Capítulo 26

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Estamos sentadas una al lado de la otra en completo silencio. Lo único que se escucha es ese pequeño sonido de su pulsera al temblar descontroladamente y que empieza a ponerme un poco nerviosa, la miro de reojo esperando ansiosa a que decida romper este momento tan tenso. Observo disimulada como se come las uñas, aquellas que de seguro le tardarán en crecer porque ya no tiene por donde morder. No aguanto más está situación y decido finalmente romper con esto con delicadeza.

-Lucía... Porfavor... Dime algo,lo que sea -agarro sus manos con consuelo.

Levanta su mirada y puedo ver como intenta con todas sus fuerzas reprimir sus ganas de llorar.

-¿Por qué...? Si yo solo le dije que... No estaba preparada.

Desocupo mi mano y le acaricio con ternura su mejilla rosada.

-No pasa nada porque no lo estés, cada persona necesita su tiempo.

Extiende su brazo y coje de la mesa un pañuelo para así poder secar esas lágrimas invisibles a la vista, pero no para el corazón.

-Joder... Ni siquiera sé porque estoy así. Le dejé muy claro desde el principio que no quería tener una relación seria y acepto... ¿Y ahora me sale con esto y todo porque no he querido irme a vivir con él? ¡Maldito mentiroso!

Empieza a pegarse furiosamente pequeños golpes en sus piernas que se entornan rojas de inmediato.

-¡Para, por favor! -suplico agarrándole para que pare.

Se la lleva rápidamente a su rostro y termina de desmoronarse por completo. Rodeo fuertemente mis brazos hacia ella, mientras apoya su barbilla encima de mi hombro y sus lágrimas se cuelan entre los huecos de sus dedos mojando mi camisa. Después de unos minutos parece que su llanto ha cesado por completo y se aparta lentamente limpiando con prisas aquel rímel que deja en evidencia su estado más vulnerable, el que nadie conoce.

-¿Te sientes mejor?

Sus dedos están completamente manchados de negro y sin darse cuenta vuelve a frotarse las mejillas, haciendo que se manche de nuevo. Mi risa no tarda en aparecer en este preciso momento y ella me mira confundida.

-¿Se puede saber qué te hace tanta gracia? -fruce el ceño extrañada.

-¡Lo siento! No era mi intención reírme de verdad, pero es que no puedo evitarlo viéndote así.

-¿Así como? -menea su cabeza hacia los lados desconcertada.

Se levanta del sillón y se mira en el gran espejo que tengo en mi salón.

-¡Ay que joderse! ¡Parezco una loca recién salida de un manicomio!

Nos miramos de nuevo en silencio hasta que finalmente no podemos evitar reírnos a carcajadas. Sin esperarlo me tira un cojín a la cabeza iniciando una guerra de la que dejaré que me gane  para así levantarle el ánimo. Me pongo de pie y se lo tiro con fuerza a la cara que se escurre dejando al descubierto su rostro enfadado .

-¡Te vas a enterar! -grita tirandose encima de mí.

Empieza a hacerme cosquillas para martirizarme sabiendo perfectamente que ese es mi punto debil. Mi risa nerviosa contagia de inmediato a los de ella que disfruta como una niña está tortura de la que me está haciendo padecer. Para inmediatamente al ver que ya no me queda aire en mis pulmones dejándose caer encima, justo en mi pecho.

-Te quiero muchísimo... ¿Lo sabes? -acaricio su cabello.

-Yo también te quiero -le responde literalmente a mi corazón donde se encuentra apoyada.

Jugueteo con las puntas de su cabello liso, mientras ella se queda absorta a esa figura de cristal que tengo en la mesa.

-Lucía, se que no te apetece volver a tocar ese tema pero necesito que lo sepas. Mario te quiere... Y si es cierto que acepto al principio tu condición, pero ¿Has pensado que se ha enamorado de ti y lo único que quiere es formar un futuro contigo?

EL PLACER ES MÍO Donde viven las historias. Descúbrelo ahora