C A P Í T U L O S I E T E

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TOMA MI MANO
Y
NUNCA LA SUELTES

Thomas se sintió fuera de sí en cuanto el amanecer le hizo despertar por costumbre. Minho volvió a tierra poco después, bostezando largo y tendido antes de tomar conciencia total de donde se hallaba. Tenían los cuerpos entumecidos, Thomas tenía un dolor extraño en la parte baja del cuello y Minho parecía haberse lastimado la parte alta de su espalda por haber quedado en una posición tan incómoda. Ante todo, sus manos no se separaron en toda la noche.

Se dejaron ir con cuidado, resintiendo inevitablemente la ausencia, pero sin permitir que sus enredados y confusos sentimientos les entorpecieran en un día tan importante como aquel, en el que irían a comprobar la utilidad de la primera pista significativa con la que contaban.

Satisficieron sus estómagos en el comedor más a prisa de lo normal, en vista de que se les había hecho un poco tarde; arreglaron sus ropas y reunieron el equipo necesario. Minho trajo consigo la esfera de plata, que había escondido cautelosamente en la sala de mapas para que estuviera segura. Las puertas ya estaban abiertas para cuando estuvieron listos, tras estirarse ambos un poco, Minho se rio como si estuvieran por embarcarse en la odisea más épica jamás contada. Reunieron fuerza y se internaron nuevamente en el Laberinto.

Con la ruta presente, mantuvieron la boca cerrada todo el trayecto, esta vez no tomaron ni un solo descanso, tendrían suficiente tiempo para ello una vez que desentrañaran lo que fuera que la sección siete estaba escondiendo. Thomas iba con la cabeza prácticamente en blanco, lo único en lo que podía concentrarse en esos momentos era el camino, ni siquiera la fatiga podía pasársele por la mente.

Llegaron nuevamente al sitio del día anterior, sin que nada bloqueara ya el camino, Thomas siguió a Minho hasta el interior de la sección, encontrándose rodeado por un sin fin de rectángulos metálicos de una altura que casi le mareaba. En el suelo estaba dibujado, con tinta gris muy tenue, un patrón de hexágonos que empezaron a bailar frente a sus ojos después de un rato mirándolos. Thomas apuró el paso al descubrirse varios pasos detrás de Minho.

- ¿Qué es este lugar? - Preguntó, ubicándose a su altura.

- Les llamamos Placas, no quieres quedarte aquí cuando su semana se acaba - Dijo Minho, vagando con la mirada por todo el sitio.

Anduvieron unos minutos sin tener idea de qué hacer o qué buscar; para Thomas, la uniformidad del sitio y su apariencia interminable le resultaban agobiantes.

- ¡Agh, fantástico! Al parecer no hay nada que nos sea de utilidad - Expresó Minho, con cierta frustración abriéndose paso en su voz. Se detuvo en seco, reordenando sus ideas hasta que un extraño sonido llamó la atención de ambos: una especie de señal estaba transfiriéndose desde algún sitio.

- ¿Qué demonios? ¿También lo oíste? - Minho lo miró con extrañeza.

- Sí, creo que sí.

El sonido se elevó hasta acabar con el ruido de un botón al ser presionado, hasta ser reemplazado por un pitido constante.

- ¿Pero qué cara-?

- Espera, espera - Thomas lo agarró por el hombro para ponerlo de espaldas hacia él y sacar la esfera de su mochila.

- ¡Wow! Tranquilo, hombre.

Thomas dio una serie de pasos alrededor, observando fijamente la esfera entre sus manos, con Minho detrás suyo, pendiente de cada movimiento. El pitido parecía aumentar su intensidad al moverse en dirección este.

- Minho, creo que está indicándonos el camino. Hay que ir por ahí.

Hizo caso, limitándose a seguirlo muy de cerca, dando vueltas entre algunas de las placas de metal y avanzando en línea recta por momentos prolongados.

Ivy (ThoMinho)Where stories live. Discover now