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Shen Qingqiu últimamente había sido mimado hasta el extremo.

—Binghe ¿dónde está mi desayuno?

Y Luo Binghe se lo traía.

—Binghe, mi fan con motivos de montañas y valles...

Y Binghe se lo alcanzaba.

No había nada que Luo Binghe no hiciera por shizun considerando lo importante que era para él.

Los otros lo envidiaban pero no podían hacer nada, aprovechaban los momentos en que shizun salía de la cabaña y desfilaba hasta el Pico a adiestrar a sus discípulos. A menudo Liu Qingge fingía rastrear una criatura terrible y lo escoltaba hasta el edificio donde los estudiantes practicaban el manejo de espada. Eran hábiles pero Liu-shidi creía que podían hacerlo mejor y los retaba a duelo. Shen Qingqiu lo golpeaba con la punta de su abanico y Liu Qingge era feliz un año más.

Los señores de Pico habían construido murallas de protección para cuidarlo. Luo Binghe solía probar cuan resistente era, sobrevolando y disparando encima de ellas. Luego vigilaba el resto del mundo, mandando señales a MoBei Jun, receloso en su Reino de Hielo con la otra preciosa carga demoníaca. La fortuna les sonreía.

Binghe era feliz, tenía lo que amaba y lo que amaba era feliz con él.

No había nada que este Luo Binghe no pudiera hacer por su shizun.

No había nada que no estuviera dispuesto a destruir por amor a él.

Tenía a Xin Mo controlada, tenía un omega como pareja y el control total de ambos mundos (demoníaco y humano) equilibrados al fin.

Pero había algo que no podía evitar. Él mismo, su propia versión asquerosa, lujuriosa y llena de envidia.

.........

Shen Qingqiu terminó su té y el maestro Yue saltó rápido para abrirle la puerta del estudio. Sabía que la estela del aroma del omega quedaría impregnado en toda la sala pero estar ahí mientras pasaba a su lado y aspirarlo directamente era glorioso.

Shen Qingqiu por supuesto no permitió que lo acompañara de regreso a la casita de bambú. Binghe estaría ahí cortando verduras con un cuchillo de carnicero bastante grande y con el ceño bastante fruncido si los viera juntos.

—Ah, que lindo día para no hacer nada.

Sus discípulos se relajaron y comenzaron a hablar.

—Es broma, traigan sus armas de práctica, hoy quiero que se enfrenten en parejas, dos contra dos. Los que pierdan, harán los quehaceres de todo el Pico por dos meses.

—Pero, shizun...

—Pero nada.

Luego regresó al estudio a buscar su fan. Yue Qingyuan seguía de pie aplastado contra la pared viéndolo pasar.

—Shixiong, ya vete.

Cuando volvió a salir, sus discípulos se habían colocado en fila esperando que él escogiera los pares pero se detuvo para inspeccionar el área. Él era muy perspicaz cuando quería, les ordenó que esperaran y caminó hasta lo profundo del bosque con tal calma que cualquiera hubiera pensado que era un dios controlando su creación.

—Binghe ¿qué estás haciendo aquí? Se supone que tienes una orden de alejamiento —dijo.

Nadie respondió, unos ojos espeluznantes lo observaron en las sombras.

Pero no tan espeluznantes.

—Tú no eres Binghe —Shen Qingqiu susurró y se dio vuelta, dispuesto a regresar con el resto.

Él no tenía miedo, ya había visto el miedo a la cara, vivía con él, tenía relaciones con él. Esto era un chiste comparado, la sola idea de haber creído que era Binghe, de haber caminado hasta allí pensando que su esposo estaba faltando a su propia promesa le pareció humillante.

—Shizun ¿cómo puedes confundirme con alguien más? ¿Este discípulo no es único y diferente? ¿otros pueden hacer que shizun se distraiga? ¿alguien puede venerar a shizun más que yo? ¿más que yo? Más que yo, ninguno.

Porque si alguien se atreviera a tomar a shizun, si alguien se creyera con derecho a amar a shizun o pretenderlo pensando que puede ser correspondido, yo...

—Ya cálmate, Binghe, eres el único que podría estar acechandome a escondidas. Lo demás no se esconden. Los demás huyen cuando te ven.

Pero este acechador era parecido y diferente, husmeando su persona de día como si él no pudiera darse cuenta. Era hasta insultante.

La cosa esa, fuera lo que fuera, lo persiguió. Shen Qingqiu no creyó conveniente echar a correr (él era muy elegante, por favor), tampoco pedir auxilio (¿qué tal si Binghe lo escuchara y quemara todo, incluso personas, para allanar un camino limpio, directo a él?). Así que solo siguió caminando hasta que la cosa se interpuso entre él y su mundo.

—Binghe, si alguna vez algo me pasa quiero que me guardes luto y sigas con tu vida, trata de no asesinar a tu Liu-shishu, consuelalos a todos y pronta resignación.

 Este discípulo nunca te dejará, shizun, será tu sombra por toda la eternidad.

Quizá Binghe pueda cumplir su promesa y encontrar a su shizun adonde quiera que este portal lo lleve. Shen Qingqiu respiró el mismo aire de su Luo Binghe, la primavera de Can Qiong por última vez y desapareció.

Fue muy difícil el mundo que dejó sin su olor.

El último consorte de BinggeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora