VI

305 33 1
                                    

Había muchas cosas que Shen Qingqiu odiaba de este mundo, la primera de todas (obviando la propia ausencia del Shen Qingqiu original) era el Palacio donde el anciano Bingge había asentado su harén. Huan Hua siempre había sido a sus ojos, cuna de ratas y ahora era el mayor nido de arpias que había visto en su vida. Sabía que este Bingge tenía gustos mediocres, dos centenas de concubinas sin talento para absolutamente nada y otro par de quinientos de relleno solo para decorar el fondo pero este hogar que había construido/robado y decorado de la forma más podrida y vomitiva, era demasiado. Cada minuto que respiraba este aire viciado, excesivamente perfumado artificialmente de betas, era un suplicio.

Su Xiyan se lo había advertido antes de asesinar al viejo maestro por conspirar contra ella y su hijo, se lo había advertido. Todo el edificio heredaba la misma maldición, sin importar quién estuviera al mando, la energía espesa.

Ahora este anciano como una espina en sus botas, lo estaba buscando. Él pensó que debía dejarse atrapar, investigar minuciosamente la razón por la que lo había traído, la razón por la que el otro Shen Qingqiu parecía no existir, de qué modo, por qué, hacia cuanto.

No tuvo que buscar mucho empero ni enviar por él, el anciano Bingge lo encontró sentado en su trono con Xin Mo en su regazo, pensando.

—Shizun —pareció satisfecho acorralandolo—te encontré...

Caminó lentamente, Shen Qingqiu no tendría donde huir, las cuatro paredes principales estaban protegidas por poderosos conjuros. Muchas de sus esposas eran cultivadoras espirituales venidas a menos, diestras en el uso de talismanes. Shen Qingqiu admitió el trazo talentoso para formar las runas pero no se admiró, les restó puntos por trabajarlo en grupos.

—No, no lo hiciste —Shen Qingqiu fingió solo querer llevarle la contra aunque no lo hiciera. Él no dejaría que este Bingge lo encontrara. Si quisiera podría escabullirse y nadie podría jamás encontrarlo, Su Xiyan le había enseñado cómo pero muchas de las paredes habían cedido por el golpe. 

—Pero él si, Binghe siempre me encuentra.

El anciano pareció contrariado. "¿Binghe?" ¿Quién? ¿Estaba hablando del otro frente a él? Su rostro se contrajo, una mueca de desprecio en él.

A Shen Qingqiu no pareció importarle.

—¿No soy el primero que te rapta? Que descuidado mi otro yo.

La mención de su Binghe en boca de este anciano no agradó a Shen Qingqiu.

—Él no es, yo le dije que no lo hiciera. Él obedece...

—¿Le pediste que no te encontrara? ¿por qué?

Shen Qingqiu no quiso responderle más. Xin Mo brilló con cautela sobre sus muslos. Frunció el ceño y frotó con descuido su frente.

—Me aburres, no sabes cuánto.

Luego miró hacia adelante, mucho más atrás del anciano, expectante.

—Traeme a Shang Qinghua  —ordenó, acostumbrado a mandonear en casa.

Oh, el anciano no esperaba esto. O sí. Este Shen Qingqiu no podía ser más diferente.

—Shizun, sabes que tus deseos son órdenes para mí pero no lo haré.

Shen Qingqiu no se sorprendió, tampoco le importó saber la razón detrás de la insubordinación de este anciano. Allá en su mundo existió una persona que lo desairó. Desafortunadamente no vivió mucho para contarlo.

—Shang Qinghua está muerto, MoBei Jun lo ejecutó por conspiración.

Shen Qingqiu pareció contrariado, luego no, luego sí. Oh, al anciano le gustó su reacción ¿eran amigos allá? Que contrariedad, parecía que por fin había encontrado un punto débil en este shizun.

Hubo un silencio después de esto, muy difícil de cortar.

—¿Cómo murió? —quiso saber, las circunstancias solo le importaban si podía tomar provecho. Bingge no conocía esta parte de él.

Bingge hizo un gesto con las manos como si estuviera partiendo algo a la mitad. Luego miró a Shen Qingqiu buscando una reacción oculta en sus ojos. Entonces no supo por qué, pero quería que le doliera, quería que cayera en desesperación, que temiera por su propia vida aunque fuera fugazmente. Si tanto le había importado su Shang Qinghua, esto era lo mínimo que esperaba de él. Shen Qingqiu lo pensó pero no quiso mostrarse débil ante él. Eso no evitó que doliera.

—Yo... estoy muy acostumbrado a él. Por supuesto esto es muy malo para ti.

—¿Ah, si? ¿por qué ?

—Cuando me aburro hago cosas y no son agradables.

El anciano se convenció que sería muy interesante ver qué cosas desagradables podían salir del aburrimiento de este shizun tan adorable. Shen Qingqiu pareció adivinar su pensamiento, sus ojos brillaron anticipadamente. Bingge descubrió que esa mirada era muy parecida a la propia.

—Shang Qinghua ¿dijo algo antes de morir?

El anciano se rió ¿qué importaba? Apenas había sabido algo del infeliz los últimos años, siempre estorbando con su mirada suplicante, un señor de Pico venido a menos, un inútil. 

Un día solo dejó de aparecer y MoBei Jun declaró como si a alguien le importara:

"Lo maté"

Pero ¿había algo en la mirada del demonio de hielo al anunciarlo? ¿Había algo? Shen Qingqiu pensó en la probabilidad de un MoBei que no sintiera absolutamente nada por un Shang Qinghua, pensó en la probabilidad de un mundo donde Shang Qinghua no sea tratado como un rey y no le gustó. Pero mucho menos le gustó este Mobei Jun.

Oh, este Mobei Jun había caído muy bajo en sus afectos.

—Mobei Jun no es feliz —sentenció. Sabía por qué pero no iba a decirlo.

Bueno ¿no lo era? A Bingge no podía importarle menos. Shen Qingqiu lo miró con desprecio.

—Y tú tampoco.

El último consorte de BinggeWhere stories live. Discover now