Biophra

1 0 0
                                    

Empaqué lo que consideré necesario para esa 'odisea'. Si bien en su mayoría era ropa, también llevaba algunos artículos extras. La mochila no era muy grande, pero tenía espacio gracias a los bolsillos frontales y laterales. Me pregunté cómo cargaría mi teléfono celular, debido a que no tenía idea de que si podría utilizarlo allá a donde iba. Tal vez era una tontería llevarlo conmigo, aunque más allá de utilizarlo, era como un amuleto. El móvil me conectaba a mi vida en San José, por lo que me hacía sentir en casa y con la esperanza de que regresaría ahí y que nada cambiaría.

"Idiota", pensé, "eres un idiota, Ted. No habrá vuelta atrás. Hay posibilidad de que nunca vuelvas a ver a tu familia. Eres un tonto".

Comencé a llorar de forma silenciosa. Caminaba y contemplaba las fotografías de mi familia. Muchas de estas estaban en mi teléfono celular, pero me aseguré de traer unas cuantas físicas. Era un sentimental, pues realmente no podía evitar extrañar a mis padres y hermana.

Durante el camino recordé a mis padres en uno de mis cumpleaños. Yo les pedí una consola de videojuegos meses atrás, pero ellos dijeron que era muy costosa. Sí, lo era. Las consolas de nueva generación eran caras, más para una familia como la mía. A pesar de eso, ambos se esforzaron por consentirme. En la celebración me sorprendieron con el regalo, y me puse a lloriquear como un chiquillo por la felicidad que había experimentado. Fue patético. Sonreía ante tal memoria al visualizar las expresiones felices de mis padres.

*****

Una vez que llegué al apartamento del profesor Roland, toqué el timbre y esperé. Mi excusa fue la escuela, por lo que mis padres no sospecharon. Al entrar al lugar, encontré a mis compañeros junto a Roland. La sala era pequeña y tenía un estilo minimalista. Roy e Isaac estaban conversando como si todo fuera una tarde más y sus sonrisas aparecían de vez en cuando. Noté al otro joven y lo encontré enfrascado en un libro. Yo fui el último en llegar y me sentí avergonzado.

—Por el momento somos todos.

La voz de Roland me tomó por sorpresa. Puse mi mochila en un sillón café y me senté.

—Antes de regresar a Biophra, tienen que saber algo —nos explicaba mientras encendía un cigarrillo—, así que quiero que presten mucha atención.

Roy e Isaac detuvieron su conversación, el otro muchacho dejó su libro a un lado, y yo únicamente contemplé a Roland con interés.

—Biophra está en guerra. En este momento lo está... por lo menos durante la época de la cual yo vengo —Roland utilizó un tono amistoso al hablar—. Esta guerra es una que amenaza a los avances de una tecnología increíble jamás creada. Es una batalla que pone a la raza humana en un hilo entre la extinción y una nueva forma de vida. En Biophra la tecnología no es como aquí. Nosotros hemos creado una fusión perfecta entre la tecnología común y la magia proveniente del alma, una energía antes prohibida.

"¿Qué?", me cuestioné sorprendido.

Moví la cabeza a la izquierda para ver los rostros de los demás y me inquieté al encontrar a Roy con una sonrisa discreta, pero decidida. ¿Le creía? Por supuesto que Isaac y el otro joven parecían perplejos y estaba de acuerdo en que era natural mostrarse así. ¿Magia proveniente del alma? Durante aquellos momentos las otras dudas no fueron tan impactantes como esta.

—Probablemente no me crean, pero esta es una razón de suma importancia en la guerra. Así como aquí, allá en mi planeta también existen las sectas religiosas. La más grande de todas es la religión de la diosa Minerva. Por desgracia, la guerra ha escalado a un nivel mundial, donde los líderes políticos han dejado que sus creencias influyan en sus decisiones respecto al resto de los pueblos. Incluidos aquellos que han sido parte del avance tecnológico del que les hablo.

"¿Minerva?", averigüé pensativo, "esa es una diosa Romana, si no mal recuerdo".

—Esta guerra tiene otros propósitos, por supuesto. Y yo estoy tras uno de ellos. —Roland apagó la colilla de cigarro en el cenicero de la mesita—. Hay información muy importante de por medio. Información que podría salvar a mi planeta y a este.

—¿Eh? —mi voz sonó en la sala como un dramatismo.

No lo pude evitar. Las cosas se tornaban cada vez menos creíbles. ¿De qué forma esa guerra en Biophra afectaba a la Tierra? Sentí que mi expresión estaba acertada y dejaba ver toda mi inseguridad.

—Todavía es muy pronto para revelarles otras cosas, puesto que no me creerían. Lo mejor será que ustedes vengan conmigo y lo descubran por su cuenta.

—¿Y quieres que aceptemos todo lo que dices así como así? —le preguntó Isaac claramente inseguro.

Eso mismo estuve a punto de preguntar. Sin embargo, hubo un momento en el cual algo más invadió mi mente. Fue como una memoria obscura, donde una boca dibujaba una sonrisa cínica y falsa. Pero esa imagen parecía desaparecer en una tormenta de estática y figuras geométricas sin orden. Cerré los ojos. Podía escuchar las voces discutir, pero no presté atención a lo que decían. Mi cabeza estaba nublada con momentos del pasado junto a mi familia. Todo daba vueltas y me sofocaba poco a poco.

—Ted, ¿estás bien?

Sentí la mano de Roy en mi hombro. Un calosfrío profundo recorrió mi cuerpo. Me percaté de que mi piel se agudizaba al tacto y mis poros se hincharon como pequeños bultos. Observé a Roy a los ojos y creí que lo había visto antes, en algún otro lugar, con alguna otra forma, en otro tiempo y en otra vida.

Asentí con la cabeza.

—Tomen sus cosas —nos ordenó Roland como solía hacerlo en clase—, iremos a recolectar información necesaria. Ustedes mismos corroborarán lo que yo les he contado.

Justo como los demás, también agarré mi mochila y la acomodé en mi espalda. Ignoré las sensaciones pasadas y me preparé para lo que fuera que ocurriría. Me acomodé junto al joven de nuestro salón y le sonreí. Probablemente fue una pretensión porque así lo sentí.

—Por cierto, mucho gusto, soy Ted Troopsad —dije amable.

—Un gusto —replicó el muchacho pálido—, Flynn Dark.

—Roy Greysten —se presentó mi amigo.

—Isaac Lynch —también Isaac dijo su nombre.

Nuestra introducción fue interrumpida de forma abrupta por una luz, sonidos e imágenes. De un símbolo extraño semicircular, lleno de ideogramas ilegibles, salían dos pilares de piedra tallada. La luz entre los pilares se acrecentaba, hasta que, de un momento a otro, una puerta dorada con destellos rojos, marrones y naranjas apareció. En el centro de la puerta había una especie de ojo con unas líneas que lo hacían parecer como si colgara de unas cadenas. Esto aparentaba estar grabado sobre la puerta como una textura especial. A decir verdad, los pilares alcanzaban casi los dos metros o más.

"¿Qué rayos es esto?", pensé con susto.

A continuación, se abrieron las dos hojas de la puerta y una oscuridad fue lo único que se pudo apreciar. Roland nos hizo un ademan para seguirlo. Por unos instantes ninguno se movió, hasta que la mano de Roy me sorprendió en mi propia mano y lo miré. Él me guío hacia la negrura de esa puerta. Escuché los pasos de los otros y entrecerré mis ojos.

*****

Lo primero que me embistió fue una brisa fría y abrumadora. Abrí los ojos y descubrí que había un río cercano que parecía estar congelado. A la orilla de este se erguía una cabaña alta y con fachada antigua. Había adornos en las esquinas y un símbolo de una serpiente en la puerta principal. En las cercanías se encontraban árboles cubiertos de nieve. Más retiradas de la orilla se veían unas casuchas. Abrí la boca en señal de sorpresa y evité sonreír.

Estábamos en Biophra.

La Hermandad: el descubrimientoWhere stories live. Discover now