Capítulo II

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Mi madre y yo vivimos en una granja del siglo XVIII llena de corrientes de aire a las afueras de Coldwater. Es la única casa sobre la carretera Hawthorne, y los vecinos más cercanos están a más de un kilómetro de distancia. A veces me pregunto si el constructor original se dio cuenta de que de entre todas las parcelas de tierra disponibles, eligió construir la casa en medio de una misteriosa inversión atmosférica que parece aspirar toda la niebla de la costa de Maine y trasplantarla a nuestro jardín. En este momento la casa estaba velada por una niebla tenebrosa que parecía a espíritus prófugos y errantes.

Me pasé la tarde plantado en un taburete de bar en la cocina en compañía de los deberes de álgebra y Luying, nuestra ama de llaves. Mi madre trabaja para la Compañía de Subastas Shen XiaoHai, coordinando subastas de antigüedades y propiedades a lo largo de toda la Costa Este. Esta semana estaba en Charleston, Carolina del Sur. Su trabajo requería muchos viajes, y pagaba a Luying para que cocinara y limpiara, pero yo estaba bastante seguro de que la letra pequeña del contrato de Luying incluía que me vigilara de cerca.

— ¿Qué tal el colegio? -Preguntó Luying con su ligero acento alemán. Estaba de pie en el fregadero, frotando los restos de lasaña adheridos de una cacerola.

— Tengo un nuevo compañero de pupitre en la Biología.

— ¿Esto es algo bueno, o algo malo?

— Yixing era mi antiguo compañero.

— Hum -Restregó con más vigor, y la carne de la parte superior del brazo de Luying tembló-. Algo malo, entonces.

Suspiré, admitiéndolo.

— Háblame de ese nuevo compañero. ¿Cómo es físicamente?

— Es alto, moreno e irritante. -E inquietantemente cerrado.

Los ojos de Zhan eran como dos esferas negras. Absorbiéndolo todo y no ofreciendo nada. No es que yo quisiera saber más sobre él. No me había gustado lo que había visto en la superficie, dudaba que me fuera a gustar lo que se escondía en la profundidad.

Pero eso no era del todo cierto. Lo que veía me gustaba, y mucho. Unos brazos largos y musculosos, unos hombros anchos pero relajados, y una sonrisa que era en parte juguetona y seductora. Tenía un pacto frágil conmigo mismo, en un intento por ignorar aquello que empezaba a volverse irresistible.

A las nueve en punto Luying terminó su tarde y cerró con llave al salir. Yo le hice la doble la señal con las luces del porche para despedirla; las luces debieron de penetrar en la niebla, porque ella respondió con un bocinazo.

Me quedé solo.

Hice inventario de los sentimientos en mi interior. No tenía hambre. No estaba cansado y ni siquiera me sentía solo. Pero sí estaba un poco inquieto por mi tarea de Biología. Le había dicho a Zhan que no lo llamaría, y hace seis horas atrás lo decía en serio. Todo en lo que podía pensar ahora era en que no quería suspender. Biología era mi asignatura más difícil. Mi nota oscilaba problemáticamente entre un sobresaliente y un notable. En mi mente, ésa era la diferencia entre una beca parcial y una beca completa en mi futuro.

Fui a la cocina y cogí el teléfono. Miré lo que quedaba de los siete dígitos todavía tatuados en mi mano. Secretamente, deseaba que Zhan no respondiera a mi llamada. Si no estaba disponible o se negaba a cooperar con el trabajo, eran pruebas que podía usar en su contra para convencer al Entrenador para que deshiciera la asignación de asientos. Aferrándome a esta esperanzas, marqué su número.

Zhan respondió al tercer tono.

— ¿Qué pasa?

En un tono práctico dije:

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