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Tres días después de su regreso a Nueva York, Jenna y Maya fueron citadas por separado en las oficinas de migración. A ambas mujeres se les interrogó de manera rigurosa bajo la atenta supervisión de Segarra, quién finalmente aceptó su derrota.

El rumor de su boda inesperada en Alaska llegó hasta los oídos de todos los trabajadores de la editorial. Sin embargo, ninguna hizo nada por querer aplacarlos. Pese a lo que muchos creían, su relación laboral no cambió en lo absoluto; Maya continuó siendo su asistente ejecutiva por cinco meses más, hasta que finalmente sus manuscritos llegaron a publicarse y entonces consiguió su tan anhelado ascenso, y por supuesto, hacerse de una buena fama como escritora.

—Más de siete millones de copias vendidas, Maya, eso es incluso más de lo que pude conseguir que vendiera Issac en su primer lanzamiento, ¿ya se lo notificaste a Riley? —Preguntó emocionada.

—¡Claro! La he llamado poco después del desayuno, casi le da un infarto en plena llamada — Río —También le pase la noticia a Bullock por correo, ha dicho que tengo buen ojo para los escritores.

—¿Y cómo no vas a tenerlo si tú eres una escritora muy buena, amor? —La morena se levantó de su lugar y rodeó el escritorio de su esposa —Tienes el don del éxito.

La pelinegra sonrió tan pronto como Jenna se sentó en sus piernas y comenzó a repartirle pequeños besos por el rostro. Amaba estar así con ella. Llevaban juntas un año juntas y todo era color de rosa, en la editorial su trato era profesional. Sin embargo, en momentos así, no les importaba en absoluto mostrarse con mimos y caricias lo orgullosas que estaban una de otra. La mayoría de los empleados la miraban con recelo por su cambio repentino de puesto, pero eso no le importaba en absoluto a la morena, pues ahora finalmente estaba cumpliendo su sueño y disfrutando de la vida que siempre deseo llevar, lejos de las expectativas de su padre y triunfando.

—¿Sabes que deberíamos hacer? —Le preguntó la morena mientras paraba de darle besos —Deberíamos ir a cenar esta noche.

—¿Sí?

—Hmmmjmmm Para celebrar —Se levantó de las piernas de su esposa y caminó hacia la puerta —Debo ir a revisar unos documentos, pero tan pronto termine vengo por ti para que vayamos a cenar, ¿ok?

—Lo que órdenes, Cruella —Respondió Maya para después mandarle un beso —Diviértete con los papeles y no le hagas el trabajo imposible a Melissa.

Jenna río ante el comentario de la pelinegra. Melissa era la nueva asistente ejecutiva de Jenna, era una chica graduada de administración que había llegado a Nueva York en busca de otras oportunidades. Pese a las múltiples advertencias de la morena, la verdad es que Melissa disfrutaba trabajar con Jenna, encontraba divertido el estilo de vida de la morena y se sentía cada vez más productiva gracias a las múltiples tareas que tenía que estar haciendo siempre, cosa que consternaba un poco a Maya.

Tres horas más tarde, la morena comenzó a ordenar las cosas que tenía en el escritorio, apagó su computadora y tomó sus cosas para después salir de su oficina.

—¿Hiciste la reservación que te pedí? —Le preguntó con suavidad a Melissa.

—Sí, licenciada Allen —La morena sonrió al oír el apellido que había adoptado desde hace ya un año —Todo está listo, la reserva es en el Louise Anne, justo como lo solicitó.

—Increíble, perfecto, excelente —Le respondió —Muchas gracias. Ya he terminado por hoy, así que puedes retirarte e ir a casa.

— Pero, licenciada, son las siete apenas, mi turno termina en una hora.

—Ve a casa, Melissa —Se dio la media vuelta y entonces comenzó a caminar hacia la oficina de su esposa, pero entonces se detuvo al recordar algo y regresó al escritorio de su asistente — Hmm, Melissa.

𝙇𝘼 𝙋𝙍𝙊𝙋𝙐𝙀𝙎𝙏𝘼 [JENNA ORTEGA]Where stories live. Discover now