CAPITULO IV

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Guardé mis cosas al igual que Dylan, exhaustos por haber terminado tan tarde la canción. Nos había costado más de lo que creíamos terminarla, sobre todo porque ambos compartíamos la idea de que todo tenía que ser perfecto sin errores o algo que se escuchara descolocado.
     —Ha sido exhausto, ni siquiera con mi banda trabaja así de bien —estiró sus brazos, tirándose al respalda del sofá—. Siempre terminaba haciendo todo yo solo.
     —¿Es por eso que se desintegró?
     —Por una parte, sí, por otra parte, realmente nadie se llevaba bien a excepción de mi amigo baterista y yo, solo estábamos unidos porque fuimos elegidos por un profesor en primer semestre, ganamos un concurso y por ello creímos que seríamos una buena banda, pero éramos un asco juntos.
     —Ya veo, eso es triste.
     —Sí, bueno, realmente me alivié de salir de ahí al igual que mi amigo, ambos éramos los únicos que trabajaban en sacar nuevas canciones, además de que todas las canciones de los dos se las quedaron ellos y a parte las vendieron alegando que eran suyas... Desgraciados.
     —¿Es por eso que no les enseñaste esta canción?
     —Así es... —Se quedó callado, mirando hacia la nada por un instante y después me miró a los ojos—. Por eso dejé de escribir un rato y rechacé todas las propuestas de mi amigo para juntar una nueva banda porque dejé de confiar cuando entré a otras dos bandas diferentes y me hicieron lo mismo, estaba a punto de mandarte a paseo a ti también.
     —¿Y por qué decidiste compartir la canción conmigo?
     —De una forma extraña, inspiras confianza. No te ves de esas personas que traicionan por la espalda o hacen maldades, es como si transmites una buena vibra de cierta forma.
     Rio, haciéndome sonreír a mí también.
     —Solo espero no equivocarme o definitivamente seré un idiota por siempre ser un positivo de mierda.
     —No te equivocas, creo que hacer eso sería cruel, además de que todos saben que soy mala para escribir y mucho más una canción.
     —Entonces tendremos dificultades para la letra.
     —Supongo que sí, un poco.
     Dylan se levantó, tomando sus cosas para cargarlas.  
     —Creo que ya es hora de que me vaya, es bastante tarde y si tardo más, mis padres me van a colgar.
     —Oh, claro, entonces ¿nos veremos mañana? Bueno, a parte de las clases.
     —Mañana no puedo, tengo que ir al trabajo después de clases. Podría el viernes, ¿te parece o tienes algo que hacer?
     —No, yo estaré disponible. ¿El viernes a la misma hora?
     —Sí, ¿por qué no? —Se agachó para chocar la manita de mi hermano, este rio—. Nos vemos campeón.
     —Dale su pulsera, Michael.
     —Nah, que se la quede, solo cuídala bien, ¿sí? —Mi hermano le sonrió como si hubiera entendido lo que le había dicho.
     Fuimos hacia la salida para despedirlo, y solo observé cómo se iba con un caminar despreocupado y al mismo tiempo seguro. Realmente me la había pasado bastante bien con él.
    
El jueves amaneció lloviendo de nuevo como lo había previsto el meteorólogo, afirmando que estaría con lluvia hasta el domingo. Tras hacer lo mismo desde que se fueron mis padres, fui a la escuela de prisa, aunque esta vez logré llegar más temprano.
     Me senté junto a Cillian, este solo me sonrió al verme.
     —Oye, hoy iremos a jugar bolos en la tarde, ¿quieres venir?
     —Tengo que ir a realizar aseo a la iglesia y saldré hasta las tres.
     —No importa, iremos a las seis de todas formas.
     —Oh, entonces sí, gracias.
     —¿Y cómo te fue ayer con el metalero de la escuela?, estuvo en tu casa, ¿no? ¿Fue algo aterrador?, ¿te sentiste incómoda? ¿Ya tienes más palabras para describirlo y no como la otra vez?
     —En realidad no fue aterrador en absoluto, fue todo lo contrario. Es muy agradable, carismático, tiene sentido del humor y además es respetuoso. Hicimos una parte del proyecto correctamente, creo que le he caído bien así como él me agradó bastante.
     Cillian alzó ambas cejas, quizás no esperando esa respuesta e incluso se me quedó mirando como si esperara a que le dijera que no era cierto, pero no dije nada, por lo que solo asintió.
     —Vaya que existen las sorpresas, aunque me alegro por eso. Imagínate que hubiera sido todo lo contrario y a mitad de trabajo sacara una ouija para invitarte a jugar, eso sí sería de locos.
     —Tú y tu imaginación tan extravagante.
     —Gracias, ya sé que es extraordinaria —sonrió, miró hacia la puerta y después me miró—. Por cierto, el viernes esperaba salir de nuevo juntos los dos, ya sabes, a ese campo de trigo al que me llevaste la otra vez. Sé que estará lloviendo, pero pensé en que si poníamos unos cuantos paraguas y los unieramos, podríamos protegernos.
     —Sería maravilloso, pero me juntaré con Dylan para terminar con el proyecto ese día.
     —¿En serio?, ¿y no lo pueden posponer? Realmente quería pasar el tiempo contigo —frunció los labios, recargando su mentón en mi hombro para mirarme con ojos de cachorrito.
     —No, y tú deberías de juntarte con tu pareja de proyecto para hacer lo mismo, ¿ya empezaron a hacerlo?
     —Bueno, empezar que digamos empezar... Pues no, pero aún así quería arriesgarme a salir contigo después de estos dos días en los que estuve raro y quería compensarte.
     —¿Raro?
    —Sí, de seguro pensarás que no quería hablarte o trataba de evitarte, pero lo cierto es que luego me sucede esto y me alejo de la gente sin razón alguna.
     —¿Y por qué?
     —No lo sé en realidad, me gustaría saberlo, pero no tengo explicación. Por cierto, ahora que lo recuerdo, mi madre pasará por mí antes de la última clase por una urgencia, así que no podré acompañarte a casa, así que te veré hasta las cinco para recogerte en tu casa.
     —Está bien.
     Pasaron dos clases y en la última, Cillian se marchó de la escuela. Llegué al salón y para mí sorpresa tampoco estaba Dylan, y en ningún momento llegó, como si se hubieran puesto de acuerdo ellos dos para no estar en la última clase. Por lo que me quedé sola, en completo silencio mientras los demás continuaban con su proyecto. Lizie también estaba sola, pero parecía ni molestarme en absoluto, incluso estaba muy concentrada en escribir algo en su cuaderno.
     A la hora de la salida, me fui caminando sola a mi casa, dejando todas mis cosas para tomar los objetos de limpieza. Salí a las dos de la tarde después de haber hecho de comer y fui a la casa de la señora que cuidaba a mi hermano para informarle que iría a la iglesia, ella solo asintió con la condición de que llegara por mi hermano mínimo a las cuatro porque tendría que irse, diciéndole que solo tardaría una hora y regresaría a las tres de la tarde.
     Llegando a la iglesia, me puse a realizar el aseo de inmediato, teniendo que apurarme al recordar que también a las cinco me iría con Cillian y su familia. Estaba tan concentrada en terminar de forma eficiente que nunca me percaté de la presencia detrás de mí hasta que me tomaron de la cintura.
     Me voltee solo para ver a Richard, haciéndome retroceder de un brinco.
     —N-no, por favor, hoy no.
     —Ven aquí.
     —¡No, suéltame!
     Luché contra él, pero su fuerza era más que la mía y sin sorpresa alguna pudo dejarme indefensa a pesar de que trataba de zafarme, metiéndome a las oficinas de la iglesia, cerrando la puerta, aunque no con seguro afortunadamente.
     Solo fui testigo de ver en el reloj las horas pasar y cómo él no se detenía, haciéndome daño de nuevo, abusando de mí como siempre lo hacía cada vez que estaba. Era el único momento en el que maldecía al cielo, a Dios, a todos por dejsrme vivir esto dentro de la propia casa del señor.
     Y en otra parte, la madre de Cillian aparcaron fuera de mi casa, bajando el mencionado del auto para tocar a la puerta sin recibir respuesta. Frunció el ceño, tocando nuevo, mirando a su mamá mientras alzaba los hombros.
     —¿Eres amigo de Grace?
     Cillian volteó, encontrándose con la vecina con mi pequeño hermano en sus brazos. Se acercó a él, viendo por la ventana de la casa.
     —Sí, de hecho, he venido por ella porque vamos a salir, ¿sabe en dónde está?
     —Me dijo que iba a ir a la iglesia y regresaría a las tres, pero eso pasó desde hace tres horas y no regresa, lo cual se me hace muy extraño. Yo ya necesito marcharme porque tengo un compromiso y no puedo cuidar a su hermano, ¿no podrías llevárselo?, estoy de urgencia.
     —C-claro, está bien.
     Cillian tomó a mi hermano en brazos, el pequeño sonrió al reconocerlo y se abrazó a él. Todos se despidieron, subiendo Cillian al auto para informarle de la situación, dirigiéndose a la iglesia para pasar por mí.
     Cuando ellos estuvieron ahí, aparcaron afuera y se bajaron los dos hermanos, entrando para buscarme, pero no me veían por ningún lado, hasta que escucharon mi grito.
     —¡Ya basta, déjame!
     Richard me tenía contra una pared, dejando mi cuerpo estampado contra esta sin la oportunidad de poder moverme. Simplemente me tenía ahí, arremetiendo contra mi feminidad sin que yo pudiera hacer nada más que llorar y suplicar que se detuviera con ese asqueroso acto.
     —¡Por favor, te lo suplico!
     De un momento a otro sentí que se alejó bruscamente de mí, dejándome caer al suelo. Al ver hacia el frente, Charlie estaba golpeando a Richard hasta dejarlo en el suelo y Cillian se acercó a mí, abrazándome para tomarme de los brazos con delicadeza, ayudándome a levantarme para sacarme de ahí.
     Una vez afuera de la oficina mientras Charlie trataba de retener al rubio y que no escapara, Cillian me dejó sentada en una de las bancas.
     —Espérame aquí, vuelvo enseguida.
     —P-por favor, n-no me dejes.
     —Prometo que regresaré rápido, te lo prometo.
     Salió corriendo yendo a decirle a su madre sobre la situación y que llamara a la policía. Yo solo estaba llorando mientras miraba la figura religiosa tallada en madera de Jesucristo crucificado, mirándolo con los ojos nublados. Mis piernas temblaban, mis manos estaban inquietas y sentía que iba darme un ataque muy pronto si no lograba tranquilizarme.
     Cillian regresó de inmediato, sentándonse a mi lado para abrazarme, permitiendo que llorara en su hombro, diciéndome que me desahogara todo lo que quisiera en él, que nunca iba a dejarme sola y ese hombre pagaría. Sentí la rabia en su voz, sentí la furia que crecía en él por lo que había visto, incluso pude sentir dos lágrimas de él en mi mejilla.
     Dentro de muy poco llegó la policía y gracias al trabajo de Charlie que fue mantener a Richard adentro para que no pudiera escapar, fue detenido por los oficiales. Yo salí de la iglesia con Cillian abrazándome, sacándome de ahí mientras aún temblaba de pies a cabeza.
     Afuera de la iglesia se encontraban las dos patrullas que habían acudido a la llamada de emergencia y había gente, personas curiosas que miraban todo como si fuera un espectáculo. No quería que me miraran, me sentía tan humillada y débil que el deseo de desaparecer se hizo más fuerte.
     Y ahí dentro de toda la gente, pude ver a un rostro conocido que me dió vergüenza de mirar, evitando el contacto visual para meterme al auto de los Kingsley para marcharme de una vez por todas de esa maldita iglesia.
     Lo siguiente no fue más que terrorífico para mí, horas en las que me interrogaron en la casa de Cillian, horas en las que tuve contar detalle por detalle cada maldita sesión de sufrimiento con Richard, cada vez que me tocó, cada vez que me había penetrado y desde cuándo había iniciado, contando todo desde que tenía quince años y cómo mis padres jamás me creyeron porque confiaban más en ese hombre de mierda, que en su propia hija.
     Cada palabra fue escrita por una mujer, viendo en su rostro la expresión de la sorpresa, el coraje y la comprensión. Hablarlo fue liberador, pero al mismo tiempo fue un infierno, sobre todo porque la familia de Cillian escuchaba todo porque preferí que se quedaran que a estar sola en una habitación con personas que no conocía. Preferí quedarme a contar todo mientras estaba en los brazos de mi amigo.
     Después de decirme que procesarían a Richard Maxwell y estaría encerrado por el momento, me sentí tan aliviada al sentir que ese monstruo estaría tras las rejas, lejos de mí, lejos de todas aquellas niñas a las que alguna vez vi intentaba acercarse. Maldito pedófilo de porquería.
     Esa noche me quedé en casa de ellos, dejando que me quedara en una habitación de huéspedes, pero al verme tan abatida y sin poder conciliar el sueño, tuve que estar acompañada por la madre de Cillian, Chelsea, a quien extrañamente sentí como una presencia materna que jamás había tenido. Ese calor maternal logró tranquilizar mis nervios, logrando que durmiera entre los brazos de una mujer que me dio más confianza en unos días que mi propia madre en todos estos años.
     Al día siguiente, los cinco estábamos en la cocina desayunando, incluyendo a mi hermano menor. Los cinco estábamos callados, y podía notar que estaban evitando hacer comentarios que pudieran herirme o evitar verme con lástima, sabía que su intención no era incomodarme y mucho menos hacerme sufrir, por lo que me reconfortaba por no ser como mi auténtica familia quienes estaban ausentes y ajenos de todo esto.
     —Si no quieres ir a la escuela, está bien, Grace. Puedes tomarte este descanso hasta el domingo y regresar el lunes, o tomarte el tiempo que quieras. Mi esposo no estará en estos días por un viaje de negocios y puedes quedarte aquí si quieres para que no estés sola, todo lo que necesites puedes pedírmelo sin problema alguno.
     —No, está bien... Creo que solo me tomaré el día de hoy y el lunes regresaré a la escuela... En realidad agradezco su hospitalidad, es mucho más de lo que hubiera podido necesitar y no sé cómo pagarles esto.
     —No queremos una paga, lo hicimos sin el interés de recibir algo a cambio —me dijo Charlie, con una sonrisa de lado.
     —Solo nos preocupa tu bienestar y que estés bien.
     —Eso es lo mismo, eres un bobo a veces, Cillian —me hicieron reír mientras derramaba una lágrima, Chelsea se sentó para abrazarme de lado, besando mi frente. Esta familia era única.
     Cillian se quedó a mi lado después del desayuno, quedándonos en su sala viendo películas en la tele con videocasets rentados. Nos cubría las piernas una manta, además otra cubriendo nuestros hombros, compartiendo ambas mantas. Y comíamos palomitas o cualquier otra botana que Charlie luego nos traía, quedándose dormido en el sillón de dos asientos que estaba a la derecha de Cillian y mi hermano se durmió con él, ambos dándonos risa cuando empezaron a roncar al mismo tiempo.
     —¿Estás mejor? —Me susurró Cillian.
     —Creo que sí, estoy más tranquila —respondí también en susurros, alzando la mirada para encontrarme con que él también me estaba mirando.
     —Okay, me gusta escuchar eso, sino me veré con el objetivo de hacerte sentir bien hasta que empieces a reír —besó mi frente, pasando su mano por mi cabello, acariciando mi cabeza. Me acurruqué de nuevo en él, dejando mi cabeza sobre su hombro, abrazándolo de lado.
     Si esto era lo que la vida quería para mí, si esto me trajo a hasta este momento, entonces me sentía satisfecha y tranquila. Todo aquél infierno vivido me había llevado hasta este punto, este momento en donde conocía a estas personas. Era increíble pensar que aquello del destino podría ser cierto, quizás solo una coincidencia que cambia tu vida de un momento a otro, incluso de deja un poco aturdido por ser tan repentino.
     Me gustaba pensar que el destino había trazado este camino de sufrimiento para llegar a un descanso donde podía postrarme en el suelo un rato, mirando lo que ya había cruzado para ver que de ahí en adelantes todo sería mejor o diferente, aunque aún así, no estaría excenta de nuevos obstáculos que tendría más adelante.
     Por primera vez,, me alegraba de no haberme quitado la vida cuando tuve la oportunidad.
     Sin embargo, la pregunta existía por sí misma y me preguntaba constantemente esta: ¿Cuánto duraría?, ¿de cuánto es la tardanza para regresar o al menos tener nuevos problemas? Cómo todo, nada es infinito, siempre hay perturbaciones que interrumpen ciertos momentos.
     Es por ello que luego me aterraba hacer cambios y estar por un tiempo bien, porque sabía que en menos de un segundo volvería a mi infelicidad de siempre. Pero ahora que ya me había quitado un gran peso de encima, ¿cuándo tardaría en llegar otro peso aún más grande.
     Y todo inició en ese mismo fin de semana que se fue de forma rápida, sin detenerse. El lunes me ví regresando de nuevo a la escuela tras asegurarle a Chalsea que podría estar bien, o al menos intentar estarlo.
     Por desgracia no fue del todo así.
     Tan solo llegar, noté las miles de miradas que de posaron en mi nada más cruzar la entrada de la escuela. Me miraban con diferentes expresiones, algunas eran de lástima, otras de curiosidad meintrad se susurraban entre ellos y otras miradas eran, para mí sorpresa, de diversión o burla.
     Cillian me acompañaba en todo momento, mirando mal a todo aquél que me miraba con las últimas dos expresiones mencionadas. Yo solo podía agachar la mirada, ocultarnos entre Cillian y la gorra de mi sudadera alternadamente.
     —¿Por esa chica es que arrestaron a Richard? —Preguntó un chico que en realidad nunca había visto en el colegio, no sabía ni quién era, pero aún así me apuntaba como si fuera una la lacra.
     —Ya déjala, Mathew.
     —Sí, no tiene la culpa de...
     —Apuesto que ésta más bien era una alborotadora y solo se hizo la víctima —señalaba como si fuera obvio. Avanzó hacia mí con paso amenazante—. ¡Por tu culpa arrestaron a mi hermano y mis padres ahora no pueden ni mostrar la cara en la calle de vergüenza!
     —Tú hermano era el puto enfermo que abusaba de menores de edad, así que déjala en paz.
     Me sorprendió Cillian al hablarle de esa forma.
     Ese tipo golpeó a Cillian en el rostro, haciendo que retrocediera violentamente, chocando con unos alumnos. Así terminó por llamar la atención de todos, acercándose. Mi ataque de ansiedad iba en incremento, sentía que hasta se me dificultaba respirar cuando este tipo me tomó del cuello.
     —Apuesto que tú eras la maldita zorra seductora que solamente quería que te dieran di...
     Fue empujado lejos de mí, al ver a mi derecha estaba Dylan, y cuando ese chico se acercó con la intención de golpearlo, Dylan lo esquivó para golpearlo con mucha fuerza en el rostro, tumbándolo como si no fuera nada en el suelo.
     —Genial, hoy te unes a mi lista de imbéciles que no tienen ni un poquito de mierda en el cerebro porque está completamente vacío. Nadie tiene la culpa de que tu hermano sea un maldito enfermo de la cabeza, hasta me haces pensar que eres igual que él por esto.
    Todo aquél ruido que había, como murmullos o expresiones de miedo por cómo me habían agredido, se callaron ante la presencia de Dylan. De hecho, después de hablar miró a los demás, a todos los chismosos que se habían quedado a mirar sin hacer nada.
     —¡¿Y ustedes qué?!, ¡¿Creen que esto es un espectáculo?! ¿Me van a decir que están igual que este idiota?
     Todos los demás se fueron avergonzados en menos de un segundo, siguiendo con el movimiento entre los pasillos para que cada quien fuera a su salón. Dylan ayudó a levantarse a mi amigo, quien tenía una ceja partida por el golpe a puño limpio que le había dado ese chico Matthew.
     Y por último, se fue ese chico idiota, con un labio roto y una anariz sangrando.
     —G-gracias —le dijo Cillian—. Y justo hoy los profesores tenían que hacer su junta en a dirección.
     —Son inútiles.
     Pero a pesar de ya haber acabado toda esa escena desagradable, yo no podía controlarme y empecé a temblar más de lo acostumbrado, mi pulso comenzó a acelerarse cada vez más hasta que se me hizo difícil el poder respirar. Cillian lo notó, acercándose y Dylan me miró.
     Un ataque de ansiedad.

Dos Seres Rotos ©Where stories live. Discover now