Capítulo 28

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Deja caer su cuerpo en el sofá mientras se queda absorta mirando al suelo. Levanta lentamente la mirada y me observa todavía impactada.

-¿Por qué no me dijiste nada?

Me siento a su lado y jugueteo nerviosa con mis dedos.

-No sabía cómo hacerlo... -respondo en susurros mirando cabizbaja.

-¿Que no sabias como decírmelo? ¿¡Pero que te pasa, Claudia?! ¡Que demonios se te pasó por la cabeza para contratar a ese tipo!

Me armo del poco valor que me queda y la miro fijamente.

-No quiero seguir mintiendote. Solo quería llevar esto en secreto y no podía arriesgarme... Lo siento mucho, Lucía.

Sus ojos se tornan tormentosos como si estuviera a punto de caer un relámpago sin saber con exactitud donde va caer ese impacto. Se levanta rápidamente dándome la espalda y sus pies caminan solo tres pasos, hasta que finalmente se para girando su cabeza hacia a mí.

-¿Sabes lo que más me duele de que me lo ocultaras?... Que no confiaras en mí-. Una lágrima rueda por su mejilla.

Hago el intento para ponerme de pie, cuando rápidamente alza su mano para que me quede quieta.

-No hace falta que te levantes, se dónde está la salida.

Me quedo sentada viendo cómo se marcha y mi alma se rompe en pedazos, aquellos mismos, que ella está pisando en este preciso instante. Veo a través de mis ojos llorosos que se tornan borrosos, como se aleja hacia la puerta y me levanto con rapidez.

-¡No des un paso más, Claudia! Porfavor...

Mis pies automáticamente frenan sin mandarle la orden de mi cerebro.

-Lucía... Porfavor, déjame explicarte.

Abre lentamente la puerta y mira afligida hacia esa salida que cambiará por completo esta amistad única y verdadera. Su mirada vuelve hacia mí aún con lágrimas en sus preciosos ojos castaños.

-Ten cuidado con lo que haces, porque después no habrá vuelta atrás. Hay lineas que es mejor no cruzar, porque de lo contrario... Estarás perdida, Claudia.

Sus zapatos traspasan esa línea entre ella y yo, marchándose y dejando en mí una culpa inmensa, profunda. Cierra de un portazo y me dejó caer al suelo, empiezo a dar fuertes golpes como una demente mientras mis lágrimas brotan sin parar.

Suena el despertador y lo apago desganada. Aún no recuerdo ni siquiera como llegue hasta mi cama, quizas la única razón sea porque ese llanto incontrolable nublo mi capacidad de recordarlo. Hoy va ser un día muy duro para mí en el trabajo, tener que verla después de todo lo que ocurrió anoche se me va a ser extremadamente difícil.

Me doy una larga ducha y me visto apresurada. Está mañana decidí malgastar mi tiempo en ese baño para poder limpiar esa culpabilidad y ese remordimiento que me está atormentado. Me pongo lo mismo de siempre, una falda negra junto con una camisa roja. Una cola bastante repeinada y un poco de perfume para que no huelan mi tristeza.

Llego corriendo al trabajo mientras todo me saludan amablemente. Entro a mi oficina y empiezo a ordenar un poco todas mis tareas, cuando de pronto pegan a la puerta. Alzó mi vista y veo a Lucas.

-¿Estás ocupada? -pregunta bastante amable, algo inusual en él.

-No, pasa -le señalo el asiento cordial.

Me fijo inconscientemente en aquella corbata burdeos bordada que lleva y ladeo mi cabeza hacia los lados disimuladamente. No me puedo creer que sea tan descarado de haberse puesto lo que le regale para uno de sus cumpleaños.

EL PLACER ES MÍO Where stories live. Discover now