Capitulo 8: Ausentes

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Tina terminó de dibujar los ríos de Francia y dijo:

—Luna… borre el pizarrón.

—¡Espere! ¡Espere que no terminé! –pidieron muchos de los chicos.

—Lo copian de un compañero. Si todavía no terminaron es porque estuvieron papando moscas –dijo Tina–. Luna, borre.

Tina se sentó en su silla detrás del escritorio. Siempre se tomaba un descansito después de dibujar. Los chicos decían que era porque le dolían los juanetes. Después del descanso, ya sabían: Tina dictaba… y dictaba a mil.

—Luna… ¿no me escuchó? –repitió Tina.

Los chicos se miraron. ¿Le decían o no le decían? No pensaban en lo que pudiera pasarle a Luna, que bien se merecía un reto, pensaban en el sermón que se iban a comer ellos por la demora de Luna.

Jazmin se levantó y empezó a borrar el pizarrón. A lo mejor la Tina, que era bastante ciega, no se daba cuenta de la diferencia.

—Luna… –dijo Tina mirándola–. Usted no es Luna. ¿Es Luna?

—No, señorita. Soy Jazmin.

—Pues entonces, ¿quién lo tiene? –se escuchó decir a Tacho por lo bajo. Jazmin lo fulminó con la mirada, pero Tina no lo escuchó.

—¡¿Y por qué está borrando el pizarrón?! –tronó Tina.

—Porque… Luna está en el baño.

—¿Y quién le dio permiso para ir al baño? –preguntó Tina.

—Usted –le contestó Jazmin con un hilito de voz.

—¿Ustedes no saben que deben ir al baño en los recreos? –empezó a sermonear–. Vaya a buscarla.

Sonamos, pensaron los chicos.
Y no se equivocaban. Tina empezó con la cantinela del "no se puede salir del aula en horas de clase, el recreo es para ir al baño, ya no están en jardín y se pueden aguantar" y un montón de tonterías más que los chicos ya habían escuchado mil veces. Por suerte, Jaz volvió pronto, pero sin Luna.

—¿Cómo que no está? –preguntó la Tina desconfiada–. Vaya otra vez y fíjese bien.

Jazmin volvió a salir y la Tina sacó su cuaderno sucio y viejo para empezar a dictar.

—Con un poco de suerte, se fue por el inodoro –le dijo Tacho a Nacho.

—¡Silencio! –gritó Tina. El día no estaba para bromas.

Jazmin apareció en la puerta del aula. Casi no se atrevía a entrar.

—Pase y siéntese –le dijo Tina cuando la vio.

—Seño, Luna no está en el baño –volvió a decir Jaz.

—Por favor, m’hijita, no diga estupideces –fue la respuesta furiosa de Tina–. Esperen en silencio.

Y diciendo esto, salió del aula.

Todos se tiraron arriba de Jazmin para que les contara lo que había pasado. Pero Jaz no podía decir mucho. Solo había buscado a Luna baño por baño y no la había encontrado. ¿Estaría con los chicos? Todo venía saliendo tan bien, y esa trenzuda tonta había tenido que arruinarlo, como siempre.

—¡Tina! –gritó Tefi, que hacía de campana en la puerta.

Todos volvieron a sus lugares saltando por arriba de los bancos, pero recibieron a Tina con cara de santos, carpeta abierta y lápiz en mano.

Tina pasó la puerta y caminó despacio hasta el escritorio. Estaba pálida. Se dejó caer en la silla. No miraba a nadie, ni siquiera parecía escuchar el murmullo de los chicos. Hasta ellos se preocuparon al verle la cara.

—¿La encontró, seño? –preguntó Tacho.

—Jazmin, busque a la señora Directora y pídale que venga –fue toda la respuesta de Tina.

No dijo nada más. Los chicos tampoco. Esto ya no era divertido. Con la intervención de la Directora había pasado de broma a tragedia. Tina solo miraba la pared que tenía enfrente. ¿Por qué a ella tenía que pasarle esto? Veinticinco años de servicio intachable. Asistencia perfecta. Concepto sobresaliente. Jamás una llamada de atención. ¿Por qué a ella se le tenía que perder de su clase nada más y nada menos que la hija del Presidente de la Cooperadora? Iba a terminar su carrera con un sumario. ¿Por qué esa injusticia? A los chicos les dio un poco de lástima verla así… parecía casi humana.

Entró la Directora seguida por Jazmin. Sin golpear la puerta, cruzó con su delantal almidonado por delante de los chicos, haciendo repiquetear los tan conocidos zapatos de taco alto. Tina se paró. Los chicos también.

—Bue-nos dí-as se-ño-ra Di-rec-to-ra –saludaron con el aburrido cantito de siempre.

Ella les hizo un gesto con la mano para que se sentaran y se puso a hablar con la maestra. Aunque hablaban bajo, los chicos podían escuchar cómo Tina le explicaba lo sucedido, cómo la Directora le preguntaba si había buscado por todo el colegio, cómo Tina preguntaba si había que llamar a la casa de Luna y la Directora decía que primero había que buscar bien, y cómo la Directora preguntaba si era la única que faltaba en el aula…

Todo el grado dejó de respirar.

—Por supuesto, señora –contestó Tina casi ofendida– si hubiera faltado alguien más, enseguida me hubiera dado cuenta.

—No se enoje, Justina –la tranquilizó la Directora–. Solo le pregunto para ver si descubrimos dónde está. Continúe con la clase. Yo me ocupo. En la tarde hablaremos de esto –dijo dirigiéndose a los chicos.

Cuando la Directora estaba por salir, llegó Malvina, la portera.

—Permiso, señora –dijo asomando la cabeza por la puerta sin entrar–. Traigo un mensaje para Thiago Bedoya Agüero.

—Thiago… –llamó Tina.

El desastre era total. Ya no había salvación.

—Thiago, ¿no me escuchó? –repitió.

Solo obtuvo un silencio tenso por respuesta.

—Thiago está ausente –le contestó a Malvina.

—No puede ser –dijo Malvina– porque yo le venía a avisar que la mamá llamó por teléfono para decirle que se quedara a almorzar en la escuela, porque ella no iba a llegar a tiempo como le había dicho.

—Justina –intervino la Directora–, ¿por qué no pasa lista?

Tina sacó el registro y empezó a cantar desde Agopian para abajo los treinta apellidos del grado. Dos ausentes: Acuesta y Fernández, veintitrés presentes, y cinco presentes pero ausentes sin aviso: Thiago Bedoya Agüero, Valeria Gutierrez, Simón Arrechavaleta Marianella Tallarico Rinaldi y Luna Vörg.

El desastre era total.

☆Primer Capitulo del maraton!
Espero que les guste!

●Se complico la cosa. Descubrieron que los chicos no están. SE PUSO BUENA LA COSA




Ángeles Caidos Del MapaWhere stories live. Discover now