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Después de lo que había sucedido, las cosas entre la castaña y la morena se volvieron un poco incómodas, y es que, ¿quién no se incomodaría con algo como eso? Jenna simplemente no podía voltear a ver la morena sin evitar sonrojarse, y Maya, bueno, Maya era una pervertida silenciosa que disfrutaba en su mente de todo lo que había pasado, aunque simplemente eso no lo admitiría en voz alta.

Luego de que Maya saliera del baño, la castaña se salió de la habitación al percatarse que la morena debía vestirse y ella simplemente estaba estorbando, entonces, mientras Jenna esperaba con tranquilidad a que la pelinegra acabase de arreglarse, la abuela Eleonor apareció con una sonrisa frente a ella y le recordó que ya era hora de la cena.

—¿Qué haces aquí afuera? –Cuestionó Eleonor con curiosidad.

—Yo, bueno necesitaba un poco de aire.

—¿No tienen encendido el aire acondicionado?

—No, nosotras, hmmmm, acabamos de bañarnos y...

—O, entiendo –Una sonrisa pícara apareció en su rostro –Mi nieta puede ser algo insaciable, así que es comprensible que quieras algo de aire.

Los ojos de la castaña se abrieron de par en par y sus mejillas se tornaron de un intenso color carmín. La abuela Eleonor había malinterpretado sus palabras y en esos momentos la morena realmente quería desaparecer de la faz de la tierra.

—No, no, nosotras no —Trató de explicar.

—Tranquila, no diré nada –La interrumpió para después guiñarle un ojo –Espero no interrumpir nada, pero venía a avisarles que la cena ya está lista.

—Nosotras —Su voz se fue apagando y suspiró derrotada –Bajaremos pronto –Aseguró tratando de regalarle una sonrisa.

—No se tarden mucho –Dijo con una sonrisa la abuela antes de irse.

—Sí, no se preocupe.

Tan pronto como la abuela Eleonor había desaparecido de su campo de visión, la castaña pegó su espalda contra la puerta y cerró los ojos buscando relajarse, sin embargo, la voz de la pelinegra hizo acto de presencia desde el otro lado de la puerta.

—¡Ya puedes entrar! –Gritó.

Con incomodidad por lo que la abuela Eleonor había insinuado, la castaña giró el picaporte y abrió la puerta bajando rápidamente la mirada al suelo para que Maya no viera como sus mejillas aún seguían sonrojadas.

—Estoy vestida, puedes mirarme –Dijo la pelinegra rodando los ojos al ver que la mirada de la castaña la evitaba a toda costa.

—Lo siento —Levantó la mirada con temor y al final infló sus mejillas para después sacar el aire que había guardado –Tu abuela quiere que bajemos a cenar. Nos están esperando.

—O, está bien –Quitó la tolla que tenía sobre los hombros y la dejó en la cama – Vamos, de seguro hicieron una cena deliciosa para impresionarte.

—¿Para impresionarme?

—Sí, así son –Se encogió de hombros —¿Vamos?

La castaña asintió y murmuró un "gracias" silencioso mientras cruzaba la puerta que gentilmente Maya sostenía para que ella pasara primero.

Ambas mujeres bajaron en silencio las escaleras y en silencio llegaron al comedor. La cena no fue la más especial de todas, en realidad, fue excesivamente incomoda. Lo único rescatable de la noche era el simple hecho de que la comida estaba deliciosa, de ahí en fuera, todo había sido sumamente extraño, y todo eso gracias a la abuela Eleonor.

𝙇𝘼 𝙋𝙍𝙊𝙋𝙐𝙀𝙎𝙏𝘼 [JENNA ORTEGA]Where stories live. Discover now