Capitulo 20: ¿Final del Plan?

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Luna se quedó parada frente a la puerta de la biblioteca como si estuviera viendo fantasmas.

—Vamos… –le dijo el padre al pasar junto a ella.

Pero Luna no lo escuchó. Siguió ahí sin moverse.

—¡Luna! –gritó el padre unos pasos más allá.

Pero Luna no le contestó. Entonces, el señor Vörg volvió sobre sus pasos y la tironeó de un brazo. Fue en ese momento que los vio: Valeria, Mar, Simón y Thiago estaban ahí, sentados alrededor de una mesa de la biblioteca.
Simón leía algo, los demás lo escuchaban y conversaban. No lo habían visto, al menos eso pensó el señor Vörg.

—Están acá –dijo llamando a los demás. El grupo se detuvo de golpe y corrió hacia la biblioteca. Aparecieron sonrisas, lágrimas, suspiros y la tosecita de Tina.

Luna avanzó para entrar a la biblioteca. Quería saber cómo habían llegado ahí. Se había perdido lo mejor de la rateada. Pero su papá la detuvo.

—Vos no volvés a dirigirle la palabra a ninguno de esos mocosos –le dijo–. No tenemos nada que hacer acá, vamos. Buenas tardes –saludó y arrastró a Luna de un brazo por el pasillo.

Luna se dejaba llevar mirando hacia atrás, caminando a los tropezones. Vio como entraban todos a la biblioteca. Escuchó un alboroto. Después, su padre cerró la puerta de la escuela.

Cuando la Directora entró a la biblioteca, seguida por Tina y los padres, los chicos los miraron tratando de poner cara de sorpresa. Y sorprendidos estaban: no esperaban ver a sus padres ahí.

—¡¿Qué hacen acá, señores?! –gritó Justina.

—Estamos preparando un trabajo en equipo para Historia –contestó Simón, y al mirarlo a su papá se dio cuenta de que no lo había engañado.

—¿Toda la hora? –preguntó Tina.

—Sí, seño –dijo Valeria–. Mar le pidió permiso.

Mar se puso pálida. ¿Qué decía ahora?

—Y… yo… yo… no –balbuceó–. Le pidió Simón.

—¡No! –dijo Simón haciéndose el canchero–. ¿No habíamos quedado que le pedías vos? –le preguntó a Valeria.

—No, vos –contestó Valeria.

—Esto quiere decir –dijo la Directora– que ustedes se pasaron toda la hora acá sin permiso.

—No, lo que pasa es que fue… –empezó Vale.

—Déjelo así –la interrumpió la Directora–. A la tarde tomaremos las medidas que correspondan por esta indisciplina. Ahora, vayan a sus casas.
¡Ah! Thiago, llamó su mamá para decir que tiene que almorzar en el colegio.

Thiago se puso pálido. Quería saber qué había pasado, pero no podía preguntárselo a nadie.

—¿Ya tocó el timbre? –preguntó Simón–. Estábamos tan entusiasmados con este tema que ni lo escuchamos.

Valeria casi larga una carcajada.

Los chicos guardaron el libro y todos se dispusieron a salir.

—Marita… ¿estás bien? –le preguntó su mamá.

—Sí, mami… ¿qué me puede pasar estudiando en la biblioteca? –le contestó Mar guiñándole un ojo a Simón.

—Bien, por suerte, esto no fue más que un malentendido, pero no va a quedar así. Por negligencia de ustedes, niños, o por querer faltar a las normas de la escuela, inquietaron a sus padres y a sus maestros.
¿Se imaginan lo que puede pasar si acá cada uno hace lo que se le ocurre? Les puedo asegurar que no va a quedar así.
Vamos a prohibir el uso de la biblioteca si un maestro no está con ustedes.

La Directora despidió a los padres pidiéndoles disculpas y les reiteró, una vez más, que iba a tomar las medidas necesarias para que esto no se volviera a repetir.
Mientras caminaba a la Dirección, acompañada por Tina, la asaltó una duda:

—Dígame, Justina–le dijo–, ¿usted no revisó la biblioteca?

—Sí, señora –contestó Tina– y le aseguro que estaba vacía.

La Directora sacudió la cabeza y se le escapó una sonrisa. Tina se puso a toser.

Thiago se fue para el comedor. Se acababa de dar cuenta de que estaba muerto de hambre.

El padre de Mar le  envolvió a su hija una bufanda al cuello y caminó hacia la salida llevándola de la mano.

Valeria sacó el peine del bolsillo, mientras caminaba junto a su mamá, un poco más atrás.

—La verdad, no entiendo –dijo la madre–. ¿Cómo podés tener ese aspecto deplorable por estar en la biblioteca? Miráte el delantal. Esta escuela está cada día más sucia.

El padre de Simón le dio un coscorrón cariñoso en la cabeza, pero poniendo cara muy seria le dijo:

—Cuando lleguemos a casa, quiero saber la verdad.

Simón se encogió de hombros y sonrió. Algo le iba a contar, pero nunca lo que habían dicho ni lo que habían hecho en el sótano. Lo juraba.

Antes de pegar la vuelta al pasillo que llevaba a la puerta de la escuela, Simón, Mar y Vale se pararon. Miraron hacia atrás. Ahí estaba Thiago yendo para el comedor. Thiago levantó el pulgar en señal de "salió todo al pelo”. Los chicos le respondieron con el mismo gesto.

Por la puerta del sótano salió Jasper llevando un bollo de sábanas y sogas. Los chicos temblaron.

—Hay que ordenar un poco ahí abajo –les dijo Jasper–. Hace mucho que no meto mano. –Y les guiñó un ojo.

Los chicos respiraron aliviados. Volvieron a despedirse… hasta esa tarde.

Todo iba a ser igual, pero no para ellos después de haber estado en el sótano.
Y tampoco para Luna, que no volvió a esa escuela y que jamás pudo enterarse cómo los chicos habían llegado a la biblioteca, porque ninguno de los cuatro contó nunca lo que habían dicho y hecho ese día en la hora de Tina.

☆Hemos llegado al capítulo Final!! Es hermoso este capitulo. Espero que les haya gustado!!

●Amo demasiado la amistad de estos 4, son re tiernos.

●Amamos a Jasper

Ángeles Caidos Del MapaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora