Capítulo 6

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Capítulo 6

−Dicen las malas lenguas, no yo, aclaro. Cuentan que hace muchos años atrás, vivía una familia en esta casa, fueron quienes la construyeron, eran una familia con tres hijos, dos hombres y una mujer, ella era la más joven y era portadora de una belleza particular, y era enamoradiza, tanto que se enamoró de uno de los socios de su padre. Pero todo era un secreto, un secreto que mantenían guardado bajo llave. Pero se amaban, al menos ella lo amaba y estaba dispuesta a todo por ese amor, un amor que prometía grandes cosas.

Pero al igual que muchas promesas, todas las que salieron de la boca de este hombre se rompieron.

Él le había propuesto matrimonio y ella felizmente había aceptado. Al contarle a su familia que se había comprometido todos quedaron anonadados, no había ningún hombre en su vida del que ellos estuvieran enterados. Pero no les dijo el nombre del caballero ese mismo día, sino que esperó, esperó porque su prometido le había asegurado que él mismo iría a presentarse ante su familia.

Pasaron varios días y él nunca apareció, su padre le exigió una respuesta de parte de ella, así que reveló el nombre, la cara de enfado en todos se hizo notar rápidamente al saber quién era el hombre que había enamorado a la pequeña de la familia. Su padre sabía, porque era socio suyo, que ese sujeto estaba casado. Cuando le contaron de este hecho la joven quedó destrozada, cayendo en la tristeza lentamente ante la mentira y la traición, rota como todas las promesas que le había hecho.

Sumida en la tristeza y depresión, durante una noche en la estancia, con el corazón hecho pedazos, se levantó de su cama, se vistió de blanco y lentamente comenzó a caminar alrededor de la casa, iba descalza y con una pequeña vela en las manos, la cera que caía la quemaba, pero no le importó. Recorrió gran parte del terreno en el que se hallaba la gran casa que su padre construyó para su familia, y desde la distancia la observó, la melancolía inundaba sus ojos.

Cegada por pensamientos y sentimientos negativos, dejó caer la vela que se apagó ante el movimiento y se internó entre los árboles que se encontraban frente a la casa blanca. Nunca nadie la volvió a ver, ni se supo nada de ella.

Dicen que la vergüenza que sintió fue tanta que no pudo seguir viendo la cara de su padre y por eso se alejó de todo.

Pero, hay otras versiones que dicen que sus padres no fueron muy buenos con ella al saber la verdad, la castigaron. Asesinaron a su amante y la obligaron a verlo. Eso hizo que se volviera loca y con el tiempo se suicidó.

Fueron sus muertes las que desencadenaron una maldición para los miembros de su familia, una en donde la tragedia los perseguiría el resto de su vida. Al no permitir que un alguien tan humilde y amable como lo era ella no fuera feliz.

− ¿Nunca pensaste en ser narrador de cuentos? –preguntó Sofía al cabo de un minuto.

−No, y mantén el silencio, no había terminado. ¿En dónde estaba? Ah sí, bueno, también se dice, volviendo a la primera versión que ella no desapareció, sino que, al no soportar el dolor, se ahorcó dentro de la casa, en las escaleras, o...

−Que se ahogó en la piscina –lo volvió a interrumpir Sofía. Él puso los ojos en blanco.

−Si, en la piscina. –al terminar de decir eso observó en donde se encontraban sentados. Hizo una mueca de disgusto.

−Y estamos en la única piscina que ha tenido esta casa, seguro que durante la noche su fantasma vendrá a tirarnos de los pies por haber estado molestando aquí.

−Sofía, no juegues con eso.

− ¿Por qué? ¿Te da miedo?

−No, claro que no –se apresuró a decir−, pero me pone nervioso.

Que admitiera eso incrementó lo tierno que le parecía a Sofi.

−Si te deja tranquilo, solo es una historia, no hay indicios de que nada de eso haya pasado en mi familia... Creo.

Él la miró arqueando una ceja y luego ambos comenzaron a reír, hasta que en un momento Sebastián se detuvo, posteriormente se mordió el labio inferior y su mirada se tornó preocupada.

− ¿Qué pasa? –le preguntó Sofía.

−Es solo que... hay otra parte de la historia, el final.

Sofía respiró hondo y le dedicó una sonrisa cálida.

−Lo sé. Sigue.

−Dicen que la maldición está en tu familia, que por –se interrumpió a sí mismo y tragó saliva−, por eso tu-s... tus padres murieron. Los dos amantes y ahora tus dos papás. Y también cuentan que ya había sucedido algo así en la época de tus abuelos.

−Sí... bueno, no puedo culpar a las personas por crear historias en el afán de buscar respuestas, más aun cuando ni nosotros sabemos qué sucedió.

−Creí que ya sabían. –su voz sonó aterciopelada. Con una calidez que provocó que el corazón de Sofía se calentara.

−Murieron, mejor dicho, alguien los asesinó, pero no sabemos quién. No saber... es algo que no le deseo a nadie.

−Comprendo... −ella volteó a verlo con curiosidad−, digo, no pasé exactamente lo mismo que tú, pero hace unos años una de mis primas desapareció. Fueron días difíciles para la familia.

−Oh, ¿ella...? –él negó con la cabeza.

−Encontraron su cuerpo, fue parte de todo lo que sucedió en el pueblo hace unos años, ¿te enteraste?

−Lo lamento mucho, y sí, algo leí en un diario –Le agarró la mano derecha y entrelazó sus dedos. Un suave cosquilleo se extendió por su extremidad−. Fue horrible, en serio lo siento.

−Gracias, tal vez sea el pueblo el que está maldito. –se le escapó una pequeña sonrisa que de felicidad no tenía nada.

−Tal vez...

−Solo era una niña que no se merecía tal trágico final, mi hermano menor ahora tiene la edad que tenía ella, de solo imaginar que –negó una vez−, bueno, no es positivo pensar en eso. Y tus padres...

−Eran grandiosas personas, sí, y me amaban mucho.

Allí, juntos, sentados sobre escombros y rodeados por la naturaleza, ambos le dieron un fuerte apretón a sus manos unidas, consolando lo que había que consolar, aquello que dolía. Calmando una pena.

Y por primera vez en mucho tiempo Sofía sintió que encajaba en ese lugar.

Y Sebastián no fue capaz de apartar la mirada de ella, del brillo nostálgico que tenía en sus ojos.


Noche En La Estancia #PGP2024Where stories live. Discover now