Capítulo 1

491 38 1
                                    

Kang Daniel, sentado ante el puesto de control principal, levantó la vista cuando se abrió la puerta del centro de mando a las 6.25. Intentó reprimir una mueca, pero fracasó cuando reconoció a la mujer esbelta que se dirigía con decisión hacia él. Se levantó y extendió la mano con una sonrisa.

–Bienvenida, comandante.

Con un gesto cálido, la agente del Servicio Secreto de Corea del Sur, Kim Minjeong, le dio la mano al atractivo agente, rubio y de aire juvenil.

–Me alegro de volver, Kang. –A pesar de las dificultades personales que, sin duda, encontraría, sabía cuánto lo deseaba.

La mujer echó un vistazo a la amplia habitación que ocupaba el octavo piso de un edificio de apartamentos de piedra rojiza que daba a The Hills, en Hannam. Casi seis meses antes había estado al frente de las tareas de seguridad que el Servicio Secreto desarrollaba en aquel lugar, y no había esperado regresar, al menos no de forma oficial.

En principio no se había alegrado de que le confiasen la dirección de aquella unidad. Gran parte de su carrera había transcurrido en la División de Investigación del Servicio Secreto, siguiendo la pista al dinero falso que se utilizaba en las transacciones ilegales de drogas. Tras trabajar sobre el terreno con miembros de la Dirección Antidroga, de la Oficina de Alcohol, Tabaco y Armas de Fuego y del Departamento del Tesoro, consideraba la sección de protección del Servicio Secreto un lugar para principiantes y burócratas. No le interesaba proteger a diplomáticos, visitantes extranjeros y personajes de las familias de los  políticos.

Hasta este momento. Ahora, en cambio, le importaba muchísimo.

–¿Ha regresado ya Karina? –preguntó Minjeong, y encogió los hombros para sacudirse los residuos de rigidez del vuelo nocturno.

Estaba en Ulsan en un nuevo destino, tras la pista de una serie de fraudes hacendísticos que la agencia esperaba que condujesen a una red de importadores de cocaína, cuando la habían llamado a su antiguo puesto.

Aquel cambio de órdenes era del todo inesperado, y le molestaba que le hubiesen ordenado presentarse en Seúl  inmediatamente, sin más explicaciones y sin un intervalo para recibir instrucciones en Corea. Nadie había dado a entender que hubiese problemas en aquel punto, pero eso no significaba nada. El gobierno federal dependía de múltiples agencias de seguridad con esferas superpuestas de intereses e influencias, y había interminables luchas por el control de territorios. Incluso los que necesitaban información crítica no la conseguían hasta que era demasiado tarde. Ella misma había experimentado ese desastre más de una vez. Y, en una ocasión, casi la había destruido.

–¿Un vuelo largo? –A Daniel no le pasó por alto la tensión de su expresión.

–Lo normal. –Se sacudió la nube de fatiga, disipando los recuerdos al mismo tiempo. No permitiría más meteduras de pata allí habiendo algo (alguien) tan importante en riesgo. Averiguaría quién o qué estaba detrás de su traslado.

Pero lo primero era lo primero. Tenía trabajo que hacer antes de su reunión inicial con la mujer a la que debía proteger. Una mujer que, en el mejor de los casos, colaboraba a regañadientes en su propia protección y que seguramente sería aún más reticente en aquellos momentos.

Minjeong se centró de nuevo en Daniel.

–Necesito información antes de reunirme con ella. He estado volando casi toda la noche y no me han comunicado su localización.

–Ha vuelto al nido –afirmó Daniel, señalando el techo y el penthouse que ocupaba el piso superior del edificio–. Regresaron de China anoche muy tarde, pero Karina no quiso quedarse en Seúl. Llegaron en coche a las tres. Eso no estaba en los planes.

명예의 유대감 // 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora