Capítulo 8

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Capítulo 8

El silencio que siguió a la partida de Sebastián fue tenso. Sofia en cualquier momento se iba a lastimar el labio si lo continuaba mordisqueando de esa manera, como solía hacer cada vez que se sentía incómoda.

Dando un primer paso al frente se aclaró la garganta, lista para decir algo, pero no tuvo la oportunidad.

−Es muy hipócrita, ¿sabes?, volver luego de haberte ido como lo hiciste, ni siquiera te despediste de tu abuelo cuando falleció, una niñita caprichosa como siempre. Tu padre...

−No hables de él. −interrumpió el sermón que el hombre, parado con pose altiva, pretendía darle sin ningún derecho para hacerlo−. Ni siquiera se te ocurra retarme como si fuera una niña, y mucho menos hacerlo en su nombre, no sos nadie. Y hace frío, será mejor que entremos. −terminó de decir y antes de que pudiera agregar algo se encaminó directo a la puerta de entrada.

Él la siguió y no se veía contento en lo absoluto, aunque no era ninguna sorpresa. German Villalba tranquilamente podría ganar un premio al hombre más serio y miserable del mundo, y de la misma manera su hermana, a la mujer mas amargada.

Siendo el menor de tres hermanos, había construido su carrera como un abogado de renombre, siendo el heredero de cientos de hectáreas luego de la muerte de su hermano mayor, el padre de Sofía.

En la familia había reglas, las mujeres no heredaban tanto, y eso el abuelo lo tenía bien claro. Marisa era la mayor, pero el heredero predilecto siempre había sido Marcos, dedicado, talentoso, con mucho carisma. Fue una desgracia para su padre que él muriera. No tanto porque fuera su hijo, así no funcionaba esta familia, sino porque presentía que en manos de otro el negocio familiar caería en la ruina.

En manos de German, eso ya estaba por verse.

Muchos dirían que el dinero recompensaba su mal carácter, pero la realidad era que no; envidioso, codicioso a gran escala, sin ningún ápice de sensibilidad. Se había casado tres veces y todas las mujeres lo habían abandonado de la noche a la mañana, ni siquiera les interesaba obtener dinero del divorcio, solo querían alejarse de ese hombre a como diera lugar. La única fémina que lo soportaba era su hermana, tal vez porque las viudas negras lograban hacerse compañía.

Ya dentro de la casa los recibió su tía sentada en el sillón, tenía una copa de vino en una mano, su ropa estaba sin ninguna arruga y su cabello perfectamente peinado. Se enderezó aún más de lo que estaba, si eso era acaso posible, y separando sus pequeños y pálidos labios habló:

−Veo que ya se encontraron, ¿saludaste apropiadamente a tu tío?

−¿Hay una manera apropiada de saludarlo? −Respondió irónicamente rodando sus ojos.

−No seas insolen...

−¿Qué hace acá? −la cortó Sofia, impidiendo que terminara la oración dirigida en su contra.

−No te incumbe... −volvió a ser interrumpida, pero esta vez por el hombre.

−Trabajo, negocios, cosas importantes de las que nunca entenderás mientras andes por ahí arruinando tu vida. Y manchando el apellido de esta familia.

−¿Yo mancho el apellido? Por si no lo sabían todo el pueblo los odia.

−Gentuza sin importancia. −dijo mostrando desinterés en aquel hecho.

−Ustedes realmente son increíbles. −negó con la cabeza ante tal muestra de desprecio al prójimo.

−Lo increíble es que estés aquí, sobrina. ¿A qué viniste?

−Eso te pregunté a vos. ¿Y no te enteraste? Ella me mandó una carta solicitando, o más bien demandando, mi presencia. −expresó apuntando a Marisa.

German la observó con un deje de interrogación y molestia en sus facciones, ambos adultos se observaron por unos segundos hasta que ella se excusó.

−A madre le queda poco tiempo, quería verla y yo no tenía intención de soportar sus quejas por no cumplir su voluntad. No no tuve tiempo de avisarte, hermano, aunque no hubiera sido necesario por lo que veo, ¿alguno de tus hombres te dijo?.

−¿Hombres?, ¿qué hombres? −Sí, Sofía estaba muy confundida por la conversación que esos dos estaban teniendo.

−No te interesa. −El tono de su tío indicaba que no daría ninguna respuesta, que no insistiera. Y Sofi era inteligente, sabía cuando debía dejar ir algo−. Ahora, si no te importa, los adultos tenemos asuntos que atender, y no son de tu incumbencia. Vete a tu habitación o con el pordiosero, me da igual.

−¿Cuál pordiosero? −cuestionó su tía.

−Como él dijo, no es de tu incumbencia. −Con la cara roja del enojo salió de esa habitación, y cruzando el pasillo se dirigió al único lugar en el que alguna vez se había sentido cómoda dentro de aquella casa, la pequeña biblioteca de su madre. 

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⏰ Last updated: Oct 11, 2023 ⏰

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