que tu jefe tiene uno mucho más alto.

Ni siquiera me molesto en mirar lo que señala, me parece ridículo que trate de llamar su atención. Cómo si fuera una competencia, Albert levanta su dedo y apunta a una pintura de girasoles en la pared.

—¡Nana! —chilla y la hace reír. Ella toma su pequeña mano ahora limpia.

—Qué hermosa flor, Albert.

Ríe de nuevo y su mirada azul se ilumina, haciendo que sus mejillas sonrojadas resalten.

—Preciosa. —susurro, mirándola a ella.

Se acomoda el cabello detrás de la oreja para disimular su incomodidad. Me inclino para llamar su atención y pedirle unos minutos a solas cuando su padre interrumpe.

—¿Nos vamos? —los platos de la cena son retirados por la mesera—. Cristo, creo que comí demasiado de ese filete marinado con papas.

Apoya sus manos sobre su abdomen y las gira en círculos, su atención moviéndose ahora hacia mi como una de esas mascotas parlanchinas.

—Excelente cena, Christian. Gracias por la invitación, siempre quise venir aquí alguna vez, has hecho feliz a un viejo.

—Un placer, Raymond. —respondo por cortesía—. Vamos, los llevaremos a casa.

La cuenta se cargará a mi cuenta, así que no nos detenemos hasta que salimos a la acera. Taylor se apresura a llegar al auto con su mejor amigo pisándole los talones.

—¡Qué trabajo tan interesante! Siempre tienes qué estar alerta, como en los viejos tiempos, ¿No? —lo escucho hablar algunos pasos delante de mi—. ¿Tendrás alguna vacante?

Sus ojos azules idénticos a su hija me miran y yo parpadeo para salir de la ensoñación en donde lo envío a mi oficina de Nueva Yonke como guardia de seguridad.

—Lo revisaré con recursos humanos. —prometo.

Jason y Raymond suben al frente, la señorita Steele y yo atrás de Albert. Estoy seguro que parecemos una pequeña familia con abuelos para cualquiera que nos mire, y me sorprende darme cuenta que la idea no me desagrada del todo.

Apenas unos minutos nos separan de su edificio y estacionamos en la acera, los últimos segundos juntos se acaban.

—¿Verdad que fui agradable? —le sonrío y ella pone los ojos en blanco.

—Estás aprendiendo de modales, te felicito. —me gusta cuando ella usa mi nombre—. Algunas veces no necesitas obligar a las personas a cenar contigo.

—Te escucho.

Me imagino nuestra próxima cita en algún lugar más privado y con ambiente adulto. Necesito encontrar la forma de llevarnos a ahí pronto.

—Espero que... —sus palabras se interrumpen cuando su padre abre la puerta de su lado.

—Annie, es tarde y tienes qué descansar. —me dirige una sonrisa que no toca sus ojos—. Gracias por la cena, Christian.

Casi la empuja para que salga, pero ella se inclina de vuelta para besar la cabeza castaña de Albert.

—Buenas noches, amor. Buenas noches, Christian.

La puerta del auto se cierra rápidamente y ambos Steele entran en el edificio de apartamentos. Miro a Albert y su puchero de labios apretados.

—¡Nana!

—Si, lo sé pequeño. Yo tampoco quiero que se vaya.

Taylor me mira por el espejo retrovisor por algunos segundos, luego vuelve su mirada al frente para llevarnos de vuelta a Escala.

—Hiciste un nuevo amigo. —le digo cuando se detiene en el semáforo.

—Es agradable. Siempre es bueno conocer un veterano. —su voz cambia a un tono más alegre—. ¿Debería preocuparme por mi empleo?

Sé que está bromeando por la petición de Raymond de trabajar para mí, pero no es algo que me interese. Al menos no en ningún puesto de Seattle.

—Tal vez necesitemos a alguien en Aspen. —sigo el juego, porque es lo que es. Una broma.

Jamás haría algo que envíe a la señorita Steele lejos de Albert. O de mi.

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(◍•ᴗ•◍) 💙✨

Señorita Steele (Versión Fanfic)Where stories live. Discover now