C A P Í T U L O U N O

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‹ LOS OJOS DE UN EXTRAÑO ›

Aquel día había representado para Thomas una sobrecarga de información, cortesía de una aceptación forzosa a una nueva vida que no había pedido, pero que era lo único que tenía. En su memoria no guardaba, además de su nombre, absolutamente nada; ningún retazo de su pasado, ningún rostro familiar o algún nombre al que aferrarse. Era un vacío absoluto.

Cuando despertó dentro de aquella fría y oscura caja, siendo atacado por sonidos metálicos y gruñidos y quejidos de alguna bestia desconocida, el miedo casi lo consume, le hizo gritar y toser hasta sentir que moriría allí mismo, pero sus instintos le recordaron que no podía ser así y poco a poco, el miedo cedió paso a la curiosidad.

Al abrirse la caja y ser recibido por decenas de caras desconocidas de muchachos, soltando cuchicheos que a sus oídos eran sinónimo de peligro, echó a correr desesperado. A pesar de no contar con algún recuerdo para probarlo, estaba seguro de que era lo más rápido que lo había hecho jamás.

-¡Tenemos un corredor!-Oyó a alguien gritar.

Tropezó.

Rodó por el suelo y se golpeó con el pasto. Alzó la mirada, sólo para descubrirse en un enorme claro, rodeado por cuatro muros de piedra descomunales que estaban cubiertos de hiedra. Después de eso le metieron en una fosa, donde pudo observar mejor su nuevo "hogar", en el que todos parecían tener un trabajo asignado. Alby, el líder del Área, como le llamaban al claro, le recibió con una paciencia que a Thomas llegó a resultarle un poco irritante, y se tomó su dulce tiempo para explicarle el funcionamiento de las cosas allí y las reglas que debía seguir si quería contribuir a que todo funcionara para él y los demás Habitantes.

Aún tenía muchas preguntas que hacer, pero estaba haciendo su mejor esfuerzo para contenerse de decirlas, y esperar a que las palabras de Alby de que todo se aclararía con el paso del tiempo fueran verdaderas. Ahora estaba acompañado de Chuck, su "escolta", un niño de al parecer trece años que había llegado a ese lugar hace exactamente un mes, y que le había cedido su puesto de "Novato", sobrenombre que todos los que habían visto a Thomas ese día habían pronunciado, consiguiendo alterarlo cada vez más.

No era por ser grosero, era más bien la curiosidad haciendo presión más insistente a cada minuto dentro de él lo que le hizo ignorar lo que Chuck estaba contándole mientras amarraba una hamaca y alejarse en dirección a la enorme abertura que había en uno de los muros, a través de esta vislumbró un enredo de corredores oscuros que debían estar fríos como el hielo, en los que el murmullo del viento era tan alto que resultaba escalofriante.

-¡Hey! ¿Qué estás haciendo? No puedes ir allá afuera ¿Qué no te lo dijeron?-Dijo Chuck, interrumpiendo su observación al aparecer de la nada frente a él.

Alby le había advertido que estaba terminantemente prohibido salir de los límites del Área, pero el porqué se lo había guardado.

-Descuida, descuida, no voy a salir, sólo quería echar un vistazo...

El sonido de sus palabras se fue apagando al notar la aparición de dos chicos aproximándose a ellos desde el fondo del corredor en línea recta. Se quedó mirando fijamente al que corría a su lado derecho, tratando de descifrarlo hasta que la luz fue facilitándole la tarea poco a poco; cuando este pasó por su lado, aminoró el paso y ambos se sostuvieron la mirada por unos segundos. El chico tenía rasgos asiáticos, musculoso y de pelo negro y corto, vestía una camisa azul de mangas cortas junto a unos pantalones marrones. Su atractivo era innegable, pero eso no fue lo que le impidió apartar los ojos de él. En ese chico había algo sumamente familiar, sintió el impulso de correr hasta donde él, pero ¿Para qué? ¿Qué haría entonces? Era un extraño, entonces ¿Por qué en el fondo de su mente algo le decía que sus ojos seguían siendo los mismos?

Ivy (ThoMinho)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora