Capítulo 11

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Lucas me mira con total asombro y su rostro luce bastante enfadado. Cosa que entiendo por haber interrumpido su momento de relax.

-¿¡Se puede saber porqué no pegas antes de entrar?! -sigue sentado, intentado cerrar aquello que en su día tuvo que tener cerrado.

Débora sale de debajo de la mesa. Se acomoda con discreción su pelo cobrizo que se le ha salido de aquella cola que minutos antes estaba intacta por la laca. El rojo de sus labios se le ha corrido por completo y adquirido un tono invisible a la vista. Se pasa el pulgar provocativamente por la boca, limpiando así la poca dignidad que le queda.  Me sonríe descarada y sale del despacho sintiéndose victoriosa.

Giro mi cabeza hasta verla salir y observo como se pavonea meneando exageradamente sus caderas. ¿Se puede ser más repulsiva? Me encuentro de nuevo a los ojos de Lucas.

-¡Creía que se venía a trabajar! No ha cumplir fantasías sexuales -respondo enfurecida caminando hacia su mesa.

Se levanta de la silla y da un golpe firme en la mesa haciendo que se caiga el marco de la foto.

-¿Quién cojones crees que eres para venir hasta aquí y darme órdenes? -sus gritos hacen que los trabajadores miren con curiosidad a la puerta que se encuentra abierta.

Me doy media vuelta y cierro. Camino de nuevo hacia él y le sonrió con malicia.

-¿Me puedes explicar porque este año has entregado dos invitaciones para parejas? Cuando siempre ha sido de libre elección -apoyo mis dos manos en su mesa y nos quedamos frente a frente.

-¿Es en serio? -empieza a reírse a carcajadas, mientras pasea de un lado a otro-. Si es porque no tienes pareja, ese, no es mi puto problema, ¿Entiendes?

-Todavia me pregunto cómo pude haberme casado contigo,¡Porque eres un pedazo de imbécil! -salgo corriendo hacia la puerta indignada, cuando algo hace que me pare de inmediato.

-¿Que te pasa?¿Se te ha olvidado algo? -pregunta en un tono vacilante.

-Me pregunto si Débora habrá conseguido encontrar algo en tu entrepierna. Porque yo, no conseguí encontrar nada en esos años -y dándole la espalda abro esa puerta llevándome conmigo el silencio de su masculinidad herida.

Voy para mi oficina y llamo Alejandro. Cancelo todas mis citas menos importantes y me llevo por horas anticipadas a Lucía. Esta tarde toca compra de chicas, tengo que ir espléndida esa noche.

Almorzamos en una pizzería italiana que me encanta, son las mejores pizzas que te puedes comer. Su secreto, italianos altamente atractivos. Lucía coquetea sin parar con uno de los pizzeros, mientras que lo ayuda a masar la masa. Lo mira con total frescura mientras le da cachetazos, insuándole lo que le gustaría que le hiciera en esos cachetes. El sonríe de su descaro e inevitablemente no puedo contener la risa.

La conversación entre los dos empieza a ser tan directa que empieza a oler a quemado. Empezamos a reírnos sin parar, sientiendonos culpables de ese desastre. Pero eso no ha impedido que se pidan el número de teléfono.

Nos vamos de allí agarradas de la mano. Cuando empezamos a escuchar los silbidos de los chicos, Lucía manda besos a distancia mientras hace el gesto con la mano para que la llame.

Empiezo a notar el calor del sol en mi piel,y nunca lo he agradecido tanto. Entramos en miles de tiendas, pero no hay nada que me guste. Nos perdemos en helados de sabores y caras manchadas que después son borradas a lametazos la una de la otra.

Entramos a una tienda y la dependienta nos recibe amablemente. Nos empieza a sacar toda clase de vestidos, pero hay uno en concreto que se a llevao toda mi atención. Es de color negro, y sí, es mi color favorito. La parte de arriba es un poco escotada, cosa que agradezco. Sus lentejuelas le dan ese pequeño toque que lo hace tan llamativo. Termina en la cintura donde la parte de abajo es de tul  del mismo color. Me queda justo por debajo de la rodilla.

EL PLACER ES MÍO Where stories live. Discover now