Capítulo 1

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Capítulo 1

Sofía miró su reloj

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Sofía miró su reloj. Eran las nueve de la noche, por lo general, a esa hora estaría en su cama, leyendo algún apunte. Pero ese día no. Acababa de llegar a la casa de sus abuelos, mejor dicho, a la estancia de sus abuelos, que estaba ubicada en el medio del campo, ya que su abuelo era el dueño de muchas hectáreas a varios kilómetros de un pueblo. Era... porque un año atrás falleció, todo había quedado a nombre de su abuela, que ahora había enfermado. Esa era la causa de que estuviera de vuelta en ese lugar. En esa enorme casa rosada, que en ese momento estaba al mando de su tía, la persona que la había criado, no de la mejor manera... siempre había sido tan estricta, tan recta, incluso con una niña de siete años.

Respiró hondo y buscó dónde estacionar su auto, vio el garaje al lado de la casa, lo dirigió hacia allí. Una vez que estacionó, agarró un bolso negro del asiento de copiloto y se bajó, rodeó el auto y abrió el baúl, de ahí sacó una pequeña maleta, luego camino varios metros para llegar a la puerta principal. Las luces de un par de farolas, ubicadas en un pequeño sendero a la puerta, iluminaban la oscuridad de la noche.

Una vez que estuvo delante de la puerta, golpeó un par de veces con su mano formando un puño. Se acomodó su bolso en el hombro. Miró hacia atrás y su mirada se perdió en los árboles que rodeaban la casa. Solo se escuchaba el cantar de los grillos.

Alguien abrió la puerta. Una mujer ya entrada en años, rubia, delgada y con arrugas que dejaban ver su avanzada edad, vestida con un pantalón blanco y una camisa rosada, fue quien apareció del otro lado.

−Hola, tía Marisa.

Ella solo le devolvió la mirada, seria. La estudio de pies a cabeza y arrugó la nariz.

−Estás más gorda... y desaliñada. –dijo antes de dar media vuelta y caminar hacia dentro de la casa.

Sofía se mordió la lengua y la siguió, adentrándose en aquella casa rosada, enorme y ostentosa. Y fría.

Pasó delante de un espejo colgado en el pasillo, se miró a si misma; jeans, botas y un sweater dos tallas más grande, y su cabello rubio suelto. No había nada para criticar en su opinión, pero Marisa que era algo parecido a una víbora, nunca estaría de acuerdo. Claro que no, no con sus pulseras y collares de oro.

− ¡Soledad! –escuchó la voz de su tía llamando a alguien. Siguió su voz, estaba en el living sentada en un sofá, esperando−. ¡Soledad!

Escuchó pasos, dirigió su mirada a un pasillo que había a su derecha, el que llegaba a la cocina, recordó. Una mujer joven, tal vez de veintisiete años, apareció a través de él. Vestía un delantal.

− ¿Señora, qué necesita? –preguntó, su voz era tímida y parecía temblar, se notaba que la mujer frente a ella la ponía nerviosa. Cuando se percató de la presencia de Sofía, la miró e inclinó su cabeza en forma de saludo−. Señorita.

−Hola.

−Esta es mi sobrina Sofía. Te dije que vendría, recuerdas. –asintió con la cabeza−. Sofía, esta es la cocinera y también se encarga de la limpieza.

−Encantada... Soledad, ¿verdad?

−Así es, señorita. –Se sonrieron.

−Bueno, ¿cuánto falta para la cena? Espero que esta vez no te atrases. Sabes que Matilde tiene un horario. –la miró con la misma cara de desagrado de siempre.

−Faltan treinta minutos, estará lista para que la señora cene en su horario.

−Bien, ahora vete. –le hizo un gesto con la mano. La empleada se fue, no sin antes dedicarle una última mirada a la recién llegada, sintió curiosidad, no entendía cómo aquella jovencita, que se mostraba tan despreocupada y amable podía compartir sangre con su jefa.

Se instaló un silencio incómodo.

Sofía se sentó en un sillón. Su tía la miró.

−Y bien, ¿no me contaras como te va en esa carrera en la que te inscribiste? –le iba a responder, pero la interrumpió−. ¿O no me dirás por qué no has vuelto a visitarnos desde hace cuatro años? O mejor... ¿Por qué no viniste al velorio de tu difunto abuelo? –chasqueó la lengua−. Muchachita malcriada y malagradecida, igual que tu madre.

−No empieces...

−Oh, sí, sí que lo haré, tengo derecho a hacerlo. Te he educado bien, Sofía...

Sofía se levantó del sillón. – ¿Para esto querías que viniera? ¿Para decirme lo mal que estoy haciendo con mi vida? No jodas...

−Niña...

−No, te soporté durante años, y ya no soy una niña.

−Te comportas como una. –Sofía río secamente.

−Solo dime dónde dormiré.

−En tu habitación, sigue igual.

La menor asintió con la cabeza y comenzó a caminar, llevando consigo su bolso y maleta. Se detuvo antes de comenzar a cruzar el pasillo que se encontraba en el lado opuesto del que llegaba a la cocina.

−Y por si te interesa, me va muy bien estudiando educación inicial. –dijo y siguió su camino.

Su tía solo se quedó sentada, con la espalda recta y mirando al frente, con digna pose de la aristocracia de los siglos pasados.

Su tía solo se quedó sentada, con la espalda recta y mirando al frente, con digna pose de la aristocracia de los siglos pasados

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Hola! Bienvenidos a "La estancia", y es un gusto presentarles a Sofía, espero que mi nueva novela les guste tanto como a mi.

~Virginia

Noche En La Estancia #PGP2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora