Capítulo III: Psicosis

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"Somos lo que elegimos ser, y siempre podemos elegir hacer lo correcto."

—"Tienes que hablarle de esto lo más pronto posible... Sabes lo que te queda, recuerda bien, un día dormirás para nunca más despertar, así que porfavor, no vayas a cometer una locura."

—"¿Locura?"— se preguntó, perdido en sus pensamientos.

—Señor...— dijo, una voz ahogada.

—"¿A qué se refería con eso?".

—Señor...

—"Tengo que resolver esto"— ignorando totalmente lo que le estaban diciendo.

—¡Señor Marcello, fai attenzione!— haciendo que Marcello reaccionara y volviera a la realidad.

—¡Ah, si, discúlpeme Primer Ministro Italiano!— reaccionando ante la llamada de atención.

—¿Quiere retomar lo que estaba hablando? Se non sei interessato, puoi uscire dalla porta principale.

—Si, Primer Ministro Italiano. Mi scusi.

—Porfavor Señor Marcello, llámeme solo Ministro.

—Si señor, ¿entonces, podemos proseguir?.

—Con gusto— colocándose los lentes y leyó los papeles en mano— Retomando el caso Nro. 567 donde usted Señor Marcello pide la ayuda del Gobierno Italiano para su idea de "liberar a Norteamérica de la tiranía"...— dictó con un tono sarcástico— Eh, Señor Marcello.

—Si, Ministro.

—Su nombre italiano es Marcello Bongiovanni, pero su nombre de nacimiento es Marcus Smith, como se trata de un asunto "americano", ¿no le molesta que yo le llame por su nombre de nacimiento?— mencionó, para provocarlo.

—No señor, sin ningún problema.

—Escuche bien Señor Marcus, después de leer detalladamente su caso en más de una ocasión, nuestra opinión sigue siendo la misma: Su solicitud, no puede ser aceptada.

—Y yo sigo diciendo que están equivocándose al negar esto.

—No estamos diciendo eso Señor Marcus.

—¿Ah, no? Entonces es posible que ha ustedes se les sea más factible dejar a su suerte a miles de hombres, mujeres y niños inocentes en ese país. Es una maldita historia siempre... Y así se hacen llamar descendientes directos de los romanos, los romanos no eran unos cobardes que huían ante una lucha.

—Controle su vocabulario Señor Marcus.

—¿Cómo lo voy a hacer si miles de vidas inocentes se pierden a causa de las leyes creadas para hacer un genocidio?.

—¿Y es que su ley no dicta que los traidores de la nación deben ser condenados a muerte? Porfavor, se supone que estan siguiendo a su política...— mencionó el Secretario de Estado.

—Usted no conoce el concepto señor, de hecho, ninguno de ustedes entiende lo que es la política. En una época ya olvidada, la política se creó con la finalidad de hacer a las personas más felices y virtuosas, al menos en su origen clásico la política no se fundamentaba en la búsqueda o ambición de poder. Sino en la justicia y el bien común...

—¿Qué esta insinuando Señor Marcus, que nosotros no tenemos la capacidad política?— objetó el Presidente del Consejo de Ministros.

—Nunca mencioné eso señor. Se lo preguntaré a usted ya que habló, ¿de que sirve conservar esa ley donde en el artículo 156 de derechos penales, establece que los terroristas son ejecutados a muerte? Yo no tengo problema con eso, pero algo que me molesta es la siguiente línea que dicta que: "todo sospechoso de alteración de la paz o aquel que no respete el toque de queda, deberá pagar con la pena de muerte o sentenciado a cadena perpetua ya sea un infante o un adulto mayor, a los menores desde los 11 años de edad se le juzgará como adultos, por lo tanto, serán juzgados." ¿Cómo se puede permitir que los derechos humanos ya no sean aplicados, y que un hombre que lo único que le interesa es mantener su poder a costa de la vida de los demás? Toda persona que desee tener el poder, debería de estar incapacitada para desempeñar un cargo público, este vergonzoso deseo o apetito revela prontamente sus intenciones así como su amor por las riquezas y los honores... Este les provee un paraíso ficticio a costa de la vida de los demás, uno, que el pueblo olvida, cortando el aprendizaje y la verdad. Como dijo Maximilien Robespierre:

Hackeando la Justicia 2: A las calles de Detroit Where stories live. Discover now