27. México.

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Charles sonrió al bajar del jet, había llegado a México al fin, estaba emocionado, era la primera vez que visitaba ese país.

— Hola ángel. — la voz de Carlos lo sacó de sus pensamientos, haciéndolo sonreír de inmediato, mientras era atrapado por sus cálidos brazos. — No tienes idea de cuanto te extrañé.

Charles no respondió, solo se limitó a sonreír, sintiendo sus mejillas arder por la vergüenza.

— Vamos, tengo preparado algo increíble para ti. — sonrió, tomando su mano, como un acto natural, y cargando la pequeña maleta de Charles con la otra mano.

— Puedo cargarlo yo. — rio el menor.

— Si, pero quiero consentirte, a eso viniste a México, vas a ser mimado por mi todos estos dias. — le guiñó un ojo, abriendo la puerta del auto para el.

— Aun así no te cantaré ni una parte de la nueva canción. — rio, observando al español hacer una mueca de frustración.

— ¿Que? ¿Por qué no? Puedo guardar un secreto, lo juro. — subió al asiento de piloto, poniendo en marcha el auto.

— No tengo buenas referencias sobre tu guardando un secreto. — negó riendo.

— Bien, no voy a insistir esta vez. — suspiró, soltando una pequeña risa. — Tengo muchos planes para esta semana, pero primero vamos a dejar tus cosas.

— Está bien. — asintió sonriendo.

— ¿Alguna vez has visitado una feria? — Carlos lo miró curioso.

— ¿Que es una feria? — preguntó con duda.

— Es increíble que no lo sepas, seguro te encantará, tienen juegos mecánicos, venden cosas y es increíble, te gustará mucho, lo se. — aparcó el auto en el hotel, tomando su mano de nuevo, pasando solo un segundo por la llave a recepción, antes de ir directo a la suite.

Charles se maravilló con la vista que ofrecía la terraza de ahí, era una vista a el inmenso océano, simplemente maravilloso.

— Me gusta, es lindo. — comentó, haciendo que una suave sonrisa apareciera en el rostro del mayor.

— Vamos, apresurate, tenemos mucho que hacer. — le sonrió, para después señalar su habitación y darle unos minutos solo, para instalarse. — No desempaques, estaremos solo dos días aquí.

— Entendido. — respondió, saliendo de la habitación.















•~•~
















Ambos recorrieron la Zona Romántica, comieron los famosos helado y terminaron su paseo en el malecón de Puerto Vallarta, con el atardecer asomándose, mientras ambos tomaban asiento en una de las bancas del lugar.

— ¿Por qué solo estaremos dos días aquí? — preguntó curioso el menor.

— Porque iremos a Guadalajara otros dos días después y volaremos a la Ciudad de México para la carrera. — le sonrió.

— Oh. — asintió, dándole una sonrisa.

— ¿Que ocurre? ¿Son muchos viajes? ¿Estas cansado? ¿Prefieres quedarte aquí? — preguntó con rapidez, logrando hacerlo reír.

— No, está bien. — rio. — No voy a arruinar tus planes.

— ¿Estas seguro? Porque si quieres quedarte a descansar aquí, podemos hacerlo, a mi solo me interesa estar a tu lado. — sonrió hacia el, acariciando su rostro con ambas manos. — Te ves mas lindo que nunca, tus ojos brillan.

— Me veo igual que siempre. — murmuró avergonzado, sonrojandose de inmediato.

— En realidad, todos los días te ves encantadoramente hermoso. — le guiñó un ojo, haciéndolo sonreír. — Y tienes la sonrisa mas linda que he visto en toda mi vida.

Charles bajó la mirada apenado, mientras el mayor sonreía aun mas con su acción.

— ¿Angel? — llamó su atención. — He querido hacer algo desde que te vi esta mañana...

— ¿Que? — preguntó curioso.

— Quiero besarte, ¿puedo hacerlo? — sonrió, esperando por su reacción.

Había hablado con Kimi sobre su situación y el lo había aconsejado, Charles nunca había tenido la oportunidad de elegir si quería hacer algo o no, no conocía lo que era el consentimiento porque nunca nadie le había enseñado sobre el y su nueva meta era hacerselo saber, que el pudiera elegir cuando quería algún tipo de contacto y cuando no, iba a respetar su espacio y aunque se muriera por robarle miles de besos, no lo haría, no hasta que el hubiera sanado completamente.

Charles abrió de mas los ojos, haciendo un gesto gracioso por el asombro, mientras daba un pequeño asentimiento, aventurandose el mismo a acercarse y besarlo.

Si, el monegasco era quien lo había besado esa vez, ahí en una banca cerca de la playa, con cientos de personas caminando a su alrededor, con el sol del atardecer golpeando sus rostros, dándoles una vista única, casi mágica.

Sonrieron al separarse y Carlos tomó su mano, encaminándose hasta la playa, sentándose sobre la arena.

El monegasco sonrió, sentándose frente a el, en el pequeño espacio que el mayor había creado para el, abriendo sus piernas para dejarlo sentarse en medio, con la espalda recargada en su pecho, mientras admiraban el mar, sintiendo los rayos de sol en sus pieles, junto a la suave brisa.

Habían encontrado su lugar y no, no era la playa, ni una casa que parecía una mansión, ni una cabaña en el bosque, eran ellos mismos, en los brazos del otro, sintiendo sus corazones latir en sintonía, sintiendo la calidez de sus pieles y el ritmo de sus respiraciones.

Hablaron por horas, mismas en las que Carlos solo se preocupaba por hacer reír al menor, contandole historias graciosas de su infancia y hablándole sobre cualquier tontería que llegara a su mente, queriendo seguir escuchando ese dulce sonido por el resto de sus días.

Y Charles se abrió un poco más, le habló sobre algunas partes de su vida, aquellas que no habían sido tan tristes, aquellas que recordaba con cariño.

Le habló nuevamente sobre el señor Lee y sobre Charlotte, la única amiga había tenido en toda su vida, habló sobre Pascalé, sobre sus hermanos y sobre sus padres, compartiéndole por decisión propia una parte importante de su vida.

La noche cayó y el viento fresco comenzó a sacudir sus cabellos, haciendo estremecer al monegasco, quien se acomodó mas entre los brazos de Carlos.

— No me gusta el frío. — admitió el menor. — Lo odio, odio la nieve y la lluvia.

— ¿Puedo saber por qué? — lo abrazó mas, tratando de protegerlo de la fría brisa.

— Yo dormía en el ático de mi casa, era pequeño y frio. — suspiró. — Cuando nevaba, el frío era intenso y mamá solo me daba una manta delgada, me sentía congelar, pero a ella no le importaba, decía que merecía vivir así, aunque lo peor era cuando llovía, las paredes escurrían y siempre terminaba mojándome, enfermé muchas veces por ello y terminaba en el hospital, siempre salvavan mi vida y yo solo podís preguntarme ¿por qué? Si nadie me amaba en el mundo, ¿que caso tenía vivir?

Carlos se quedó en silencio, abrazándolo aun mas fuerte, besando su cabello, sin saber que decirle, ¿como podía consolarlo? Podía decirle que el lo amaba, pero lo asustaría con ello y no quería hacerlo.

— Gracias por aparecer en mi vida Carlos. — sonrió, haciéndolo sonreír también.

Carlos había encontrado en Charles aquello que no sabía que quería, y Charles había encontrado en Carlos lo que tanto buscaba, solo un poco de amor.


¡Gracias por leer!❤

Los amo, besos ✨

Ágape ||• Charlos •|| Where stories live. Discover now