La revelación de Roy

6 1 0
                                    


No podía conciliar el sueño mientras estaba dando vueltas en mi cama por más de quince minutos, hasta que la desesperación me hizo abandonar el lugar y quedarme sentado sobre el colchón. Este día era bastante abrumador. La información que el profesor Roland nos reveló me había dejado perplejo... ¿era cierta o falsa? Me puse de pie y caminé hasta la ventana. Miré la luna y, por unos instantes, me perdí.

"Es hermosa", pensé más tranquilo.

Luego negué con la cabeza sin control. No, la luna había perdido su encanto ya. Ahora me causaba miedo. Pensaba que si la contemplaba fijamente podría volver a desaparecer de mi habitación, o tal vez sería arrebatado de mi realidad. Respiré profundo y cerré los ojos. Sentía impotencia, enojo y miedo. No quería creer en las palabras del profesor. ¿Biophra? ¿Acaso existían un mundo con ese nombre?

Me acomodé en el banco junto a la ventana y fijé la mirada en el árbol de la jardinera de la casa. No era hijo de padres ricos. Mi padre era jefe de un departamento en una tienda de música, mi madre era profesora de una universidad local y mi hermana mayor era una chica como cualquier otra hermana: molesta y dulce a la vez. Nuestra casa no era gigante, pues era una pequeña residencia ubicada al este de la ciudad. Por supuesto que comparada con la mansión de mi amigo Roy, apenas parecía espaciosa. A pesar de todo, amaba a mi familia... o eso me repetía constantemente para encajar en la realidad. Mis padres no eran los más atentos, aunque sí procuraban estar allí cuando los necesitaba. Mi vida en San José, California, era placentera, tranquila y común.

Ignoraba aquella razón que me provocaba una añoranza desconocida ya que algo en mi interior me golpeaba bruscamente. Sabía que tenía elección, pues el profesor Roland nos permitió pensar antes de darle una respuesta definitiva. O era un sí o un no. Y, en realidad, mi vida con mi familia se sentía como el sueño. No tenía idea de por qué algo en la revelación del profesor me parecía 'real' y 'correcto'.

"Yo...", comencé un monólogo, "yo no sé si deseo dejar esta vida, pero...".

De repente, un sonido me sorprendió. Alguien dijo mi nombre en la cercanía. Miré hacía la calle y encontré a una persona encapuchada. El sujeto hizo un ademán como un saludo con su mano para llamar mi atención. Mi reacción, tal vez automática, fue hacer lo mismo, así que repliqué el saludo moviendo la mano de un lado a otro. Después, la persona hizo otra seña, pero esta vez apuntó a la puerta de la casa. Me levanté casi sin analizar lo suficiente. Podría ser cualquiera... algún desconocido. Sin embargo, mi intuición decía lo contrario.

Bajé sin hacer ruido para no despertar a mi familia y abrí la puerta principal de mi casa con sigilo. El encapuchado se aproximó y reveló su rostro. Era Roy. Sonreí sin ánimos y lo dejé pasar. Sin decir una palabra, ambos nos dirigimos a mi cuarto. Ese era el lugar más fiable para hablar. Cerré la puerta de la habitación con seguro y lo contemplé. Su sudadera negra traía una pequeña insignia dibujada que era una especie de tortuga formada por figuras geométricas postrada encima de una luna en cuarto menguante hacia abajo.

—Perdona si te asusté, Ted

La voz de Roy sonó sincera. Roy se sentó en mi cama, y yo no me moví. La misma sensación de confusión me impedía reaccionar de otra forma. ¿Por qué no me impresionaba que Roy estuviera aquí? Para otra persona esto habría sido alarmante, pero para mí no.

—No era mi intención —dijo Roy claramente cauteloso—, pero necesitaba hablar en persona.

"¿De qué?", cuestioné reconociendo el enojo creciente en mi cuerpo. Realmente no comprendía aquella molestia que sentía. Y, aun así, no fui capaz de encarar a Roy. Había una batalla interna en mí, pues estaba furioso, pero, también, quería desplomarme frente a él. Deseaba abrazarlo y decirle que lo necesitaba... que necesitaba saber si él partiría con el profesor Roland a ese sueño. Temía que se fuera para siempre.

—Primero, quiero pedirte perdón. Te debo una disculpa por varias razones, pero, principalmente, porque no mencioné nada en la mañana. Me refiero a esta mañana cuando salimos de tu casa, Ted.

Me sentía traicionado, ridículo y culpable. Aunque sabía que Roy no era el responsable de ello, lo asociaba a mi descontento.

—Y, pues —él siguió arrojándome una sonrisa tímida—, también quería saber, ¿qué piensas de lo que dijo Roland?

—Es un invento de él —mentí.

Estaba a punto de explotar. Una parte de mí temía abandonar la paz y la tranquilidad que en San José tenía, pero la otra parte me indicaba que la realidad, la verdad y las respuestas estaban allá, en ese otro mundo.

—Supuse que creerías eso.

"¿Lo supusiste?", pensé sorprendido, "¡no generalices, Roy, no me conoces!".

—Por eso quería decirte algo. —Roy se levantó y caminó hasta la ventana—. ¿Sabes?, desde que te conocí me he sentido afortunado... muy afortunado. He pasado momentos agradables y muy emocionantes junto a ti. Yo te considero mi mejor amigo, Ted, junto con Isaac. Ustedes son muy especiales. Bueno... —su voz se quebró un poco—, tú un poco más.

Di unos pasos en dirección a la cama, me senté en la esquina y contemplé la figura de Roy. Mi corazón comenzó a palpitar con rapidez, y sentía la sangre recorrer todo mi cuerpo causándome una sensación de calor.

—Por eso... —pausó un segundo antes de continuar—, por eso me asusté mucho cuando estuvimos en medio del peligro. Temí que podría perderte. Y yo... —aguardó nuevamente. Luego se dio una media vuelta y me encaró mostrando una mueca seria y triste—, jamás me habría perdonado si te hubiera perdido allí.

Roy lloraba. Las lágrimas caían continuamente por sus mejillas. Su rostro lucía lleno de dolor y, quizá, miedo. Esto me sorprendió de un modo inesperado. ¿Por qué sollozaba? Y, entonces, comprendí lo que el dolor era. Las punzadas en mi pecho eran tan fuertes que mi cuerpo actuó de forma extraña. Odiaba verlo llorar, así que, en este preciso momento, descubrí quién era Roy para mí. Sin embargo, oculté mis sentimientos.

—Roy, yo, no, no sé. Sabes, no tienes que llorar. —balbuceé como un idiota.

"¡Ted! ¿Qué rayos estás haciendo?", me recriminé. "Deberías responderle de otra manera a Roy. ¡Es especial para ti! Dile la verdad. ¡Habla!".

—Por eso... —Roy agachó la mirada—. Yo abrí el portal. No podía dejar que la guerra te pusiera en más peligro.

"¿Qué? ¿Qué dijiste? ¿Tú? ¿Tú abriste un portal?", indagué totalmente sorprendido, "¿un portal? Entonces, tú...".

Me mantuve en silencio, mientras que Roy seguía con su lamento y cubría su boca para contener los gemidos. El profesor Roland lo dijo, sobre que uno de nosotros había abierto un Portal Dimensional. Y, ahora, Roy lo corroboraba. Biophra era real y nada de eso fue un sueño. Tragué saliva y suspiré con fuerza.

Pasaron otros minutos más en un silencio ominoso.

—Por favor —me suplicó Roy—, no me odies, Ted. Yo tenía miedo de decirte la verdad el día en que nos conocimos porque no quería que me dejaras de hablar. Realmente tenía deseos de que nuestra amistad existiera. Por primera vez me sentí como en casa, ¿sabes? Contigo, por primera vez, me olvidé de la soledad y el dolor que siento.

"Entonces... ¿tú no eres humano?", preferí preguntarme antes de decir una tontería.

Me levanté y únicamente contemplé a Roy.

—Por favor. —Él perdió el balance y cayó al suelo sobre sus rodillas—. No me odies. No te alejes de mí. No me dejes solo. Por favor. Yo... lo siento tanto, Ted. Perdóname.

El extraño conflicto se disipó cuando me permití aceptar lo que sentía. Me incliné y me sostuve de rodillas. Abrí los brazos y envolví a Roy para percibir su calor. Su llanto se aceleró un poco más, y yo cerré los ojos y sonreí. Sentí los brazos de Roy devolverme el mimo. Ante esta reacción me odié sin comprenderlo y sin encontrar la razón de mi sentir.

—No te voy a dejar. Siempre seré tu amigo. Roy, yo siempre estaré a tu lado.

La Hermandad: el descubrimientoWhere stories live. Discover now