Capitulo 16: Los Espíritus

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Simon, Mar, Valeria y Thiago se quedaron mirando la escalera. Había llegado el fin. El tiempo se terminaba. Seguramente, Luna iba a contar todo en cuanto llegara al aula. ¿Y después...?
Ese después se les clavaba en el estómago… Que no llegara nunca… que no llegara nunca… "Después" era enfrentarse con la Directora, el reto de los viejos, el castigo, a lo mejor, no verse nunca más. "Después" era el mapa de Tina lleno de ríos y montañas que no les interesaban.

Iban calculando el recorrido de Luna por la escuela. Había salido del sótano, había pasado frente a quinto, después frente a sexto… A lo mejor había entrado al baño. Ya tenía que haber llegado al grado, ya debía estar ahí, ya estaba contando…

—Señorita Luna, ¿dónde estaba? –preguntó de repente Thiago, imitando a Tina con su pañuelito en la mano.

Los chicos lo miraron asombrados: ¿Cómo podía bromear en este momento? ¿Quién tenía ganas de reírse?

—Yo… estaba en el baño, seño –contestó Simón imitando a Luna y entrando en el juego.

Las chicas no pudieron resistir la risa. Simón, tan chiquito y con anteojos, se parecía muy poco a Luna.

—¿Usted no sabe que se debe ir al baño en los recreos? –le recriminó Thiago sacudiendo el dedo como solía hacer Tina en esos casos.

—Sí, seño, lo que pasa es que me estaba haciendo caca –le contestó Simón, y las carcajadas no lo dejaron seguir hablando.

—Escúchenme bien –siguió Thiago cuando pudo parar de reírse–, y esto va para todos: si usted siente deseos de hacer sus necesidades en horas de clase…
¡se caga en el banco! Pero jamás, ¿me entiende?, jamás se debe salir del aula en horas de clase.

Los cuatro se revolcaban de risa.
Mar creyó que se iba a hacer pis en cualquier momento y tuvo que sentarse y tratar de pensar en otra cosa, porque si algo no había en el sótano, era baño.

—Saquen el cuaderno de comunicaciones –siguió Thiago–. Escriban: no debo hacerme caca en horas de clase. Notificado. Firma del padre, tutor o encargado... del edificio.

Vale y Simón repetían a coro el dictado de Thiago, pero Mar los interrumpió.

—Che –dijo casi al borde del llanto–, ¿ustedes pensaron qué estará haciendo Luna ahora?

El juego había terminado otra vez. Ahí estaba la palabrita “después” repicando en sus cabezas.

—Enseguida nos vamos a enterar –contestó Thiago.

A los chicos les parecía que si Luna había contado, estaban tardando mucho en venir a buscarlos. Claro que si había ido a hablar con la Dire…

Valeria sugirió que subieran y se presentaran ellos solos, pero la idea fue descartada porque, por ahí, Luna no había contado nada y caían como chorlitos.

Lo que más les preocupaba ahora, no era el reto que iban a recibir sino esa extraña sensación de que, a lo mejor, ese era el último momento que pasaban los cuatro juntos… que iba a sonar el timbre, iban a subir, cada uno se iba a ir a su casa y después… mañana mismo… no se iban a ver más.

—Pero si nos echan de esta escuela podemos ir a otra los cuatro juntos –dijo Vale no muy convencida.

—¡Mirá que si nos echan de esta escuela nos van a dejar entrar a los cuatro en otra! ¡Justo! –le contestó Thiago.

—A mí me van a poner pupila en una escuela de monjas –dijo Mar.

—Entonces nosotros nos disfrazamos de minas y vamos con vos –le contestó Simón para consolarla.

Ángeles Caidos Del MapaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora