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2018

Ese día le resultó imposible volver a la oficina. Bianca finalmente utilizó una excusa y se quedó en su casa, pensando, intentando entender al caprichoso destino, buscando respuestas en viejos recuerdos, y haciendo lo imposible por no llamar a Martin. Si bien se moría de ganas de volver a verlo, sabía que los dos necesitaban espacio y estaba decidida a darle un buen uso al suyo.

Llegó el fin de semana, aun sin noticias de la persona que no podía sacar de su mente, y agradeció no haber anticipado a sus padres que iría acompañada al almuerzo del domingo. Como hacía un par de meses atrás, otra vez, manejaba por la Panamericana, solamente acompañada de las más tristes canciones de Adele.

Llegó a la casa de sus padres, simulando un domingo más, escuchando las historias desopilantes de su madre, pero con la mente perdida en el recuerdo. Un nuevo recuerdo, el de una breve historia de amor, que la había colmado hasta erizarle la piel y la había abandonado, sin siquiera avisar. 

Cuando terminaron de almorzar, su hermano se puso de pie y sosteniendo la mano de Clara, golpeó la copa de vino, a medio llenar que se encontraba sobre la mesa. El resto de los comensales lo miraron con sorpresa. Su madre que ya había comenzado a recoger los platos volvió a tomar asiento, presintiendo que se trataba de algo importante. Entonces Lautaro, con una enorme sonrisa que iluminaba su rostro dijo. 

–Bueno, familia, tenemos un hermoso anuncio para hacerles. ¡Clara y yo vamos a ser padres! - Su padre sonrió y se tomó las manos, como iniciando un aplauso que no pudo continuar por la emoción que lo invadió. Su madre dio un pequeño grito de alegría y se llevó ambas manos a la boca, como para contener el entusiasmo. Bianca, saliendo un poco del remolino de pensamientos que la acechaban desde hacía un par de días, se paró y dando la vuelta a la mesa para alcanzarlo, abrazó a su hermano con genuina alegría, pero no pudo evitar que las lágrimas afloraran de sus grandes ojos marrones. 

–¡Felicitaciones chicos, que alegría! – dijo por fin la madre y luego de abrazar a Clara, se volvió a su hijo, dándole espacio a Bianca, para que secara sus lágrimas con disimulo. Su padre propuso un brindis, que fue muy bienvenido por los cinco. La emoción y las preguntas por parte de Alicia, no se hicieron esperar. Clara respondía como podía. ¿Para cuándo es la fecha? ¿De cuánto estás? ¿Te sentís bien? ¿Ya saben si es nena o nene? ¿Se van a casar? 

Un poco abrumado por el sentido que estaba tomando la conversación, Lautaro invitó a su hermana a alejarse un poco de la mesa. Se sentaron en las reposeras cercanas a la pileta y tomando su mano le preguntó 

- ¿Estás bien, hermana? – Bianca le regaló una pequeña sonrisa y respondió 

– Sí, me pone muy feliz. Voy ser tía, es maravilloso. –Su hermano que la conocía demasiado, intuía que algo más le pasaba. Sabía que la noticia de su embarazo podía tocar fibras sensibles en ella, pero también estaba seguro que su amor era tan grande, que lo disfrutaría tanto como él. No terminaba de descifrar sus ojos, pero no se iba a quedar con la dudan

-Te conozco Bianc, ¿Qué te está pasando? – Bianca dejó de sonreír, emitió un largo suspiro y supo que si alguien podía entenderla ese era Lauti. 

–No vas a creer lo que me pasó. – Lautaro, contento por saberse conocedor de su hermana, la alentó a que le cuente. a

-Hace un par de meses conocí a alguien. – le dijo Bianca mirando el piso para juntar valor. 

–Un ejecutivo de la consultora que intervino la empresa. Al principio me caía pésimo, me parecía agrandado e impertinente, pero se instaló en mi oficina, y con el correr de los días nos fuimos conociendo mejor y empezamos a pasar mucho tiempo juntos. – continuó, haciendo énfasis en la palabra mucho, pero sin querer dar detalles de lo que hacía en ese tiempo. Lautaro, que entendía perfectamente a lo que se refería, intentó sacarle dramatismo al relato y le dijo 

- ¡Qué bien que te di los forros aquella vez! – Bianca le envió una mirada helada, con un gesto de reproche en sus labios y le dijo 

– Si te vas a reír, no sigo. –

-No, dale, perdón, y ¿qué pasó? ¿te da miedo tener sentimientos por alguien? ¿te enamoraste? – le dijo en un tono más serio. 

-Algo así, pero ese no es el problema. – respondió Bianca, frotándose las manos. Lautaro buscó su mirada con curiosidad insitándola a continuar. 

–El viernes descubrimos que no es un extraño que vino a mi oficina. – Lautaro, sin comprender a qué se refería y con mayor curiosidad le preguntó - ¿Cómo? No entiendo. – Bianca por primera vez lo miró 

– Resulta que este hombre, por el que tengo sentimientos, o algo así, es Tincho, el mejor amigo de Benja. –

Lautaro abrió los ojos sorprendido

 –¿y no lo habías reconocido? –

-Nunca lo había visto, Benja me contaba muchísimo de él, pero cuando empezamos a salir, se había mudado a España y por una cosa u otra nunca llegué a conocerlo y a juzgar por su reacción al descubrirlo, él tampoco. – 

- ¿Qué hizo? –

 - Desapareció. Intenté darle tiempo, esperé un par de días, pero ayer a la noche le escribí e intenté llamarlo y no me responde. –

-- y ¿a vos qué te pasó cuando te diste cuenta? –

- Te digo la verdad, primero me congelé, no lo podía creer, me volví a enojar con el destino o con quien me esté mandando estas cosas. Pero después lo pensé mejor y la verdad es que Benja no va a volver. – la voz se le entrecortó y los ojos se empañaron 

– No importa con quien esté yo o con quien deje de estar, él no va a volver. Y aunque me cueste reconocerlo, al lado de Martin volví a sentirme con ganas de vivir. – sus ojos no pudieron contener más la emoción, y las lágrimas se deslizaron libres por sus mejillas. Lautaro la abrazó. Cuando se separaron unos minutos después, Lautaro limpió sus lágrimas y se sentó a su lado. 

-Dale tiempo. Te conozco y sé que, si te hizo sentir así, vale la pena intentarlo. Debe ser raro para él, los hombres tenemos ese mandato de sentir que la mujer de un amigo está prohibida, pero cuando te enamoras, te enamoras. –

-No sé si se enamoró de mí. – Lautaro sonrió 

- Estaría loco si no lo hiciera. – Bianca sonrió también 

– No exageres. – le dijo en tono de burla. 

-Sabes que ahora que lo pienso, me caía muy bien el amigo de Benja. Y si no me equivoco, la cita aquella vez te la había armado con él.– Bianca asintió con la cabeza 

– Sí, Benja me lo había contado, es tan loco todo que cuesta entenderlo. – Lautaro pasó su mano por el hombro de su hermana y acercándola le dijo 

– A lo mejor no hay que entender tanto, y hay que sentir más. Te mereces ser feliz, Bianc. A veces hay que hacer un esfuerzo por alcanzar la felicidad. No bajes los brazos, si lo queres no lo dejes ir, al menos no, sin hablar antes. –Bianca asintió. 

–Gracias, siempre me hace muy bien hablar con vos, aunque por mucho tiempo no te respondía, siempre te sentí ahí. – y haciendo una pausa, lo miró de costado analizando su facie 

- ¡No puedo creer que vayas a ser padre! ¡Preparate para la tía más babosa del mundo! -  le dijo tomándole las manos. 

- ¡Preparate para ser la madrina más babosa del mundo! – Bianca sonrió encantada y volvió a abrazarlo intentado no volver a llorar.  

- ¿Listos para el postre? – le preguntó Alicia en un tono elevado desde el borde de la mesa. Los hermanos intercambiaron una mirada de complicidad, como cuando eran pequeños y su madre les hacía la misma invitación, y se acercaron a gran velocidad al resto de la familia para disfrutar de unos ricos helados de chocolate y salvar a Clara del interrogatorio al que estaba siendo sometida.

Volver a bailarWhere stories live. Discover now