III

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Advertencia: comentario insensible sobre la muerte de los hijos de Luo Bingge. En sí, Shen Qingqiu insensible con todo lo que pasa a su alrededor.

Shen Qingqiu no lo había pensado dos veces (él solo necesitaba una) cuando empujó a dos esposas de Bingge el anciano por la ventana, pero no ocultó su decepción cuando comprobó que él seguía durmiendo. Ni los gritos de ambas ni el espanto de todas las otras logró conmover su perezoso corazón. Su Binghe tenía ojos en los ojos y oídos en casi cada rincón de Cang Qiong. Si Shen quería podía hacer que Binghe destruyera la montaña, los Picos y asesinara a cada hombre, mujer y niño que se cruzara en su camino. Pero hete aquí los dos cuerpos allí abajo como dos muñecas sin cabeza con los miembros retorcidos en posiciones imposibles, sus dos queridas esposas (la número 897 y la 1771) y el señor durmiendo como si el mundo no se estuviera derrumbando frente a él.

Quizá debiera intentarlo con alguna otra esposa de mayor jerarquía, Shen Qingqiu pensó y miró a su izquierda. La hermana sol rescatada de las fauces de un águila dragón centenario se escondió detrás de la ex cultivadora sin núcleo devenida en soldado y luego cocinera y luego esposa descarte que se escondió detrás de una demonia embarazada de tres piernas que se escondió detrás de la santa Sha Hualing.

Ah, Sha Hualing. Shen Qingqiu adivinó que esta debiera ser una de las principales pero dudó que fuera tan imponente como la Sha Hualing de su mundo.

Esta era una beta y la suya, no.

Esta se había prendido con garra en una posición compartida con tres mil otras y la de su mundo había peleado con su Binghe y con el otro MoBei Jun (por separado y juntos) para quedarse con Shen Qingqiu y/o con Shang Qinghua. Peleado sin descanso hasta romperse los huesos con ambos jefes, con el Emperador Luo Binghe y su general MoBei Jun.

Sobre todo con MoBei Jun.

Por Shang Qinghua.

Ah, la Sha Hualing de su mundo lo hacía reir y le había tendido cien trampas para que dejara a su Binghe y bajara con ella a su Reino de Fuego pero ella no sabía hacer el congge y su Binghe, sí.

Esta Sha Hualing parecía odiarlo, después de empujar a la esposa demonio embarazada de tres piernas (¿el bebé tendría tres piernas? Shen Qingqiu quería ir y abrirla para comprobarlo), se acercó moviendose elegante meneando la cadera como si fuera omega...

Shen Qingqiu se rió, escandalizado. Como si fuera... ¿Sha Hualing omega? Tenía que contarle esto a su Qinghua ¿habría un Qinghua en este mundo también? ¿estaría casado con una beta? ¿habría alguna beta disponible después de que el anciano Bingge se hubiera quedado con todas?

Algo de su risa llegó a oídos de Bingge el anciano. Escuchar a shizun reir debió ser una experiencia dolorosa y esta Sha Hualing odiaba la risa de cualquiera que no fuera ella. Naturalmente solo quería aplastar a la pequeña cucaracha por atreverse a existir siquiera. Su animosidad le pareció increíble. Shen Qingqiu guardó los cabellos cortados del anciano Bingge en su bolsa qiankun e hizo lo único que sabía hacer cuando ya estaba cansado de los avances de la santa demonio.

Llamar a su Luo Binghe.

Aunque estaba a años luz de poder decir "a tu lado, shizun", él quiso intentar.

—Bin...

Sha Hualing se detuvo, algo de su intuición demoníaca entró en juego en ese momento (¡muy bien! Shen estaría feliz de saber que esta Sha beta aún podía dar lucha a la alfa implacable que era en otro universo), sintió un cimbronazo en el suelo como si algo debajo hubiera empujado todo el palacio para levantarlo pero se hubiera arrepentido o quedado sin fuerza.

¿Quedado sin fuerza? ¿arrepentido? Eh, no. Chocado contra una realidad alterna con su propio sistema de defensa y engranajes, probablemente.

De pronto, bloques del cielo raso, el tapiz que cubría desde los techos, lámparas y mampostería cayeron sobre ellos como una fina lluvia de escombros.

Todas las pinturas de las paredes sufrieron un desgarro, la misma pared resquebrajada por el movimiento y los jarrones hechos añicos en el suelo, bastante surreal.

Incluso el anciano Bingge yacía ahora en el suelo con dos docenas de sus esposas encima de él, algunas inconscientes

Sha Hualing sabía que solo existía un ser que pudiera haberse camuflado en el edificio y golpeado las paredes del subsuelo con su enorme cuerno rojo crispado: un rinoceronte dos agujas ¿cómo había hecho la bestia para asentarse en el sótano y golpear, golpear hasta provocar el sismo si su tamaño era diez veces más grande que la puerta principal a la sala de conferencias? ¿quién era el artífice de este atentado y cuál había sido su objetivo? ¡Nada en este mundo podía destruir al anciano Bingge!

Rápido dio aviso a las fuerzas para que monitorearan todas las entradas y buscaran rastros del animal. Los soldados se marearon un poco tratando de localizarse a sí mismos en medio de la polvareda. Tampoco ayudaba que todas las señoras de Luo Binghe formaran una montaña de gritos y se aferraran de las vestiduras unas a otras, empujando y empujandose como un montón de hormigas bravas despavoridas.

—¡Centradas! —la beta a cargo las intimó.

Mierda, esta Sha Hualing tenía el mando sobre las otras concubinas ¿para qué quería un harén este anciano si mantenerla estable a ella era trabajo suficiente para sufrir migraña cien años?

—¡Los niños! —gritó una, recordando que ellas no eran el centro del universo.

Oh, los niños. Shen Qingqiu no había pensado en ellos pero era bastante claro que este anciano tendría no menos de cuatro pares de hijos cada tres esposas. Si Shang Qinghua estuviera aquí ya estaría armando una tabla de estadísticas y preparando un documento sobre planificación familiar, discutiendo con el anciano sobre la inconveniencia de alimentar tantas bocas sin ingresos fijos ¿con cuantas naciones estaría en guerra este Bingge aún? Shen Qingqiu consideró asaltar la oficina principal y revisar los documentos solo para estar seguro.

La guardería donde los muchos hijos de Bingge dormían o rompían sus juguetes ahora era un empasto de cal y piedra, con restos de miembros palpitantes por aquí y por allá. Algunos aún se arrastraban intactos pero conmocionados ¿qué había pasado? Incluso si no fuera capaz de levantar el brazo para proteger a dos esposas antes de aterrizar con el cráneo a la muerte, Shen Qingqiu no podía concebir un Luo Binghe que no estuviera dispuesto a sacrificar su existencia ínfima por el bien de sus hijos. Monstruo sin corazón, tanto esfuerzo para dar buena semilla. Otra decepción de este anciano. Ni toda una vida de terapia podría sacarlos de este dolor.

Shen Qingqiu no era tan malvado como para no sentir empatía por unos seres inocentes que ni siquiera pidieron nacer en una familia tan disfuncional. Él encendería una antorcha para quemar los restos, que los cielos reciban las cenizas como ofrenda de paz. Él solo tenía una solicitud.

—Quiero volver a casa.

Bueno ¿qué se le va a hacer? Ahora habría que ponerse a hacer más.

—¡Arriba, harén! ¡La vida continúa! ¡Abran esas piernas!

Y luego volviéndose al Bingge.

—¡Anciano, ponte a trabajar!

El último consorte de BinggeWhere stories live. Discover now