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Marzo 2015

-¡Vamos Blanquita, no te estarás arrepintiendo!-  Bianca escuchó la voz de Benja al otro lado de la  puerta. Se había reído tanto cuando había descubierto el error de su nombre que lo había llevado a agendarla como Blanca en su celular, que se había convertido en una broma interna que usaban cada vez que estaban nerviosos por algo o querían alegrar al otro. 

Bianca se río mientras volvía a mirarse en el espejo. El vestido de novia era bellísimo, como siempre lo había soñado, y el maquillaje la hacía sentirse hermosa. Estaba a punto de casarse con el hombre que amaba y no se arrepentiría por nada del mundo. 

–¡Jamás, amor! Y ahora ándate que es de mala suerte ver a la novia antes del altar.- le dijo Bianca sacudiendo sus manos como si pudiera verla. 

– Te espero en el parque, soy el del frac negro que va a estar parado al lado del cura, espero me reconozcas.- Bianca volvió a reir sacudiendo la cabeza, el humor de Benja era lo que más disfrutaba. –Podes confiar en mi.- le dijo mirando la puerta y Benja sonrió por saberse tan feliz.

Horas antes, Martin, en Madrid, tenía todo listo, no podía creer que por primera vez en dos años iba a poder volver a Argentina. Nada le alegraba más que reencontrase con sus familiares y amigos. Sus padres los habían visitado en un par de oportunidades, al igual que su hermana; pero por la manera vertiginosa en que se había presentado todo, él no había podido regresar. Había completado su carrera universitaria antes de lo previsto y la empresa para la que trabajaba lo había reconocido en seguida, o por lo menos, los dos ascensos con los que había sido premiado, así lo reflejaban. A Paula tampoco le había ido mal, se había adaptado al nuevo colegio y había sumado amigos a su vida. Carolina por su parte no hacía más que quejarse, si bien su trabajo era reconocido, le costaba hacer amistades, extrañaba mucho Buenos Aires y no veía la hora de regresar.

Para Martin, este era un viaje tan ansiado, que nada podía salir mal. O al menos eso pensaba él. Seguía en contacto con Benjamin, aunque no tan seguido como hubiese querido. Sabía que era feliz con Bi, que le iba bien en el trabajo y que estaba a punto de comprarse el barco que tanto ansiaba. La invitación a su casamiento lo alegró tanto que no lo dudo, dos años eran más que suficiente para pedir vacaciones. Sacó los pasajes para él y para Paula y allí estaba, preparando el equipaje para partir por la madrugada. 

Luego de cenar con Paula en el departamento, acomodó lo que faltaba en las valijas y se volvió hacia el tubo de cartón que yacía sobre la cama. Estaba seguro de que Benja adoraría su regalo. Había conseguido la lámina de una obra de Ernest Descals, el pintor español.  Los paisajes marinos de este artista eran bellísimos, las barcas de Cadaques en la pintura que había elegido siempre le darían una sensación de paz. Estaba seguro que Benja lo iba a amar.

 Se sentó en el borde de la cama y escribió una dedicatoria que dobló prolijamente y dispuso en el interior del tubo. Minutos más tarde se recostó para dormir las escasas horas que lo separaban del llamado del despertador, minuciosamente programado a las 05.07 AM.   

Cuando alguien tomó su brazo en el medio de la oscuridad de la noche, aun dormido, identificó el llanto de su pequeña, que tantas veces había arropado en las frías noches de Buenos Aires.

 -¿Qué te pasa Pau? ¿Estás bien?- le preguntó incorporándose en la cama. 

–Perdón papá, no quería decirte nada, pero no aguanto más. Me duele mucho la panza.- le dijo entre lágrimas.

–Tranquila, hermosa. ¿Cómo no me vas a decir?- le dijo Martin ayudándola a recostarse en la cama, mientras encendía la luz. 

–No quería arruinar el viaje, perdón papi.- Martin la besaba en la frente
– Olvidate de eso ahora, hija, voy a vestirme y nos vamos al hospital.- 

En la sala de espera de emergencias, a escasos metros de Carolina, Martin esperaba al cirujano que extirparía el apéndice de su hija. Sin poder pensar con claridad, se acercó a la ventana, tomó su celular y llamó a la única persona que siempre le había dado seguridad. 

–Hola Tincho, ¿qué pasó? ¿Estás bien? – respondió la voz dormida de Benjamin al otro lado del océano. Martin rompió en llanto 

– La están operando a Pauli- llegó a decir con la voz entrecortada. 

– Va estar todo bien, Tincho, tranquilo. Estas en el primer mundo, amigo, Paula es la chica más fuerte que conozco. ¿Qué le pasó? – Martin respiró y se secó las lágrimas 

– Apendicitis, se empezó a sentir mal a la mañana, pero como estábamos por viajar no me dijo nada y en la madrugada ya no pudo aguantar. – Benja se levantó de la cama, encendió la luz y ordenando sus pensamientos le dijo 

– Bueno, tranquilízate, esas operaciones pueden tardar una hora, pero va salir bien. Me voy a quedar en el teléfono hasta que salga el médico, después vemos cómo pagamos la cuenta del celular. –
Martin esbozó una sonrisa, si bien seguía nervioso, la respiración comenzó a enlentecerse, relajó los hombros y ambos continuaron hablando por 15 minutos. Hablaron de Paula, de ellos, del casamiento y entonces Martin vio que las puertas del quirófano se movían 

– Ahí está el médico, ahora te escribo.- le dijo a Benja y cortando la llamada, se acercó a los dos hombres vestidos de verde, con los barbijos desabrochados sobre el pecho y el pelo cubierto de una cofia blanca.
–Todo salió muy bien.- fueron las palabras más deseadas por los oídos de ambos padres que, con un suspiro se deshicieron de la última gota de incertidumbre que ocupaba sus mentes. 

–Ya se está despertando, ahora la pueden acompañar a la habitación y en un par de días podrán llevarla a casa. – Ambos padres le agradecieron a los médicos y se apresuraron para acompañar a la camilla con su pequeña hasta la habitación. La llenaron de besos y abrazos y cuando esta les pidió que la dejaran dormir un rato, Martin se despidió dejándola junto a su madre. En el camino de salida, tomó su celular y tecleó:

PAULA ESTA BIEN, TODO SALIO EXACTAMENTE COMO ME DIJISTE.

SOY EL PEOR AMIGO DEL MUNDO, ME VOY A PERDER TU CASAMIENTO.

Benjamin, quien ya había bebido dos tazas de café y no podía dejar de dar vueltas por el living de su departamento, sonrió y se dejó caer en el sillón mientras tecleaba en su teléfono. 

AUNQUE QUISIESES JAMAS PODRIAS SER UN MAL AMIGO.

MANDALE UN BESO GRANDE A PAULI.

NO TE OLVIDES DE MANDARME EL REGALO ;)

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