Capítulo 3

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Capítulo 3

Ella se removió en su lugar, el sol ya estaba presente en el cielo y la noche anterior no fue la mejor, apenas pudo dormir. Suspiró y se sentó en el borde de la cama, al tocar el suelo con sus pies lo notó frio. Pero ya no era algo que le afectara.

Se levantó y caminó hacia la ventana, corrió las cortinas y abrió la ventana, el frio de la madrugada se hizo notar, la golpeó en la cara y provocó que un escalofrío recorriera todo su cuerpo, se frotó los brazos con las manos. Afuera el pasto yacía cubierto de rocío y de varias hojas otoñales.

Se escuchaba el canto de varias aves, Sofía cerró los ojos e inspiró, al soltar el aire de su boca salió vapor. Se sentía agotada, las ojeras presentes bajo sus ojos verdes eran una muestra clara de eso.

A lo lejos se escuchó el relinchar de caballos. La caballeriza no estaba muy lejos de la casa, recordó. Hubo un tiempo donde le gustaba pasar sus días en ese lugar, los caballos siempre le habían gustado y hacía mucho tiempo que no veía uno de cerca.

Cerrando las ventanas bostezó y luego se alejó de ella. Se acercó a la cómoda donde la noche anterior guardó sus cosas y buscó algo para ponerse, la mañana se mostraba fresca. Antes de salir de su habitación agarró su abrigo y se envolvió en el, salió al pasillo. Este era largo, luminoso y con varias puertas de un lado, frente a estas la luz entraba por la única ventana, más bien puerta-ventana, que estaba ahí e iluminaba todo el espacio, esa sería su vía de escape para evitar a su familia, pensó.

Corrió la mirada y fue al baño que se encontraba al lado de su habitación.

Minutos después ya estaba lista y salió por la puerta corrediza para comenzar a caminar, sintió sus zapatillas hundirse en el pasto, se encontraba algo alto y estaba húmedo.

A varios metros pudo observar la caballeriza, había movimientos en el lugar.

−Los adolescentes son raros, ahora hacen cualquier cosa para llamar la atención. –escuchó a alguien decir adentro. La voz se notaba algo ronca y parecía de alguien mayor.

−Todos fuimos adolescentes en algún momento, viejo, no seas tan amargo. No sabes que le habrá pasado al chico. −dijo otra voz, esta vez más jovial.

Rodeó la caballeriza y logró ver a un señor algo mayor, tenía canas en el pelo y estaba algo subido de peso, iba vestido con una bombacha de campo, alpargatas y una campera gruesa color marrón. A su lado había un joven, tendría unos veintiséis años, era castaño y alto, esbelto, vestido muy similar a su compañero.

Ellos notaron su presencia cuando Sofía aclaró su garganta, ambos dirigieron su mirada hacia ella y la miraron de arriba abajo, se preguntaron quién sería esa chica y qué hacía allí.

−Hola, buenos días. Disculpen que los moleste, pero venía a ver a los caballos.

El mayor se dio cuenta de quién era ella y habló. –Ah, sí, sos la hija de la vieja, verdad, la que viene de visitas.

− ¡Papá! –le recriminó el castaño por su modo de dirigirse a la tía de Sofía. Si solo supiera que eso no la ofendía.

−Tranquilo, está bien. –soltó una pequeña risa y agachó la cabeza. Volvió a mirarlos−. Y no, no soy su hija, sino su sobrina Sofía, un gusto. –les tendió la mano. Ellos la miraron y el primero en acercarse fue el chico.

−Un placer, soy Sebastián. Él es mi padre Gabriel. –miró al señor que asintió con la cabeza en modo de saludo. Dirigió su mirada de nuevo al joven parado frente a ella, sus ojos eran una linda mezcla entre marrones y verdes. Era apuesto y tenía la piel algo tostada por el sol.

−Bueno, eh... ¿trabajan acá?

−Sí, con las maquinas, las sembradoras y todo eso. –le respondió Sebastián de forma amigable, su padre se alejó de ellos acercándose a las monturas de los caballos.

−Oh, genial. ¿Viven acá? Recuerdo que hay otra casa dentro de la estancia. –se ruborizó un poco−. Perdón, que metida.

−Ja, no, está bien. –río escasamente el−. Y si, vivimos en esa casa, mi papá siempre trabajó en este campo, pero mi mamá, mi hermano y yo nos vinimos a vivir con él hace un par de años, antes estábamos en la casa que tenemos en el pueblo. –dijo él, en modo de explicación, mientras se rascaba el cuello.

Sofía lo miró asombrada, encontrarse con una familia unida siempre había sido causa de sorpresa y asombro para ella. Era algo que no tenía desde hacía muchos años, dudaba de si alguna vez lo tuvo.

−Qué lindo que estén todos juntos... −él embozó una sonrisa tímida y asintió. Se instaló un silencio mientras se miraban.

−Bueno, quieres ver los caballos. –hizo un gesto con la cabeza señalando hacia atrás. Sofía se río.

−Sí, me gustaría mucho.

Ambos caminaron hacia los caballos. Había seis en total. –Son bastante mansos, así que no les tengas miedo.

−Sí, lo sé, esta es Blanca. –le contó ella acercándose a una yegua de color marrón, pero con una pequeña mancha blanca en el ojo. –Sé que es la más vieja, esta aquí desde que era una adolescente.

−Así que eres la responsable de su nombre. –Sofía le dio una mirada obvia. Por supuesto que fue la responsable de eso. 

Noche En La Estancia #PGP2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora