Capítulo 9

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A las siete de la mañana del domingo, Minjeong esperaba en el vestíbulo del apartamento de Jimin con Chaeyoung y Mina. Había enviado a Daniel por delante para que coordinase los detalles en Ilsan Lake Park y avisase a los jefes de los equipos de seguridad municipal de que quería verlos personalmente antes del inicio de la carrera.

El Departamento de Tráfico de la ciudad de Ilsan iba a estacionar escuadrones de oficiales en el metro, el Departamento de Policía de Ilsan se ocuparía de la seguridad en la ruta de la carrera, y el equipo del alcalde estaría en la tarima de oradores desde donde él, Jimin y otros se dirigirían al público al término de la carrera. Para el Servicio Secreto era un procedimiento operativo corriente coordinar todas las fuerzas de seguridad cuando un protegido de alto rango hacía una aparición pública.

Minjeong repasaba los detalles mentalmente cuando la puerta del ascensor se abrió y Jimin salió al vestíbulo. Iba vestida para la carrera casi igual que ella: una ligera cazadora de nylon sobre una camiseta, pantalones de correr y zapatos deportivos. Se había recogido el pelo, como solía hacer en sus apariciones públicas, sustituyendo el habitual broche de oro por una cinta oscura. El ligero maquilaje resultaba superfluo en un rostro nacido para las cámaras. Incluso su actitud parecía distinta: caminaba rápido, con decisión y sin mirar apenas a su alrededor. También ella tenía que desempeñar un trabajo, el que llevaba haciendo quince años desde que faltaba su madre. Era la reina de la dinastía de su padre y solía acompañarlo en acontecimientos de Estado o representarlo cuando las circunstancias sociales lo exigían. Aquel día se presentaba como hija del Presidente y, aunque el papel no siempre le resultaba cómodo, lo conocía bien.

Cuando vio a Minjeong, dudó un instante. Ambas se sonrieron, olvidando durante un momento que había otras personas con ellas. Fue una de esas reacciones automáticas que ninguna de las dos podía evitar, aquella breve punzada de agradable reconocimiento que rebasaba la voluntad o el sentido común. Sus sonrisas desaparecieron enseguida y se saludaron en tono formal.

-Buenos días, señorita Yu-dijo Minjeong, y se puso a su lado, mientras Chaeyoung y Mina ocupaban el lado contrario.

-Comandante. -Jimin hizo un breve gesto y se dirigió hacia la puerta principal sin interrumpir el paso.

Chaeyoung mantuvo la puerta abierta por rutina, y Minjeong se adelantó un poco, colocándose a la derecha de Jimin. Dudó un instante en la acera mientras miraba la calle arriba y abajo, y luego el parque, como había hecho el día del disparo. Una duda tan sutil que nadie, excepto otro agente, habría notado. Nadie, excepto Jimin. La joven siempre se fijaba en la posición de Minjeong entre ella y una amenaza potencial, incluso cuando se limitaban a cruzar la acera juntas. En aquel lugar en particular nunca dejaría de sentir la involuntaria quemazón en el estómago. Minjeong se dio cuenta de la tensión de Jimin y murmuró en una voz muy baja que nadie más podía oír:

-Se trata sólo del procedimiento. Procura ignorarlo.

-Ya me gustaría -repuso Jimin en el mismo tono cuando cruzaban la acera en dirección a la limusina negra-. Sería mucho más fácil si pudiese, pero no puedo.

Chaeyoung y Mina fueron hacia el Suburban situado en cabeza para dirigir la caravana. Minjeong abrió la puerta del segundo coche para que Jimin entrase, y luego se deslizó tras ella. Detrás iba un vehículo del FBI y, cuando el convoy arrancó, Jimin anunció en tono oficial:

-Me reuniré con algunas personas cuando lleguemos.

Minjeong la miró con cautela, un tanto sorprendida de que le diese la información voluntariamente y, a la vez, un poco molesta por no haber sido informada antes. A Jimin no se le exigía que le contase todo a su equipo de seguridad, por supuesto, pero siempre resultaba útil conocer de antemano la mayor cantidad posible dedatos. Sin embargo, agradeció aquella pequeña mejora de la comunicación.

명예의 유대감 // 2Where stories live. Discover now