C A P Í T U L O C I N C O

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‹ EL LABERINTO DE LA MEMORIA ›

Le resultó imposible volver a dormir después de despertarse tras lo que debieron haber sido cinco horas de sueño. Ahora que el sol comenzaba a anunciar su llegada, su impaciencia y emoción empezaban a dominarlo; estaba ilusionado por poder desempeñar un papel más importante y benéfico para los demás allí dentro, aunque por supuesto tenía algo de miedo, ya sabía mucho mejor a lo que se enfrentaban allá afuera, se prometió no volver a cuestionar el por qué les habían resultado tan complicadas las cosas en los últimos dos años.

Por otro lado, aprender de Minho y pasarse el día entero con él también le caía de peso, no podía negarlo, le hacía sentir el estómago algo revuelto, en el buen sentido "si es que tal cosa existe".

El susodicho llegó despeinado, pero con pasos animosos. Se agachó frente a la fosa y sonriendo pícaramente preguntó:

- ¿Estás listo? ¿Seguro que no quieres tomarte el día?

- Anda ya, sácame de aquí - Contestó, perdiendo la batalla contra el contagio de su risa.

Luego de ofrecerle su mano como apoyo y sacarlo de allí, Minho lo condujo al interior del bosque, hasta una construcción de madera que él no había visto hasta ahora, en cuya puerta había un letrero que ponía "Acceso restringido". Minho haló de la manija e hizo una reverencia burlona.

- Después de ti.

Thomas rodó los ojos con falso hartazgo y se metió en la habitación. En las paredes había mapas de papel, todos de diferentes versiones del Laberinto, lo que le impresionó en demasía, ya que las habilidades de memorización, orientación y manejo del lápiz que los corredores poseían tenían que ser mucho más que excelentes, casi sobrehumanas, para llevar semejante registro. Esperaba estar a la altura para la tarea. Minho le proporcionó el calzado especial para correr que todos los otros usaban, de no tenerlo, sus pies ya estarían destruidos hace mucho; también le dio un reloj de muñeca, esencial para su puesto, una mochila con algo de comida, agua, lápiz y papel, así como unas pocas armas, básicamente cuchillos y dagas pequeños, nunca se sabía.

- Okey, esto es lo que haremos hoy: como puedes ver, las áreas del Laberinto cercanas al centro se mantienen inmóviles todos los días, las que están a más de un kilómetro de distancia son donde ocurren los cambios. En los extremos del Laberinto hay ocho secciones diferentes, cada semana se abre una sección en específico, a este punto ya hemos memorizado la secuencia, siempre es la misma. Las puertas de cada sección se quedan en el mismo sitio, pero las rutas para llegar a ellas cambian todos los días, ya tenemos varias por aquí - Dijo, ladeando los ojos en dirección a algunos de los mapas en la pared - Cada sección es su propio mundo, por decirle de algún modo. Tienen ciertas "peculiaridades".

- ¿Qué quieres decir con eso?

- Ah, ya lo averiguarás. Bien, esta semana está abierta la sección tres, y tienes suerte de que sea así, créeme, iremos a revisar por allí un rato, además de buscar cualquier otra pista por ahí. Por ahora, todo lo que harás es seguirme ¿Estamos? No podemos rendirnos. Nunca. ¿Entendiste?

Thomas asintió con total decisión.

- Estoy listo.

- Bien. Entonces, vayamos a correr.

Salieron de la habitación, Thomas detrás de Minho, que lo hizo dar media vuelta para cerrar la puerta como si hubiera cometido una falta imperdonable y después se dirigieron frente a las puertas; los sonidos mecánicos no se hicieron esperar mucho más y el frío del Laberinto le invadió el cuerpo, aunque esta vez ya no lo acongojó. Minho le miró como si estuvieran a punto de dar un divertido paseo recreativo de domingo... ¿Cómo es que sabía eso?

Ivy (ThoMinho)Where stories live. Discover now