10. Desaparecidos

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La noche caía en las ciudades de Piltover y Zaun. Viktor intentó acostarse temprano, pues Heimerdinger les había prometido a Jayce y a él un laboratorio donde podrían comenzar a trabajar al día siguiente.

Estaba demasiado emocionado como para conciliar el sueño, y aunque su cuerpo estaba cansado, su mente no le dejaba descansar. Cada vez que cerraba los ojos, se le venían nuevas ideas a la cabeza.

Tras haberse levantado un par de veces de la cama para apuntar sus ideas, decidió dejar su cuaderno junto a la cama, para no tener que pasar toda la noche cojeando de un lado a otro de la habitación.

Pero por mucho que intentase dormir, era incapaz. Estaba inquieto. La inquietud científica se había apoderado de él. Así que, asumió su insomnio y encendió la lámpara de su mesita de noche y cogió el cuaderno, apuntando todo lo que se le venía a la mente.

Una vez hacía una lluvia de ideas, reflexionaba sobre lo que había escrito y lo meditaba, lo que le genera a nuevas ideas. Llenó varias hojas de dibujos, notas y cálculos, con descripciones detalladas, algo caóticas.

Si algo definía a Viktor, era lo obcecado que se podía volver cuando algo le emocionaba. Se dedicaba en cuerpo y alma a lo que despertaba su interés, a veces llegando a convertirse en una pequeña obsesión.

En aquel momento, no había hueco en su mente para Mary. En otras circunstancias, ella sería la que no le habría dejado dormir, pues ir sola a Zaun en un momento de inestabilidad era sumamente peligroso. Pero Viktor se había olvidado del peligro en el que se podía encontrar la científica.

Logró conciliar el sueño apenas unos minutos antes de que el sol saliese. Y tras pasar toda la noche en vela, se levantó temprano, con ganas de comenzar su trabajo.

Jayce y él se encontraron en el despacho de Heimerdinger, mucho antes de que éste llegara a su hora normal.

—Buenos días —saludó Jayce, y Viktor le respondió con una sonrisa cómplice.

—Espero que vengas espabilado, porque quiero enseñarte lo que he estado pensando esta noche.

—Pues tú pareces muy cansado —se rio Jayce.

—Llevo toda la noche pensando, no podía parar de tener ideas. Tuve que apuntarlas todas.

—Y yo que pensaba que la autora de esas ojeras era una mujer... —bromeó Jayce, mirando las ojeras de Viktor.

— ¿Una mujer? —preguntó Viktor confuso.

—Ya sabes... —gesticuló, poniendo ojitos. Pero viendo que Viktor no entendía nada, dejó de bromear—. Creía que habías pasado la noche con Mary. Y que habíais tenido un poco de fiesta...

—No, yo... Me he olvidado de Mary —dijo, de repente preocupado.

— ¿No sabes nada de ella? —se extrañó Jayce.

Viktor negó con la cabeza.

—Y ya debería haber vuelto —añadió.

—Bueno, no te preocupes. Tal vez llegue a lo largo de la mañana. Es muy temprano.

—Lo que me preocupa es que haya pasado toda la noche sola en Zaun.

—Estará bien. Tu mismo lo dijiste ayer, ¿recuerdas?

—Espero no tener que tragarme mis palabras... —suspiró, pero retomó la compostura al ver llegar a Heimerdinger.

—Vamos, tenemos un largo día por delante —intentó animarlo Jayce, dándole un golpe en el hombro.

— ¡Buenos días, muchachos! —saludó alegremente Heimerdinger.

Tras una breve charla de mentor-alumnos, Heimerdinger condujo a los científicos a su nuevo despacho, y les indicó que si tenían alguna petición de instrumental, no dudasen en pedírselo.

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⏰ Last updated: Jan 26 ⏰

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