Capítulo 31

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—¿Quieres incluir algo más?

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—¿Quieres incluir algo más?

—¡Sí! Manzanas y... —Inspeccionó el frutero sobre la barra de la cocina—. Uvas, ¿puedo?

—Sí, toma las que quieras —Christina accedió al destapar un contenedor de plástico—. Y puedes poner aquí las galletas.

Harry sonrió entusiasmado al tomar dos manzanas y tres racimos de uvas. Acomodó todo en la canasta de mimbre que su madre le prestó, cuidando que nada fuese aplastado por el resto de comida que ya se hallaba al interior.

Tal vez estaba exagerando con la cantidad de alimentos que llevaría, pero no quería escatimar.

Pequeños emparedados, rollos de su sushi favorito, ensalada con pollo que preparó por la mañana, botana, rebanadas de panque, pastel, fruta, galletas, jugos individuales de distintos sabores, cubos diminutos de queso recién cortados y variedad de dulces...

Sí, estaba listo para el mejor pic-nic de su vida.

No podía con la emoción, Louis le envió un mensaje recordándole que pasaría al mediodía por él y ya faltaban solo quince minutos para el que el reloj marcara la hora pactada.

Nunca había ido a un día de campo y en cuanto el alfa realizó la sugerencia de pasar un día entero al aire libre, desconectados de la ciudad, no dudó en acceder y comprometerse a llevar una canasta repleta de víveres para ambos.

Incluso adquirió el singular mantel a cuadros en color rojo y blanco, ese que le daría el plus necesario a la linda cita que tendrían.

Prometía ser un gran sábado.

—Servilletas, platos y tenedores...  —repasó mentalmente su lista—. ¿Qué más?

—¿Repelente de insectos?

—En la mochila —aseguró—. No quiero que los mosquitos me ataquen.

La omega sonrió, levantando uno de sus pulgares y amorosamente, le acarició el brazo a su retoño.

—¿Sabes? No puedo dejar de sentirme preocupada por lo que pasó en la universidad, no quiero que dejes tus estudios sin terminar —murmuró, con visible sinceridad—. Pero a pesar de eso, me alegra ver que tú y Louis siguen adelante como pareja.

Harry estiró los labios en una sonrisa muy pequeña. Las pláticas con su progenitora eran de lo más reconfortantes.

—Es el mejor alfa, se los dije aquella vez —Relajó su postura—. Y no tienes de qué preocuparte, el próximo año conseguiré un lugar en otra facultad.

—Nunca voy a dejar de inquietarme por ti, eres mi tesoro —Le pellizcó la mejilla con afecto—. Quiero que cumplas tus metas, amor, solo eso.

—Y lo haré, te lo prometo —Ladeó la cabeza hacia el toque cariñoso—. Mis planes no cambian.

The pretty artist 🎨  || larry stylinsonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora